Es sabido que algunos de los más conocidos símbolos de
la Natividad no son de procedencia evangélica, unos son apócrifos y otros incluso
son de origen pagano –como el árbol navideño- lo cual no les resta nada de su valor en lo que a simbolismo se refiere, pues no dejan de estar avalados por una tradición de siglos que los reconoce como conformes al canon. Nos proponemos analizar simbólicamente –no
históricamente- algunos de estos símbolos, que por otra parte siempre han suscitado cierta
discusión, como si su sentido y valor les fuera otorgado por su origen -en la mayoría de los casos desconocido, por cierto-.
En este artículo analizaremos concretamente el simbolismo de los dos animales que tradicionalmente arropan al Niño Jesús junto al pesebre, presentes todavía hoy en buena parte de los populares ‘belenes’ navideños: la mula y el buey. Estamos ante uno de esos símbolos apócrifos
que decíamos antes, pues no hay evidencia escrituraria de ellos en los cuatro
evangelios canónicos, tan solo la conocida cita de Isaías, pero esto no les quita nada de su valor esotérico ni los convierte en sospechosos de
no ser conformes a la Tradición.