viernes, 22 de diciembre de 2017

La Escala F de Adorno y los inicios de la ingeniería social


El proyecto iniciado por T. Adorno con su Escala F (con F de fascismo, con F de Frankfurt) da sus frutos hoy, 70 años después.

Algunas implicaciones metodológicas de la Escala F se suelen pasar por alto. Cuando nos referimos a la misma debemos recordar que estamos ante un test diseñado para detectar rasgos de personalidad, y más concretamente de lo que será definido en la literatura científica como "personalidad autoritaria" (por supuesto se trata de un constructo definido por los investigadores). El fin y el método del estudio poseen rasgos que fácilmente pueden invitar a rebasar los límites éticos de la ciencia, empezando por la libertad de pensamiento y de opinión. En efecto la metodología implica que quien administra los resultados podría usarlos para discriminar o criminalizar a los sujetos con resultados ‘indeseables’ en el test y padeciera los rasgos que Adorno definiera como propios de la “personalidad autoritaria”. Este peligro está latente en el propio modelo de estudio, tengamos en cuenta que el mismo asocia ideas en principio "culturales" (como la tolerancia/intolerancia ante la homosexualidad) con rasgos de la personalidad relativamente estables (la predisposición a la violencia).


Sin embargo Adorno et al. fueron mucho más sutiles. Su intención no era hacer una caza de brujas descarada para perseguir o criminalizar directamente a los individuos con "personalidad autoritaria" sino crear la base teórica necesaria para su magno programa de Ingeniería Social. Por ello la solución propuesta es la "reeducación", pero sorprendentemente no una reeducación individual sino a un nivel colectivo: desde el punto de vista de los investigadores es toda la sociedad la que está enferma de autoritarismo y por tanto necesitada de terapia. Aquí como se aprecia concurren varios "saltos" lógicos curiosos.

Puesto que toda la sociedad era sospechosa de autoritarismo el programa o terapia debía dirigirse a reeducar y transformar la sociedad por medio de suprimir culturalmente todos aquellos rasgos que los investigadores consideraban perniciosos, esto es los rasgos que correlacionaran de algún modo con la variable "autoritarismo".

Y he aquí la clave de todo este entramado teórico de apariencia científica: todo el proyecto de reeducación del marxismo cultural se fundamenta en que la variable "autoritarismo" es inseparable de las ideas de derecha política y sociológica y es a través de ella que los investigadores pueden enlazar con el nazismo y el fascismo que acababan de ser derrotados -la Escala F data de 1947-, sin olvidar que la F que da nombre a la escala procede de la palabra fascismo.

Por esta razón uno de los objetivos prioritarios del proyecto de ingeniería social posterior es que esta relación, el par autoritarismo=derecha, debía penetrar en el imaginario colectivo hasta convertir ambos conjuntos de términos –autoritarismo/totalitarismo y derecha/fascismo/nazismo- en inseparables.

Así ha sido: se asume comúnmente que todo autoritarismo es ‘de derechas’ e incluso se relaciona en ocasiones con el conservadurismo político. Establecida esta relación de parentesco, la consecuencia es que se asume inconscientemente que no hay un totalitarismo o autoritarismo ‘de izquierdas’ (pero, ¿no nos habían dicho que era un rasgo de la personalidad? ¿Acaso la ideología también lo es?).

Es más, la ‘izquierda’ puesto que se opone en el pensamiento de manera natural e intuitiva a la ‘derecha’ queda convertida por este razonamiento en el paradigma de la tolerancia, la libertad y la democracia –y veremos a continuación como el democratismo o fundamentalismo democrático es uno de los principales 'valores' que perseguía implantar en la sociedad la Escuela de Frankfurt-. El juego es más que evidente y se lleva jugando en Europa desde hace décadas, con fenomenales resultados y sin oposición.

Muy a menudo estas asociaciones son construidas y propagadas de modo grosero empleando técnicas de Ingeniería Social que nos remiten al condicionamiento clásico, de lo cual tenemos abundantes ejemplos en los mass-media y en el discurso de los políticos. Es así que podemos toparnos con titulares o comentarios de tertulianos donde se llama fascista a un antifascista y otros prodigios similares como que “si alguien es un delincuente no puede ser de izquierdas”, una de las joyas máximas de la retórica  postmoderna, el pensamiento débil y la neolengua.

Vemos que buena parte de la fuerza a nivel colectivo de estas divisiones maniqueas que no resisten en realidad el examen lógico, histórico o filosófico, reside en la parte que ocultan y que sin embargo transmiten de modo invisible o inconsciente. Es así como el paradigma actualmente hegemónico ha ido extendiéndose en la sociedad sin apenas oposición. Para oponerse al mismo sería necesario en primer lugar una labor de desenmascaramiento, de desvelamiento o de sacar a la luz las raíces no solo de la historia sino también del lenguaje mismo. 

Partiendo de una visión constructivista en que la realidad es ante todo algo compartido, común y por lo tanto social, dos aspectos del programa de ingeniería social de la Escuela de Frankfurt resultan capitales:
  1. la batalla por las ideas equivale a la batalla por la realidad.
  2. la batalla de las palabras es la batalla de las ideas.

De modo que quien domina el lenguaje (discurso) domina la realidad social. Es solo mediante la repetición de un discurso que no permite pensar de otro modo, bajo otras lógicas, que categorías como izquierda y derecha siguen ocupando el imaginario colectivo y las conversaciones pese a a las evidencias en su contra.

