martes, 28 de enero de 2014

Templo cristiano y astrología (I)


Cada vez son más evidentes los simbolismos astronómicos y astrológicos presentes en las catedrales góticas de toda Europa pero por alguna razón esta realidad sigue siendo sistemáticamente ignorada (cuando no negada como si fuera algo vergonzante) por los cristianos mismos. Este hecho provoca que tanto esos como otros simbolismos y significados presentes en multitud de iglesias románicas y góticas no lleguen nunca a ser analizados como conviene dentro del contexto y la perspectiva tradicional desde la que fueron creados, y queden en manos de los amigos del misterio, el ocultismo y la new age. Así, lo que debería ser símbolo que guíe al espectador hacia la Luz y la Verdad se convierte demasiado a menudo en instrumento idóneo de la ceremonia de confusión y el mercadillo espiritual que nos rodea. 

Sin duda occidente desprecia profundamente su propia historia y Tradición y proclama poco menos que haberse dado nacimiento a sí mismo con su humanismo y su Ilustración. El único mérito que la modernidad parece reconocerle a la Iglesia, si bien a regañadientes, es haber 'conservado' -como si de unos ultracongelados se tratase- el conocimiento de la antigüedad clásica en los monasterios, en medio de una era, la odiosa edad media, de tinieblas y horror. Cada vez que por parte de los cristianos se acepta semejante discurso -repleto de carga ideológica y política: antes el conocimiento estaba preso, ahora es libre y democrático- se reconoce implícitamente la superioridad de la modernidad sobre el mundo tradicional. Difícil oposición puede hacerse al hegemónico discurso modernista si aceptamos acríticamente presupuestos como éste, así como cualquier otra lectura progresista de la historia. En orden a recomponer en lo posible el conocimiento simbólico de la Tradición cristiana europea y a restituirla su dignidad intentaremos modestamente explicar el porqué de algunos de estos simbolismos propios del Templo cristiano, que nunca debieran haberse perdido ni olvidado. En primer lugar de entre todos ellos trataremos del simbolismo astrológico, solar y zodiacal, que contienen las catedrales. 


No es este el lugar para profundizar en el análisis del gótico entendido no como estilo o corriente artística sino como el inabarcable movimiento intelectual y político que fue realmente, dotado de enorme fuerza y relevancia, y que se extendió por Europa de punta a punta resultando decisivo en la creación de una identidad común europea y creando un marco cultural común entre los pueblos del norte de Europa y los del sur que hasta entonces no había existido. El gótico supuso la definitiva síntesis de la tradición nórdica y germánica con la tradición mediterránea y greco-latina, puede decirse que es entonces cuando los -hasta entonces problemáticos- pueblos del norte son definitivamente integrados culturalmente dentro de lo que entonces era la cristiandad. Pero tal síntesis supuso una importante transformación mutua para ambas partes. 

Tratar este proceso civilizatorio en detalle se escapa de nuestros objetivos en estas lineas, tan solo señalaremos que se deben distinguir dos periodos muy diferentes dentro de lo que comúnmente se llama gótico y no atendiendo a variaciones formales de estilo sino a su sentido global como 'cultura gótica' [1]:


