martes, 14 de julio de 2020

Los 7 pecados espirituales (V): la gula espiritual.

Dice San Juan de la Cruz que de los siete pecados espirituales, este es en el que más    caen los principiantes porque son como bebés que se engolosinan rápido y porque no hay     comparación a las    dulzuras de Dios. Por eso, si se las quitan, lloran o desfallecen por la abstinencia. Hay tres cosas que alimentan la  gula espiritual: el asombro, la curiosidad y el deleite. El apetito desordenado por estas tres cosas  se traduce, en el goloso espiritual, en una adicción a las "experiencias", los  "conocimientos" y los "excesos".

Dice    el santo, que la comunicación sobrenatural es un  medio ordinario que tiene el Señor de dar consuelos a los principiantes, a modo de  imágenes, olores, sonidos, que se captan con los sentidos. Repito:  es un modo ordinario y por lo tanto  común a todo    tipo de personas. Sería un error asociar estas   visiones a un alto grado  de santidad,  porque los santos  ya no necesitan este tipo de visiones (aunque las puedan  seguir teniendo), sino que reciben "luces" infusas y esenciales, de forma que captan sin necesidad de ver u oír. Como  un sello que queda grabado en el alma.

La persona que tiene por primera vez la "experiencia" de una visión u otra manifestación sobrenatural (oler a rosas, por ejemplo), queda muda de asombro, maravillada  y como engolfada en lo que experimenta. De común, el Señor se muestra generosísimo en este tipo de consuelos a los principios para que el alma persevere con el  recuerdo, cuando éstos falten.

Sin embargo, advierte San Juan de la Cruz que en estas "experiencias" existen dos peligros:

  • Que estemos "demasiado atentos" a  ver si se producen, y 
  • Que estas experiencias no vengan de Dios, puesto  que el demonio puede simularlas a la perfección.

 Ambas cosas producen el  mismo resultado, despistarnos de lo importante.

El que tiene  gula espiritual suele  ir rodeado de más gente que, (se ha enterado) tiene   esas    mismas experiencias. Una especie de club místico, donde el  tema principal de conversación son las "experiencias" vividas a lo largo de la semana. No se contenta con contar las suyas, sino que pregunta directamente para conocer las de los demás. Suele esperar al final de   una  adoración para preguntarte  en voz baja si         has visto lo mismo que ella o has tenido otra "revelación" distinta. Durante la misa,  su mirada irá al  techo, las paredes, los bancos, las esculturas, etc. Pendiente de si capta            colores, movimientos, imágenes, etc.  Estará tan absorto en eso que no recordará      el evangelio que se ha proclamado. Si durante la consagración está pendiente del ángel  que custodia la puerta de la   iglesia y que le tiene   embobado, de seguro que esa visión no viene de Dios. Ningún ángel te desconcentraría del momento más sublime que puedes vivir.

Lo mismo hay que  decir   del contenido de ciertas visiones que no añaden nada ni ayudan a la santificación, como  ver durante horas   a la Virgen peinándose. Porque ese tiempo ni estás rezando, ni profundizando en los misterios divinos, ni sacando ninguna conclusión de provecho  para tu alma. Pero te encanta,  eso sí. Y el demonio también está encantado de que pierdas el tiempo.Por eso San Juan de la Cruz nos advierte que aún viniendo de Dios no debemos tenerlas en   nada   y ni siquiera desearlas. No se trata de rechazar toda comunicación divina, pero si tener un discernimiento y reconducir rápidamente nuestra atención a Dios. Basta un "Señor, si viene de  ti, gracias y si no retírame este gusto sensible si me va a hacer daño" y en seguida volver a nuestra oración y recogimiento, sin esperar tener  más. Todas estas  cosas  también hay que consultarlas con el director espiritual para que ayude a discernir.

La curiosidad también puede hacernos caer en la gula espiritual por las "revelaciones" o mensajes divinos. Hay revelaciones privadas que la Iglesia ha dado   por verdaderas    y otras no, o no se  ha pronunciado. El goloso  espiritual empezará con  las primeras y acabará "devorando" Páginas y páginas de Internet repletas de mensajes de las segundas. El "gusto" por conocer lo escondido o lo  futuro le impulsará a pasar horas leyendo mensajes  de la Virgen, de los santos, de Dios Padre, de  los ángeles, etc. Sin ningún tipo de filtro. Aún y cuando la Iglesia haya advertido  que contienen herejías. Estarán meses leyendo mensajes sobre  la conversión  sin ponerse   nunca a ello. Horas ante el ordenador,  y escasos minutos para un encuentro personal con Cristo, para leer la Biblia o meditarla.

