Por
último presentamos el siguiente diagrama que sirve como resumen de la hipótesis
principal de este trabajo, a fin de exponer en un golpe de vista el lugar exacto
que ocupa cada estampa en el camino de progreso espiritual que Durero sintetiza
en estas tres imágenes:
Como
puede apreciarse, el gráfico resume muy esquemáticamente el camino que suponen
los Misterios Menores, desde el lugar más alejado del centro, la línea de la
circunferencia exterior, que simboliza el dominio de la manifestación grosera
–donde ha de empezar forzosamente el camino de retorno de todo ser- hasta el
mismo centro y origen de esa manifestación, imagen del Paraíso primordial.
La
posición 1 corresponde a la primera estampa, ‘La melancolía’, que describe el
paso del umbral o límite entre el mundo profano y exterior –manifestación
formal grosera- y el acceso al mundo intermedio.
La posición 2 corresponde
al lugar que ocupa ‘El caballero…’ que atraviesa precisamente ese mundo
intermedio –manifestación formal sutil-. ‘San Jerónimo’ se encuentra en
la posición 3, que señala el núcleo o centro del ‘plano de manifestación
humano’, habiendo separado sus facultades del mundo exterior y reintegrado sus
potencias a su centro primordial retornando así al origen –siempre en este
plano de manifestación-. Es fácil apreciar visualmente cómo este punto
central es exactamente el que comunica, a través del Axis Mundi, con los
estados superiores del Ser así como con el Polo del que procede toda
manifestación.[1]
Lo
mismo puede aplicarse a las castas. La tercera casta estaría situada en la
posición 1, la más exterior, en inevitable contacto directo con el mundo físico
que es en rigor el ámbito de acción de dicha casta. La casta segunda, la
guerrera, se sitúa en la posición 2, ya más interior que la otra, en los
dominios del mundo intermedio. La primera casta, la sacerdotal, se ubica en la
posición 3, la más central e interior de todas y por tanto la más alejada de
los dominios de la manifestación física o grosera, pero la más cercana por eso
mismo a los mundos del espíritu que es de donde emana su acción. Acción que
podríamos calificar de invisible pues supone ante todo una influencia, que no
deja aparente huella.[2]
Dejando a un lado esta función indirecta de la primera casta, podríamos decir
que mientras la casta chatria debe ordenar y administrar el orden humano
y social, la convivencia, la casta vaishya debe ordenar y administrar el
mundo material y posee el dominio sobre él. Una vez más nos encontramos ante
una distribución funcional que se organiza en base a la conocida división
ternaria clásica del alma[3].
Vistas
ahora así en conjunto, las tres estampas pueden ser comparadas con la división
ternaria de que consta la Divina Comedia de Dante, pues la muerte iniciática
a menudo es asimilada a un descenso a los infiernos y al interior de la
Tierra, la etapa intermedia se correspondería con el Purgatorio descrito por
Dante, donde se han de quemar las últimas impurezas, y la tercera estampa, con
san Jerónimo en su gabinete, correspondería al Cielo de Divina Comedia, donde
reinan la armonía y la belleza. Como se comprueba al mostrar este evidente
paralelismo entre las Estampas maestras del maestro de Núremberg y la Comedia
de Dante, la ascensión espiritual que hemos descrito en tres etapas o
peldaños –y que conduce de la oscuridad del infierno y la materia a la luz del
cielo y el espíritu-, lejos de ser extraña o ajena al arte europeo, es
perfectamente conocida en el mismo y conforme a la tradición[4].
No
hay espacio para más, sólo nos resta concluir con cierto asombro que, haciendo
gala de su gran genialidad, el maestro Durero deja testimonio cum figura para
los hombres del porvenir de la senda iniciática que conduce desde la existencia
profana hacia la realización plena de los Misterios Menores, que son
precisamente los que se refieren al dominio de la manifestación, sintetizando
dicho sendero místico en tres etapas o peldaños, siguiendo y respetando en todo
momento la antiquísima tradición simbólica occidental. La transmisión de dicho
testimonio es precisamente una de las misiones principales de todo maestro
según decíamos al comienzo de estas páginas al referirnos al sentido de la
palabra tradición[5].
Se comprende ahora por qué, ante la carencia de una verdadera perspectiva
tradicional, el significado y alcance de las Estampas maestras ha pasado
desapercibido durante años para los críticos de arte y los especialistas.
No
ha sido nuestra intención agotar en estas breves páginas todas las posibles
lecturas a que dan lugar estas tres obras maestras del maestro de Núremberg ni
explicar pormenorizadamente todos los símbolos que aparecen en ellas; habría
aún mucho que decir, sabemos además que tocamos muchos temas transversales
(doctrina de las castas, doctrina de los gunas, etc…) que requieren de
mayores análisis y profundizaciones y que aún quedan en los tres grabados
numerosos símbolos que no hemos mencionado esperando ser explicados. Tan solo
hemos querido sugerir, de una parte, la inmensa profundidad de significados que
contiene el Arte con mayúsculas cuando, lejos de buscar lo novedoso, respeta
los usos tradicionales y se atiene al símbolo entendido como puente y vínculo
con una realidad superior; y de otra, las inmensas posibilidades que ofrece una
interpretación tradicional del fenómeno artístico, sea cual sea su forma de
expresión. Al fin y al cabo es el espíritu quien trata siempre de mostrarse con
gemidos inefables[6]
a través de toda la creación humana, no solo artística.
Porque en verdad lo original es volver al
origen, precisamente ese origen al que Durero nos propone retornar tomando el
camino hacia los Misterios Menores que nos muestra en estas tres Estampas
maestras.
[1] Este gráfico
permite asimismo una presentación en vertical, en tal caso encontramos los tres
mundos a que nos referimos anteriormente: la posición 1 se encontraría sobre la
Tierra, la posición 2 seguiría estando en el mundo intermedio o Atmósfera y la
posición 3 señalaría el Cielo, posiciones y denominaciones que coinciden
plenamente con todo lo dicho hasta ahora acerca del significado de las estampas.
[2] Los efectos de
dicha ‘acción invisible’ se cumplen en el mundo exterior solo indirectamente.
La huella que deja el hombre moderno a su paso es también un interesante
tema de reflexión acerca del ciclo humano y su momento actual, reflexión que
dejaremos para mejor ocasión.
[3]
Basada, no lo olvidemos, en la naturaleza propia de las cosas (el swadharma)
y no en alguna convención humana.
[4] Guénon, R. El
esoterismo de Dante. Ed. Paidós. Barcelona, 2005.
[5] Ver nota 2.
[6] Rm. 8, 26.
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