miércoles, 8 de julio de 2020

Símbolos polares y solares.

Simbolismos polar y solar. 

Ya nos hemos referido con anterioridad a esta cuestión como por ejemplo cuando hablamos de la esvástica (Simbolismo de la esvásticapero conviene retomar este tema pues es sin duda una de las cuestiones más confusas a la hora de juzgar e interpretar algunos símbolos. En efecto es un error muy extendido tomar por solares símbolos que en realidad son polares. Este error se debe no solo a los errores y mitos heredados de la tradición académica e historiográfica sino también en parte a la misma ambigüedad (o ambivalencia) que en ocasiones presentan algunos símbolos.



En teoría la diferencia en cuanto a significado de ambos simbolismos es sencilla de advertir. 
  • El simbolismo polar remite a un estado primordial de indiferenciación de la manifestación, originario y en cierto sentido paradisíaco, por tanto un estado previo a la dualidad solar-lunar (o macho-hembra, que sería otra de sus expresiones formales) que marca toda la manifestación -tanto formal como informal-. Remite de este modo a la  edad de oro y la Tradición Primordial o Unánime. Los símbolos polares simbolizan la reunificación de los opuestos y a través de ello apuntan hacia la superación de la manifestación misma. El andrógino primordial sería un buen ejemplo de este simbolismo polar. 
  • El simbolismo solar por su parte remite a la fuerza ordenadora y luminosa, el polo Yang de la manifestación, en contraposición al polo Yin, sombrío y lunar/terrestre [1]. No hace falta decir que en la tierra el elemento clásico de significado solar es el oro, que es la forma simbólica y sólida (material) del sol en la tierra. En tanto fuerza ordenadora y vital (viril y masculina) el sol se asocia de forma natural a la casta gobernante, los chatrias, y al poder. Esto tendrá sus consecuencias tanto simbólicas como culturales, mitológicas y políticas.  
Precisamente por lo que decimos del carácter principial o primordial del Polo un símbolo solar siempre estará jerárquicamente por debajo de un símbolo polar. Puede parecer muy obvio decirlo pero conviene tenerlo en cuenta: desde la perspectiva humana el sol se mueve mientras el Polo -la estrella polar para nosotros- permanece fijo y estable, por tanto el sol siempre estará en inferioridad simbólica y metafísica respecto al Polo de la manifestación. El sol es la fuerza ordenadora y regidora -relación con la realeza- del mundo, pero pertenece ya a la manifestación.

Es por esto que muchos personajes míticos e históricos de simbolismo eminentemente solar se retrotraen al Polo en busca de legitimidad. Dos ejemplos clásicos de esto son el rey Arturo y el dios Apolo -el hiperbóreo-. En el fondo el simbolismo polar subyace a toda monarquía tradicional y auténtica, es precisamente este nexo lo que la hace sagrada (Hani).  

El simbolismo polar acostumbra a estar relacionado con el simbolismo axial, y esto por razones lógicas. Principalmente porque ambos simbolizan la estabilidad cósmica, lo estable y eterno que se oculta tras las formas efímeras de la manifestación. La montaña -y la pirámide, que no es más que una montaña artificial- resulta ser un símbolo polar por partida doble: 

  • por su condición axial, apunta hacia arriba y simboliza la estabilidad -eternidad-;
  • por su condición de principio: como ya explicamos en otra parte (Simbolismo de la nieve y el hielo) las montañas simbolizan el origen de la manifestación, en las montañas nacen los ríos, las nieves y los hielos perpetuos simbolizan las potencias primigenias de la manifestación, etc.


Este simbolismo está asociado, como es fácil de advertir, con la estrella Polar. Pero quizá es menos conocido la relación entre este simbolismo y la Navidad. El solsticio de invierno, al mostrar el punto extremo de aparente muerte de la naturaleza y el dominio de la oscuridad, se asocia tradicionalmente al Polo, origen de la manifestación, como si el propio solsticio representara la reabsorción de la manifestación en su origen. De hecho el propio invierno puede entenderse como una reabsorción de la fuerza vital en su mínima expresión, pérdida de las hojas de los árboles, animales que hibernan, etc. Es decir la manifestación se contrae a su mínima expresión dejando al descubierto en la medida que es posible la fuente de la misma, que simbólicamente es el Polo. Tras el solsticio el sol vuelve a crecer y es a causa de este crecimiento solar que la vida resurge y vuelve a expandirse. 

René Guénon confirma esta relación simbólica que comentamos entre el solsticio de invierno y el Polo: 
"según la correspondencia del simbolismo temporal con el simbolismo espacial de los puntos cardinales, el solsticio de invierno es en cierto modo el polo norte del año y el solsticio de verano su polo sur, mientras que los dos equinoccios, el de primavera y el de otoño, corresponden respectivamente, y de modo análogo, al este y al oeste." (Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada, capítulo XXXV) 

El sentido del simbolismo nos parece evidente. De un lado la variedad y pluralidad inabarcables de la manifestación son consecuencia del vigor solar, el cual a su vez es emanado de la fuente única y última de toda manifestación, el Polo. Podemos decir que en este simbolismo el Polo equivale al Ser, que da origen a toda la manifestación universal permaneciendo sin embargo al margen de la misma, sin participar en ella. 

Esta relación entre ambos principios, el Principio Supremo y el Principio Ordenador generado por aquel explica la asociación frecuente de los símbolos polares y solares y en ocasiones su confusión en algunos aspectos. 

Hay que señalar por último que, siguiendo la doctrina tradicional de las cuatro Edades de la humanidad, durante la Edad de Oro el Polo era aún el centro de referencia espiritual explícito para los hombres, siendo este desplazado gradualmente hasta quedar finalmente oculto o implícito en las tradiciones espirituales correspondientes a las siguientes edades de la humanidad. Esto debe ser puesto asimismo en relación con el paso de la adoración en la cima de la montaña (que puede ser simbólica) a su interior, la caverna. 



[1] La oposición Yin-Yang que, aunque análoga es mucho más profunda y ontológica que lo que se entiende actualmente en occidente por los términos masculino-femenino y por ello puede ayudar a aprehender su significado, muestra que la dualidad es anterior a la manifestación formal y atraviesa toda manifestación del tipo que sea.

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