domingo, 12 de julio de 2020

Los 7 pecados espirituales (III): la lujuria espiritual.

En la lujuria espiritual hay que diferenciar entre dos extremos:

  •  Los que buscan intencionadamente el goce sensual , y
  •  los que reprimen todo gozo sensual.

  

1. Los que lo buscan.

Son estos presa del emotivismo. Por eso lo buscan insistentemente y sólo van a  los sitios donde se sienten "profundamente conmovidos". Rechazarán las catequesis, conferencias, etc. Donde no se da rienda suelta a la expresividad.

Ojo, la expresividad  es buena, buenísima. Y Dios concede el don de lágrimas. Pero el lujurioso espiritual "fuerza" el sentimiento. No mana solo por los consuelos recibidos o  las palabras transformadoras del Señor, sino que se esfuerza por llorar y emocionarse artificialmente.

Si fuera Dios el que le concediera los consuelos, entonces lo irá pregonando a gritos entre todos los presentes para que vean lo "impresionado, gozoso, triste, conmovido" que está. Dios es el Dios de los consuelos pero no     de los aspavientos.  Los lujuriosos espirituales pueden ser presa fácil de la autosugestión, y la histeria. Pueden creer que en cualquier momento pueden morir de amor,   por ejemplo, a la primera señal  de consuelo. Es esta una treta del demonio que los mantiene en alerta constantemente sobre sí mismos y lo que sienten corporalmente.

De esta forma nunca están recogidos en la oración sino presa de sus pasiones.

Los "toques  divinos" siempre dan frutos de santidad. La lujuria espiritual es ésteril. Por eso los que caen en  estas   cosas  no suelen traducir en obras lo que están convencidos de sentir.

Advierte San Juan   de la Cruz que estas  personas buscan amistades espirituales más por el gozo que sienten de estar   con ellas que por el  provecho y aumento de amor a Dios que puedan alcanzar de esas amistades.

Para distinguir si es lujuria espiritual o no, dice el santo que hay que ver si el recuerdo de esa amistad te trae a la mente un amor encendido a Dios junto  con el  gozo de la bella amistad, o un amor encendido a  la persona junto un recuerdo vago de Dios. En el segundo caso, no están bien purificados los apetitos sensuales.

 

No se trata    de perder esas amistades, que son santas y buenas, sino reconducir nuestras intenciones. No es bueno que el hombre esté solo. Esas amistades, si las tenemos son     un regalo que hay que agradecer  a Dios y cuidar.

  

2. Los  que reprimen el gozo sensual.

Los toques divinos de Dios tocan a la "persona" que es cuerpo espiritual. No hay que caer en el dualismo pensando que el cuerpo va por un lado   y el alma por otro. Lo que afecta al alma, afecta al cuerpo y viceversa, porque somos personas.

Cuando el cuerpo recibe un estímulo placentero, inmediatamente          segrega hormonas  que ponen en marcha el            motor del deseo. Este es un proceso fisiológico, perfectamente natural, bello   y querido por Dios.

Cuanto mayor es el gozo,  mayor es el impulso que el deseo  produce en el cuerpo pero el problema de la lujuria espiritual, es percibir esa respuesta corporal como  algo perturbador, malo y rechazable.

Esto ocurre por una identificación equivocada del "eros" (amor de deseo) con la "porneia" (lascivia). La deformación del eros es lo que trae  al hombre esa perturbación, confundiendo algo  bueno y santo, con  algo pornográfico y sucio. La exposición en mayor  o menor medida a una idea de lo sexual más lasciva que admirativa en su belleza intrínseca, nos ha producido una herida, la pérdida del eros como expresión del anhelo profundo.

Dice San Juan de  la Cruz que   a causa de la porneia, el demonio   aprovecha los primeros estímulos corporales que sentimos en la comunicación divina para sugerirnos imágenes impuras, de forma que nos confundamos más aún: "esto que estás sintiendo es malo, impuro, recházalo".

Así mutila y nos arranca el eros y refuerza en nuestras mentes la porneia.

Hay que rechazar las imágenes impuras, pero no el deseo corporal de un amor  infinito. Cuando Dios toca    el alma la impulsa  hacia  Si, atrayéndola por completo (cuerpo y alma), despertando en ella una sed de Ella que se expresa en el alma "con gemidos inenarrables" y en el cuerpo (con la activación de la fisiología corporal)    de forma que la persona expresa completamente ese anhelo por la plenitud del  Amor.

Esto es el éxtasis de los santos, que   no reprimen ningún impulso natural,  sino  que se dejan guiar por ese deseo  que Dios les despierta. En ellos no hay perturbación, porque no hay desviación.  Es algo santo y bueno.

San Juan Pablo II nos dejó la solución a esta manifestación de la lujuria  espiritual como represión del deseo  natural divino. Es lo que se llama Teología del Cuerpo.