  • Una primera etapa que denominaremos periodo del 'canon gótico' donde el arte que aún hoy podemos admirar en muchas ciudades y pueblos de Europa fue ante todo una expresión plástica de la teología, la filosofía, la cosmología y de un determinado orden del mundo -fundamentalmente teocrático- que teorizó intelectualmente y desarrolló políticamente en su dimensión social la corriente de pensamiento llamada posteriormente escolástica. Diremos que el arte gótico no nació de la motivación o la inquietud de los artistas, como parece entenderse de la mayoría de manuales de arte; más bien, y tratándose de un arte excepcionalmente intelectual -no solo en sus artes plásticas sino también en la música por ejemplo- les fue sugerido a los artistas desde otras instancias, cuando no impuesto por ciertas poderosas razones. Es decir, los artistas respondieron -y ciertamente de forma fabulosa- a lo que se demandaba de ellos, si bien esto no quiere decir que no compartieran tales fines y objetivos, al revés, fueron parte substancial del movimiento, sobre todo en su función propagandística y también a la hora de extenderlo a otros lugares. En todo caso, debemos dejar claro que aquí, y máxime tratándose de una sociedad tradicional, lo intelectual siempre precede -afortunadamente habría que decir- a la acción, aunque en el tiempo ambas -pensamiento y acción, teoría y práctica- se complementen y desarrollen a la par, caminando de la mano tal como ocurrió, porque no en vano eran las dos caras de una misma realidad social. Así la decadencia de una fue inseparable de la decadencia de la otra. 
  • Y este es el segundo periodo que podemos reconocer del gótico, el 'gótico de decadencia', un periodo mucho más largo en el tiempo que el primero pero mucho más pobre en alcance y pretensiones. Un periodo en que advertimos cómo la forma aplasta al significado. Aún a finales del siglo XV pueden encontrarse ejemplos de arte gótico -cuando la edad media hace tiempo (¡nada menos que cien años!) que ha sucumbido en todos los sentidos ante la modernidad-, pero la moda gótica se conserva como una antigualla, como un fósil de dinosaurio que sirve de envoltorio de lujo al nuevo orden social, burgués y mercantilista; aquí es solo la forma lo que resta y, aunque se sigan levantando costosas réplicas, estas no son en muchas ocasiones sino bellas cortezas carentes de vida. El proyecto europeo había fracasado ya, y por lo que parece lo hizo para siempre. Spengler advirtió perfectamente -y mucho mejor que la mayoría de los académicos- esta diferencia entre el primer gótico -inspirado y sustentado desde una iglesia en plena ebullición intelectual en esas fechas-, y el gótico decadente posterior, controlado y financiado por la gran nobleza aristocrática para acabar finalmente fagocitado -como todos los demás ámbitos de la sociedad europea por otra parte- por la nueva burguesía urbana que por esas fechas (s. XIV) hacía ya su espectacular aparición en la historia. 

Lo que nos interesa aquí es, ante todo, el primer periodo del arte gótico, periodo en que era un arte vivo y en desarrollo, y no un mero formalismo. Periodo, dicho sea de paso, en el que difícilmente el gótico habría sido asociado por sus contemporáneos con algo como un 'estilo artístico' -de hecho los académicos tienen razón al señalar que no hay citas en este sentido, cosa lógica por lo demás pues para el hombre tradicional el arte no es una 'moda' ni es una creación desgajada del resto de realidades sociales- sino más bien con un ambiente político y social muy determinado y con una fuerte corriente intelectual que se extendió por Europa partiendo de los monasterios, y de la que este nuevo arte era su expresión manifiesta. 

No deja de ser llamativo que el arte gótico no pasara por un periodo de pruebas y de tanteos, su comienzo fue abrupto a partir del impulso del abad Suger -si bien se puede seguir muy bien su expansión geográfica- en la arquitectura así como en todo lo demás [2]. Que supuso una ruptura con el románico es algo que resulta tan obvio hoy como debió serlo entonces y ésta sensación de ruptura fue buscada y acentuada de forma muy consciente por parte de quienes lo idearon. 

Nada más falso, por tanto, que esa teoría tan difundida entre los 'especialistas', que creen que el gótico no existió realmente -dado que el término es muy posterior según ellos [3]- y tan solo fue una moda estética, un capricho artístico, nacido de la supuesta evolución arquitectónica emprendida a partir del románico: se trata aquí, una vez más, de una de esas mediocres  y falaces interpretaciones progresistas de la historia del arte. Si hablamos del arte gótico no puede hablarse en ningún caso de una evolución sino más bien de una larga involución, dado que en general sus primeras manifestaciones se consideran precisamente -y paradójicamente habría que decir- su cima, seguida al poco tiempo de una larga decadencia en que la pirueta estilística y el virtuosismo formal se erigen poco a poco en excusa para disimular la falta de sentido, contenido y valor, pues los fines reales de este arte ya se habían perdido y olvidado. 