El objetivo de estas estrategias de ingeniería social ya lo hemos comentado antes: lograr implantar la 'sociedad abierta' (Popper) bajo la siempre útil excusa de que no vuelva a producirse nunca la consabida pesadilla autoritaria/totalitaria. Hay aquí una visión lineal y progresista de la historia para la cual la cima de la civilización son el democratismo, la doctrina de la tolerancia y la sociedad abierta. Una visión de la historia que sitúa al occidente capitalista como la única civilización (un milenarismo que toma la forma de ‘supremacismo democrático’, una especie de “somos mejores porque somos demócratas”) a la vez que augura la teoría del Fin de la historia de Fukuyama.


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Al respecto de este Fin de la Historia aún cabe añadir algo más: puede percibirse a través de todo el quehacer de la escuela de Frankfurt el establecimiento de una cesura en la historia, un nuevo comienzo, una suerte de año cero. Este punto donde comienza a contar de nuevo la historia no es otro que el holocausto, el punto más bajo del siglo XX no puede ser sino el comienzo de un “tiempo nuevo”. El holocausto es así para la doctrina de la ‘sociedad abierta’ una suerte de mito fundador, la piedra basal necesaria e imprescindible sobre la que se fundamenta toda esta doctrina de un ‘tiempo nuevo’, un nuevo orden (NOM), un futuro de libertad y progreso caracterizado por el igualitarismo, la tolerancia y el "progreso social".

A través de diferentes mecanismos de propaganda e ingeniería social se construye un discurso histórico de aire legendario en que el bien (la “democracia” y la “tolerancia” occidentales) vence al mal (el fascismo), un mal que se pinta como absoluto y sin matices. Las consecuencias para el pensamiento y la acción libres son obvias: al haber vencido el bien y acabado la historia toda crítica profunda es radicalmente desactivada; hay que conformarse; cualquier alternativa a lo que hay es sin duda peor. 

Como puede apreciarse esta visión de la historia no es menos eurocéntrica, progresista o supremacista (la superioridad moral del democratismo) que el resto de visiones de la historia que la modernidad nos había aportado con anterioridad





3 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenos días, dado que no he encontrado ninguna dirección de correo para comunicarme de forma privada lo hago mediante este comentario. Solamente quiero felicitar al autor por los ensayos publicados en este blog, son realmente buenos. Se nota realmente que tiene buen criterio y conocimiento (y no simple información y montones de datos como la mayoría de los modernos que escriben y hablan hoy día).
Una humilde petición, hay dos artículos que faltan y que no he podido encontrar: Reflexiones sobre la Edad Media (I) y Simbolismo del laberinto (I). Deben haber desaparecido por alguna razón, ¿sería posible que se publicasen de nuevo para poder leerlos? Un saludo y gracias de antemano por su atención.

JL dijo...

Creo que es demasiado exagerado dar tanta importancia a Adorno y la Escuela de Frankfurt, lo que más parece dar crédito a teorías conspirativas y ocultas, que de ocultas no tienen nada. Estos no son más que lo que les dejan ser.

Usted mismo da la clave en el artículo indicando la fecha de iniciación teórica de este fenómeno y de tal “Escuela” (1947) y señalando no sin sorpresa por su parte que esta imposición de ideas se está dando sin resistencia.

El extrañarse de esto es no conocer realmente al ser humano, que no es tan maravilloso, moral ni inteligente como se pueda pensar de su sorpresa. Vamos a ver: lo único que sucede es que han ganado la guerra, han exterminado a sus rivales, escriben la historia que quieren y tienen todo el poder del mundo en sus manos.

Por tanto y con estos medios no hace falta ninguna ingeniería social ni nada de nada, simplemente el jefe es el que manda y nada más, y si quieren que la gente ande a la pata coja solo tienen que decirlo en sus medios y así será. De igual manera si quieren que vuelvan a tomar gusto por el arte más sofisticado u otros motivos, con dos salidas en la tv de algunos “expertos” ridiculizando lo anterior e indicando lo que el público tiene que pensar a partir de ese momento, todo arreglado.

El ser humano es un animal gregario, de jauría, por tanto no hace falta ningún sofisticado lavado de cerebro ni plan a largo plazo, lo que en su momento quizá no creyesen ni ellos, pero les hubiese bastado con imponerlo sin más, la masa es simplemente lo que les impongan sus amos, sin más sofisticados requisitos.

Si Adorno y compañía hubiesen defendido cualquier cosa contra los ganadores simplemente no les había leído ni les conocía ni su padre y su nombre no figuraría en ningún lugar. Es así de fácil, solo tienes que conseguir el poder, por cualquier medio, y entonces podrás hacer y los demás harán lo que quieras, sin más sofisticaciones.

Saludos.

Alex Cosma dijo...

En las guerras siempre hay tres bandos, no dos: las minorías poderhabientes de los dos bandos supuestamente enfrentados, y el PUEBLO (los respectivos pueblos sobredominados por aquéllas).

De todas las guerras siempre sale un sistema de dominación mejorado, más operativo, más funcional, adaptado a las condiciones objetivas. En todas las guerras salen beneficiadas las élites de poder y perjudicado el pueblo (sobre todo en materia de LIBERTAD, es decir, en lo crucial de la condición humana).

Después de las dos guerras mundiales, con los pueblos agotados por tantos años de combates, y paralizados por tantos horrores sufridos y/o contemplados, la gente estaba ya lista para echarse en manos de aquel que le ofreciera mayor COMODIDAD, física... y mental, la peor de todas... y ahí llegó el ESTADO DE BIENESTAR, para terminar de destruir al pueblo, a partir de entonces con placeres y comodidades degradantes... infrahumanizantes por tanto.

Saludos.