Benedicto XVI habló  bellísimamente sobre el Eros. Y ahora, en estos tiempos, hay gente  que dedica su vida a transmitir la belleza encerrada en nuestros cuerpos. Uno de ellos es Christopher West, que explica todo    esto mucho mejor  que yo Por eso os pongo este video, seguramente será una de las  mejores cosas que  escuchéis hoy (prefiero que lo veáis a que   sigáis con el hilo, con eso os lo digo todo): 

Redescubriendo el Eros

El es mismo Señor el que viene  a liberarme   de la esclavitud de  las pasiones  de forma que estas no me gobiernen y marquen mi conducta (1 manifestación de la lujuria espiritual) y también es Él quien logra esa armonía de mente, cuerpo, alma y afectos, desterrado  toda impureza y mentira sobre  mi sexualidad  y mis deseos (2 manifestación de la lujuria  espiritual), para que llena de gozo,            impulsada por  el Amor, pueda ser libre y entregarme a Él con toda mi       alma, mi mente, mi SER.

 


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4 comentarios:

Anónimo dijo...

Según la doctrina sufí, los estados espirituales son dones de Dios, no adquisiciones. No podemos producirlos de ninguna manera, ni siquiera debemos rezar por ellos. Nuestro trabajo es, simplemente, recordar a Dios y olvidarnos de nosotros mismos. Por otro lado, si pasamos cada hora despierta recordando a Dios, y en última instancia cada hora de sueño también, los estados es pirituales o místicos bien pueden llegar. Buscarlos es codicia espiritual, pero rechazarlos cuando ocurren puede ser ingratitud espiritual. Exigir regalos al Benefactor y rechazarlos cuando se ofrecen son ambas violaciones de la cortesía; y en las palabras de un proverbio sufí, "El Sufismo es todo cortesía". La recepción de tales estados no dice nada definitivo sobre el grado de avance espiritual del receptor, ya que, según el Corán, "Dios guía correctamente a quien quiere y desvía a quien quiere". En otras palabras, Dios puede a veces castigar la codicia egoísta de una persona por la experiencia y la autoridad espiritual enviándole estados seudomísticos, o más bien permitiendo que lo hagan fuerzas
demoníacas, cuyas consecuencias finales le demostrarán su propio orgullo espiritual, si está dispuesto a escuchar. Una doctrina similar está implícita en las palabras del Padre Nuestro, "no nos dejes caer en la tentación", que han sido tan desconcertantes para algunos cristianos que las han alterado para que digan "no nos pongas a prueba", como si Dios no nos pusiera a prueba en cada momento de nuestra vida de una manera u otra. Además, según la doctrina sufi e hindú, los estados místicos son enviados no por nuestro avance espiritual, sino por nuestras impurezas. Imaginen los rayos del Sol enfocados a través de una lupa sobre una losa de mármol blanco. Si hay aserrín en el mármol, estallará
en llamas; si el mármol está limpio, no habrá nada más que iluminación. El aserrín es nuestra masa de impurezas espirituales; las llamas son los estados espirituales que las queman; la iluminación de la piedra limpia es la Sabiduría; la luz es el Intelecto Divino.

CHARLES UPTON - EL SISTEMA DEL ANTICRISTO

Me alegro de volver a er actividad en el blog.
Un cordial saludo

Dr. Ramsés dijo...

Upton siempre tan certero.

Siempre honrado por sus comentarios. Saludos.

Anónimo dijo...

Saludos Ramses,

Después de leer una traducción de un extracto del "sistema del anticristo" de Albaicín, y una entrevista, busque el libro y lo encontré en inglés. Aún pudiendo entender algo, me decidí a traducirlo al español con la ayuda de un traductor que realmente me ha sido de gran ayuda. No se si habría alguna manera de compartirlo, debido a leyes de autoría. No es mi intención, pero realmente es un trabajo que vale mucho la pena.

Después de unos pocos meses lo terminé y leí con calma, y ha sido una lectura profunda, me ha parecido un trabajo muy honesto y de mucha profundidad, y sobretodo, una verdadera joya como ayuda en la oscuridad confusa de estos tiempos para todo aquél con el anhelo suficiente como para no dejarse arrastrar por la inercia dominante.

Hay mucho que, aunque ya expuesto en obras como las de Guenon, Lings, Schuon, Évola o Ibn Asad, es de rigurosa aplicación a la actualidad, incluso a nivel politico-social, como gran ayuda para entender la forma que toma en el mundo el crucial momento que vivimos desde la prespectiva escatológica. Y también ayuda muchísimo a exponer las tentaciones de la "nueva espiritualidad", que son más insidiosas de lo que muchas veces queremos reconocer, y da herramientas intelectuales y doctrinales para poder refutarlas, tanto externamente como en el corazón de uno mismo, que en estos días está constantemente en "riesgo" de ceder campo.

De nuevo, mi alegría y agradecimiento por los trabajos expuestos, me parece que esta serie de artículos sobre los pecados espirituales nos viene como anillo al dedo como recordatorio, al menos a mí.

Un cordial saludo.

Dr. Ramsés dijo...

Nos llegan al buzón de moderación de los comentarios algunos mensajes pidiendo que se comparta su traducción del libro de Upton. Se me ocurre que esa traducción que ha hecho el lector del comentario anónimo que antecede puede ser compartida aquí en los comentarios mediante un enlace de descarga libre, a través de una nube como Google Drive o de una página de descargas como MEGA.

Dejo la sugerencia aquí al autor de la traducción por si tiene a bien compartirlo con todos los lectores del blog.

Un saludo