Digamos para terminar esta serie de precisiones acerca de lo que, en las siguientes páginas, se entiende por gótico -más un movimiento de orden social y cultural que una mera corriente artística o estilística- que, mientras duró su periodo de esplendor, el arte gótico obedeció a un estricto canon sagrado de principios explícitamente ortodoxos y conformes a la tradición metafísica cristiana. Es precisamente por este marco más amplio que la tradición metafísica otorgaba a intelectuales y artistas una libertad tal que, asumiendo el marco global, no existía escándalo ni contradicción en el empleo -o la cita aparentemente casual- de mitos y temas provenientes de otras fuentes populares no explícitamente cristianas, e incluso de influencias directas de otras tradiciones como el judaísmo o el islam [4]. 

De lo contrario, ¿qué cabría pensar?: ¿que los constructores de catedrales eran herejes? ¿Que los masones -el gremio de los constructores de los templos- y hermetistas medievales no eran realmente cristianos? ¿Y también el obispo que se sentaba en esa cátedra? O ¿este era solamente un inconsciente que ignoraba lo que los constructores habían esculpido -y pintado- en los muros de su sede episcopal? No cabe pensar esto, más bien cabe pensar que la ignorancia metafísica sumada al delirio modernista fue lo que movió a los obispos más 'modernizados' y 'adelantados a su tiempo' -¿aggiornados?- a blanquear las paredes y derribar las gárgolas y canecillos de sus diócesis... de lo cual tenemos, lamentablemente, numerosos ejemplos.

Es precisamente por poseer un marco comprehensivo y por no perder nunca de vista los principios metafísicos que han de ordenar y dar sentido a los fenómenos como fue posible para aquellos hombres no sentir contradicción alguna en emplear formas que en su origen no fueran expresamente cristianas pero que servían a los fines de transmitir la enseñanza o el simbolismo que se pretendía comunicar. Es cuando se pierde este punto de vista superior de los principios cuando aparecen los fanatismos y radicalismos religiosos y cuando se impone el apego a la letra y el desprecio por el espíritu. 

Por lo demás, es éste el único modo en que pudo llevarse a cabo una síntesis comprehensiva -siempre dentro del marco cristiano- del legado de otras tradiciones paganas extintas como el celtismo o la tradición germana, síntesis que podemos comprobar por ejemplo en el conocido mito del Grial como ha sido señalado en el pasado por numerosos autores. 

   
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Entrando en materia, es sabido que muchas catedrales góticas contienen un ciclo zodiacal completo (los 12 signos astrológicos) labrado en su exterior -¡en el caso de Chartres está nada menos que tres veces!- y en general se entiende que esto responde a la necesidad de medir el año solar, aunque en la mayoría de los casos este ciclo zodiacal no está solo sino que se acompaña por los meses del año mediante la conocida serie medieval de 'los trabajos y los días' donde cada mes es representado por el trabajo que es más propio o significativo de esas fechas. Por tanto, además del zodiaco, había otra representación del ciclo anual, incluso más fácil de entender a todos los efectos para el común del pueblo, teóricamente inculto y absolutamente analfabeto [5]. Algo paradójico, pues ¿para qué representar lo mismo dos veces de manera distinta y además una junto a otra? 

Todo esto contradice la idea de que la medida del año se hiciera mediante el zodiaco, es obvio que no. Por otra parte, tampoco se comprende bien por qué, en un tiempo en que la cultura estaba -según nos quieren hacer creer- bien oculta en manos de unos pocos privilegiados -supuestamente los monjes- y divulgarla hacía peligrar la vida, por qué, decimos, se ponía tanto empeño en convertir la cara de externa de los templos en verdaderos libros abiertos donde se representaban temas de lo más variado y algunos de ellos -como este que nos ocupa- no precisamente de la Escritura. Es evidente que algo no encaja... pero todas estas preguntas resultan imposibles de responder desde el prejuicio moderno.   