Detrás de la  mayoría de esas "revelaciones" no está quien tú piensas. El demonio también sabe redactar.


En las reglas de discernimiento de  espíritus de San Ignacio se dan directrices para identificar cuando algo viene  de Dios y cuando no, por los efectos que producen en el alma la exposición a las sugerencias  del demonio. Al principio pueden traer   gozo, consuelo, paz,     pero al poco de cesar estas  el alma queda  seca, turbada e  incluso con miedo. Los    que se empachan con mensajes sobre castigos    terribles e inminentes terminan angustiados y no tienen paz hasta  que no adquieren   todos  los medios de protección posibles: velas benditas, determinadas imágenes, etc.

Es cierto que Cristo mismo anunció desastres antes  de su Venida pero no es  sensato pensar que abandonaría a su suerte a los pobres de Calcuta porque no tienen acceso a Internet ni dinero para   adquirir velas (y por lo tanto  no están  avisados como tú). El         demonio siempre usará parte de verdad (doctrinal o de las escrituras) para mantenerte enganchado  de forma que llegues a un estado de dependencia emocional por los mensajes y te cause nerviosismo no estar "al día" y te llenes de ansiedad por si las profecías se cumplen.

El Señor siempre deja al alma llena de consuelo  paz y sobretodo esperanza. Aún después de la visión misma del infierno, la Virgen consoló a los pastorcitos de Fátima, de forma que se llenaron de compasión y no  de miedo durante el resto de sus vidas.

Cuidado con los mensajes del tipo "vosotros sois una élite incomprendida incluso ante la Iglesia que os ataca sin motivo". La Virgen nunca puede ir contra la esposa de Cristo ni crear desconfianza, duda y división.  Ni aumentar la vanidad que en el fondo es el efecto que causa.

Un goloso espiritual no tendrá mensajes suficientes sobre la importancia de rezar el rosario, perderá el  tiempo que   se usa en rezarlo, en seguir leyendo lo mismo, mensaje tras mensaje durante años.

Por último la gula espiritual se manifiesta en los excesos.

  • Por darse  el "gusto" el goloso irá a 2 o 3 misas y comulgará varias veces al día (pese  a la limitación que impone la Iglesia). Se ve que no le ha sido suficiente que el Señor se done por entero a la primera que asiste. Es tanto  el placer que experimenta que "quiere repetir".
  • También enlazará tandas de ejercicios  espirituales mes tras mes, sin dejar al alma el reposo para asimilar lo que el Señor le está pidiendo, sólo porque está     "enganchado" a los consuelos que siente en ellos.  
  • También los excesos se dan en las mortificaciones y las penitencias existiendo mucho peligro en eso. Si un director propone ayunar de "chocolate" para practicar la templanza, al goloso espiritual le parecerá poco y empezará directamente a ayunar tres veces  al día  a pan  y agua,  porque le parece más de su agrado. Si le pide rezar  una hora,  lo hará seis, y así con todo  porque es incapaz de ser obediente y templado en lo poco y va directamente al exceso.

Si no eres fiel en lo poco, no lo serás en lo   mucho.

El goloso espiritual, por último, sólo toma lo que le entra por los ojos y lo que no le atrae, lo desecha. Como los niños pequeños que no toman verduras porque "son verdes".  Se conforma con "leche" y por eso Dios no le da alimento  sólido. Es culpa  del goloso el que no crezca en gracia, porque para eso hay que "alimentarse" de Cruz.

El santo hace tiempo que dejó atrás estas cosas, tomando sólo lo que el Señor le da en cada momento, no se da ningún  gusto, sino que     le da gusto a Dios. De esta forma todo se torna en un regalo inesperado y disfruta más que  si fuera algo preparado por él mismo y que le podría   hacer daño.  Quiere dejar de ser un bebé espiritual y crecer, crecer  en gracia y sabiduría, en la medida de Cristo: la medida perfecta de todas las cosas.




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