Lo primero que dice de la soberbia espiritual es que es típica de los principiantes en la vida espiritual. Así que si nos sentimos reflejados es señal de que no estamos tan "avanzados" como creemos (justo eso es la soberbia espiritual). A los principiantes que se esfuerzan durante bastante tiempo en ejercicios de piedad (novenas, rosarios, etc.) y en hacer buenas obras, Dios les otorga un gran fervor. Un fervor que son capaces de "sentir". Esto lo hace Dios para animarles a perseverar cuando lleguen a la sequedad, recordando ese fervor que llegaron a tener. El peligro de "sentir" fervor siendo además esto real, es creer que es señal de santidad Porque cuando pensamos en los santos nos llegan a la cabeza, el corazón ardiendo de San Felipe Neri, el éxtasis de Santa Teresa o el "celo" de San Francisco Javier. Curiosamente no caemos tanto en la noche oscura de la madre Teresa o en las luchas contra la acedia de los eremitas.
La realidad es que si necesitamos "sentir" para perseverar, estamos aún en pañales. Fruto de "creerse" Santo es autoproclamarse maestro. Si los demás no sienten ese fervor y humildemente así lo expresan, los soberbios se sienten en la obligación de "mostrarles" lo que hacen mal. Un director o acompañante espiritual verdaderamente humilde no te señalará los "problemas" sino que te guiará a base de preguntas que debes hacerte para que sea el Espíritu Santo quien te "revele" si existe algún problema, porque el discernimiento no viene impuesto, Sino que es una gracia. Los consejos del tipo: el problema está en que rezas el rosario así o asá, y no como yo, porque "a mí me funciona", están llenos de soberbia, porque son autorreferenciales (a mí) y señaladores de faltas (tú lo haces mal).
El demonio puede simular "sensaciones" para que crezca nuestro orgullo. Por eso S. Juan de la Cruz invita, no tanto a desecharlas como a no darles ninguna importancia, salvo que son señal de que somos bebés espirituales.
Otro síntoma de la soberbia espiritual es "desechar" directores espirituales porque
no nos entienden, o no aprueban nuestra forma de actuar. Sutilmente entran juicios
del tipo: yo sé más que este cura, o se nota
que no es suficientemente santo.
Puede ser un sacerdote sabio que hasta entonces nos había ayudado mucho, pero en el momento en que no alaba lo que decimos, o nos sugiere algo que nos cuesta, sufrimos una decepción y lo abandonamos. Si esto se repite con frecuencia, alerta.
Otros síntomas son la continua comparación aún inconsciente. Tener los ojos en lo que los demás hacen o dicen y automáticamente pensar si yo hago eso o lo haría o diría de otra manera.
También ir al confesionario a que el sacerdote "te canonice" por tus actos de virtud, desplegar en la confesión "tentaciones imaginarias" con las que luchas heroicamente y no ir al grano, desnudos, con lo real de tus pecados: juzgué tres veces, caigo en la gula todas las tardes, cotilleo sin parar, etc. Una buena confesión dura minutos, el resto es dirección.
Otro síntoma es "dolerte por tus pecados" porque son una debilidad y deberías ser perfecto y no lo consigues. Ahí hay soberbia, no contrición. El dolor de los pecados es ver que el Señor se ha hecho vulnerable a ellos, y le hieren al acercarse a mí y aun así no deja de hacerlo. Por eso, habiendo que le hacen daño, no puedo dejar pasarlos como si no tuvieran importancia. Los sufro, los sufre Él y por eso me duelen. Y tengo que pedir perdón porque son pecados precisamente porque mi voluntad ha consentido en causar ese daño en mayor o menor grado.
En el plano teórico (ha leído mucho), pero no hablará de lo que ha aprendido contando sus errores, salvo que se crea San Agustín, en cuyo caso desplegará un testimonio lleno de detalles de lo malísimo que "era" y ya no es.
Como la propia vivencia es la vara de medir del soberbio, su camino y su espiritualidad es el más perfecto para alcanzar la santidad, y en el resto de carismas sólo encontrará carencias y ningún aporte relevante.
El compartir las riquezas de la propia espiritualidad sólo se dan en un sentido: de mí para vosotros.
El soberbio se fija exhaustivamente en sí mismo en la oración: lo que estoy pensando, lo que estoy sintiendo, lo que me pasa, lo que quiero decir, como lo voy a expresar, la postura que voy a coger, el tiempo que tengo, el grado de Intimidad que tengo para "estar tranquilo", etc. Que poquito se centra en Dios. El éxtasis literalmente es salir de ti mismo para ser absorbido por el que contemplas en un total olvido de tus cosas. Pero te crees estar en la última morada de Santa Teresa porque "sientes" cosas.
La curación de la soberbia espiritual pasa por reconocerla y resistir las inclinaciones a los primeros síntomas. Y todos la tenemos en algún grado. Esa es la verdad. Porque la soberbia es una defensa contra la baja autoestima. Solo podemos librarnos de ella por una larga y dolorosa purificación de la gracia que nos quita toda careta que nos hemos puesto, libera nuestra carga y nos sana. Entonces Dios nos revela quién somos realmente y la libertad de ser hijos de Dios nos devuelve la autoestima perdida.
De esta forma no quieres ser más de lo que eres, no correr más de lo que puedes, pues a cada paso se te da lo que necesitas en ese momento y nada más.
Y así es como se es realmente feliz.
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