Volviendo al caso que nos ocupa, la presencia en las catedrales de un doble calendario, astrológico uno y mensual el otro, lo que se muestra aquí son dos medidas del año cualitativamente distintas: 
  • un calendario sagrado -el zodiaco-, y 
  • un calendario secular [6] -los meses del año-. 
El zodiaco corresponde al ciclo solar, mide por tanto el tiempo celeste y sagrado -el curso del sol en el cielo- mientras el calendario de los meses del año corresponde al tiempo terrestre. Por esta razón el calendario terrestre muestra los efectos que el ciclo solar y celeste -y por tanto superior- tiene sobre la madre tierra, según el principio de prevalencia de cualquier cosmología tradicional y que expresa a la perfección la oración del Padrenuestro: 'como es en el Cielo hágase en la tierra'.  Las estaciones son así entendidas como un efecto causado por el cambio de posición del sol, y dicho cambio de posición es interpretado como signo de un cambio cualitativo en el astro rey. Esto quiere decir que la periodicidad del ciclo solar expresa y manifiesta una ley universal superior a cualquiera de los fenómenos que la puedan mostrar. El sol es ante todo arquetipo y modelo a través del cual las leyes y los ritmos celestes se expresan y pueden ser conocidas por nosotros. Por eso se dice que la naturaleza es un libro donde se leen la voluntad y el orden divinos. Aquí radica la importancia de la astrología como símbolo y como ciencia tradicional.   


Signos zodiacales en el Portal Norte de la catedral de Chartres. De izquierda a derecha pueden apreciarse Géminis, Cáncer y Leo. Nótese que la clave del arco apuntado figura el solsticio de verano (celebrado popularmente en la Noche de San Juan) a la vez que es punto de inflexión entre las dos mitades del ciclo solar, su recorrido ascendente en el lado izquierdo y su fase descendente en el lado derecho. 

Bajo ellos se aprecia el calendario secular que representa los meses del año según las tareas que les corresponden, lo que se conocía como la serie de 'trabajos y días'. Corresponden a los meses de mayo, junio y julio (la cosecha).




Pero pese a ser conocida la presencia de estos zodiacos en la puerta de muchas catedrales -así como en muchas iglesias románicas-, se ignora por lo general que todo el templo -catedral, iglesia o ermita- se encuentra inscrito él mismo dentro de un círculo zodiacal y que  contiene en correspondencia los doce signos del zodiaco celeste.

Dado que el proceso de erigir una catedral seguía unos pasos rituales muy estrictos, todos de alto significado simbólico, se examinarán estos vínculos astrológicos más detenidamente en relación con el proceso de construcción de la catedral. 



La Catedral y el Equinoccio de primavera


Al levantarse una catedral en primer lugar se elegía el centro sagrado del futuro templo y en él se alzaba un gnomon. El gnomon solía consistir en un palo vertical de altura variable, que simbólicamente -y probablemente también de manera literal- no era otra cosa que el báculo del obispo. Este eje vertical iba a definir la orientación de la futura catedral, es decir iba a marcar el Oriente (como indica la palabra "orientación") que es la dirección por la que sale el sol y hacia la que se debe orar. Para marcar esta dirección correcta, era necesario vigilar la salida del sol en el día de fundación del Templo, día que arquetípicamente era el día del equinoccio de primavera (21 de marzo) pero que en la práctica podía ser otro -vinculado a una fiesta especial o al día en que se celebraba la fiesta del santo al que se dedicaba el templo, por ejemplo-. Al amanecer del día elegido para consagrar el lugar y poner la primera piedra la sombra que proyectaba el gnomon indicaba exactamente el eje Este-Oeste que seguiría el templo según el momento elegido del ciclo solar. Este eje Este-Oeste iba a ser la espina dorsal del templo ya que formaría el eje longitudinal que seguiría la nave principal de la catedral. Como es bien sabido en todas las catedrales góticas la cabecera o ábside mira hacia el Este y la puerta principal hacia el Oeste.




