viernes, 10 de julio de 2020

Los 7 pecados espirituales (I): la soberbia espiritual.

Por primera vez publicamos en el blog Agnosis una entrada que no es de nuestra propia autoría. Se trata de una serie de artículos dedicados a los siete Pecados Capitales Espirituales, cuya autora es Lasamaritana. Los artículos fueron publicados originalmente bajo al forma de sendos hilos en la red social Twitter y por su interés hemos considerado apropiado ponerlos al alcance de un público más amplio a sabiendas de que muchos lectores de Blogger no utilizan aquella red social. 

Queremos agradecer a la autora su permiso para reproducir esta serie de textos en nuestra página. Su cuenta de Twitter para aquellos lectores que estén interesados es @Damihibibere. 




San     Juan   de  la    Cruz   explica los pecados capitales espirituales  con    muchos ejemplos por lo que ayuda mucho a la hora de  hacer  un examen de conciencia para ver si caemos en esas cosas.

Lo primero que dice de la soberbia espiritual es que es  típica de los principiantes en la vida    espiritual. Así que   si nos sentimos reflejados  es señal de  que no  estamos tan "avanzados"  como  creemos (justo eso es la soberbia espiritual). A los principiantes que se esfuerzan  durante  bastante tiempo en ejercicios   de piedad     (novenas,   rosarios, etc.)    y en    hacer buenas     obras, Dios   les otorga un    gran    fervor.  Un fervor  que son capaces   de "sentir".   Esto    lo hace Dios para animarles a  perseverar cuando    lleguen a la  sequedad, recordando ese fervor que llegaron a tener. El peligro de "sentir"  fervor   siendo además esto real,  es creer que es señal de    santidad Porque cuando pensamos   en   los  santos nos  llegan a la cabeza,  el corazón ardiendo  de San   Felipe Neri, el éxtasis  de Santa Teresa o el  "celo" de San Francisco Javier. Curiosamente no caemos tanto  en la noche  oscura de la madre Teresa o en las luchas contra la acedia de los eremitas.  


La  realidad  es   que   si   necesitamos "sentir" para perseverar, estamos  aún en pañales. Fruto  de "creerse" Santo es autoproclamarse maestro. Si los demás no sienten ese fervor y humildemente   así lo expresan, los  soberbios   se  sienten en la obligación    de "mostrarles" lo que hacen mal. Un director o acompañante espiritual verdaderamente humilde no te señalará los "problemas" sino que  te guiará a base de preguntas que   debes    hacerte  para    que  sea el Espíritu Santo quien te "revele" si existe algún problema, porque el   discernimiento no  viene  impuesto, Sino que es una  gracia. Los consejos del tipo: el problema está en   que     rezas el rosario así o asá,  y no  como yo, porque  "a mí me funciona", están  llenos de soberbia,  porque son autorreferenciales (a mí) y señaladores de faltas (tú lo haces mal).

El   demonio puede simular "sensaciones" para que crezca nuestro orgullo. Por eso S. Juan de la   Cruz   invita, no tanto a desecharlas como a no  darles ninguna importancia,  salvo que son señal  de que somos bebés   espirituales.

Otro   síntoma de  la  soberbia  espiritual es  "desechar" directores  espirituales porque no  nos  entienden, o no aprueban nuestra forma de actuar. Sutilmente entran juicios del tipo: yo sé más que este cura,  o se nota que no es suficientemente santo.

Puede ser  un sacerdote sabio que hasta entonces nos había ayudado mucho, pero   en el momento  en  que no alaba  lo que decimos, o nos sugiere algo que nos cuesta,  sufrimos una decepción    y lo abandonamos. Si esto  se  repite con frecuencia, alerta.

Otros  síntomas son  la continua comparación aún inconsciente. Tener los ojos en lo   que los demás hacen o dicen y automáticamente  pensar si yo hago eso o lo haría o diría de otra   manera.

También ir al confesionario a que el sacerdote "te  canonice" por tus actos de virtud, desplegar  en  la confesión "tentaciones imaginarias" con las que luchas  heroicamente y no ir al grano, desnudos, con lo real de tus pecados: juzgué tres veces, caigo en la gula todas  las tardes, cotilleo sin  parar, etc. Una  buena  confesión dura minutos, el resto es dirección.

Otro síntoma es "dolerte por tus pecados" porque son una debilidad y deberías ser perfecto y no  lo  consigues.  Ahí hay soberbia, no contrición. El dolor de los pecados es ver que el Señor  se ha hecho vulnerable a ellos, y le hieren al acercarse a mí y aun así  no deja de hacerlo. Por eso,  habiendo  que le hacen daño, no puedo dejar pasarlos como  si no tuvieran importancia. Los sufro, los  sufre Él y por eso  me duelen.   Y tengo que pedir    perdón  porque son pecados precisamente porque mi  voluntad ha consentido en causar ese daño en mayor o menor grado.

 Y soy  consciente de la necesidad de la gracia que purifique esa voluntad. Es decir me vuelvo a confesar  vulnerable, necesitado, no "torpe" por no alcanzar con mi esfuerzo  un ideal.

 También  hay  soberbia espiritual  en el   que  señalen tus faltas y te duela  que lo   hagan. Si te "duele" es señal de que  hay una herida que sanar. Los humildes agradecen que les señalen que  están equivocados y les muestren la verdad, para no ir ciegos directamente a un barranco. El soberbio espiritual suele  hacer  una "demostración"  de  lo que sabe.   

En el   plano  teórico (ha    leído   mucho), pero no hablará  de lo que ha aprendido contando sus  errores, salvo que se crea San Agustín, en cuyo caso desplegará un testimonio lleno de  detalles de lo malísimo que "era" y ya no es.

Como la propia vivencia es la vara de  medir del soberbio, su camino y  su espiritualidad es el más perfecto para alcanzar la santidad,   y en el resto   de carismas  sólo encontrará  carencias y ningún aporte relevante.

El compartir las riquezas  de la propia espiritualidad sólo se dan en un sentido: de mí para vosotros.

El soberbio se fija exhaustivamente en sí mismo en la oración: lo que estoy pensando, lo que estoy sintiendo,  lo que me pasa, lo que quiero decir, como lo voy a expresar, la postura que voy a coger, el tiempo que   tengo, el grado de Intimidad que tengo para "estar tranquilo", etc. Que poquito se centra en Dios. El éxtasis literalmente  es salir de ti mismo para ser absorbido por el que contemplas en un total olvido de tus cosas. Pero te crees estar  en la última morada de Santa Teresa porque "sientes" cosas.

La curación  de la soberbia espiritual pasa por reconocerla y resistir las inclinaciones a los primeros síntomas. Y todos la tenemos en algún grado. Esa es la verdad. Porque la  soberbia es una defensa contra la baja autoestima. Solo  podemos librarnos de  ella por una larga y dolorosa purificación de la gracia que nos quita  toda careta que nos hemos puesto, libera nuestra carga y nos sana.  Entonces Dios nos  revela quién somos  realmente y la libertad  de ser hijos   de Dios nos  devuelve la autoestima perdida.

De esta forma no quieres  ser más de lo que eres, no correr más de lo que puedes, pues a cada paso    se te da lo que necesitas    en ese momento y nada más.

Y así es como  se es realmente feliz.



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