Por otra parte esta orientación del eje longitudinal del templo es una herencia lógica de la planificación constructiva de los romanos -y a buen seguro muy anterior pues las construcciones sagradas siguen un patrón universal, reconocible ya en el megalitismo o en Egipto, con muy pocas variaciones-. Los romanos disponían los campamentos y ciudades según dos ejes orientados en función de los puntos cardinales y perpendiculares entre sí:  el Cardus (Norte-Sur) y el Decumanus (Este-Oeste). Como vemos, la dirección Este-Oeste que constituye el eje principal de la catedral viene a coincidir con lo que los romanos denominaban Decumanus maximus. Además en la catedral también se halla presente un equivalente del Cardus romano: el transepto (del latín trans- transversal, que atraviesa; y septum - seto o barrera) que corta ortogonalmente la nave principal y toma la dirección Norte-Sur y de cuyo simbolismo se hablará en otra ocasión. Cuando el transepto es de longitud más corta que el Decumanus se obtiene una planta de cruz latina. Cuando ambos son de igual longitud la planta es de cruz griega.




Zodiaco y calendario dispuestos en paralelo en la fachada occidental de la catedral de Amiens, 
a lo largo del conocido zócalo de tondos tetralobulados. 

La composición sigue el mismo patrón que ya vimos en el zodiaco-calendario del Portal Norte de Chartres: en la linea superior aparecen los signos zodiacales -calendario solar- y en la inferior los meses del año -calendario terrestre- representados por sus tareas correspondientes. 

En la imagen pueden verse los signos de Libra, Escorpio (aquí representado 
como un monstruo reptiliano de seis patas, algo inédito en la actualidad) 
Sagitario (más similar a un sátiro que a un centauro). 

Bajo ellos se advierten las tareas correspondientes a los meses de septiembre, 
octubre (la vendimia) y noviembre (alimentando a los cerdos). 




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[1] Digamos que, en tanto que reducido a corriente artística, que es como se suele entender casi exclusivamente, castrando su verdadero alcance y significado, abarcó más de trescientos años.

[2] Por ejemplo el uso del arco apuntado no obedece a una serie de pruebas arquitectónicas, estéticas o estilísticas sino a un convencimiento profundo: aparece pensado y diseñado desde lo intelectual, y desde ese mismo momento aparece para quedarse. 
[3] El mundo académico acostumbra a filtrar muy bien sus fuentes y a silenciar todo aquello que no conviene a sus 'teorías', tan a menudo políticamente orientadas. Aquí podemos ver otro ejemplo de ello: se acepta habitualmente que la palabra 'gótico' proviene de 'godo'... Nosotros preferimos atenernos a la etimología que refieren los francmasones, los hermetistas y los alquimistas, que algún conocimiento debían tener al respecto, según la cuál la denominación de 'gótico' procede de la palabra 'Gott', lo que lo emparenta con el Ars goetia
La ignorancia de los académicos queda demostrada por partida doble -es típico en la academia arrastrar errores historiográficos durante décadas- por el hecho de que si se tratara de atribuir este arte al pueblo que lo difundió en Europa debiera llamarse normando más bien que godo, lo que no era de ninguna manera, detalle que ni siquiera los 'eruditos' han puesto ningún empeño en corregir.  
[4] Es perfectamente plausible que hubiera también influencias mucho más lejanas, desde Armenia, Persia o la India, como sin duda hubo en el románico, pero lo desconocemos en rigor. En todo caso el gótico en tanto que arte es mucho más genuinamente europeo que el románico que es de carácter mucho más oriental, ahora bien, en el periodo gótico la mayor parte de influencias extra-cristianas se plasmaron en el ámbito intelectual. 
[5] Sobre la alfabetización medieval habría mucho que decir. En primer lugar es poco creíble que una clase comerciante pueda prosperar sin saber leer, escribir y unos mínimos rudimentos de aritmética. Por otra parte si la gran mayoría de la población era iletrada, como se pretende, no se entiende por qué razón la mayoría de las figuras y esculturas portaban su nombre perfectamente escrito debajo -tal y como puede aún apreciarse en las portadas de algunas catedrales. 
[6] Lo de fuera, el saeculum. 


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