domingo, 23 de febrero de 2014

Símbolos del Camino de Santiago: la Vieira (I)


La vieira es uno de los símbolos fundamentales del Camino de Santiago, y lo es al menos desde los tiempos medievales, pues los peregrinos eran identificados y reconocidos como tales por portar la conocida concha bien visible sobre la capa o el sombrero. Hasta tal punto se identificó a los peregrinos con la vieira que la misma llegó a ser atributo inconfundible del propio santo, el Apóstol Santiago. Es curioso que la concha de vieira -que además en principio no es un símbolo crístico- se impusiera como símbolo identificativo de todo el Camino de Santiago, más si cabe teniendo en cuenta que no podían encontrarse estas conchas de manera natural en la zona concreta en que descansa la tumba el Apóstol, pues se trata de un molusco marino [1]. Este hecho, así como el fenómeno de su pervivencia como símbolo durante más de mil años -algo inaudito en estos tiempos en que todos los símbolos amenazan perderse- indican que la vieira desde los primeros tiempos del Camino debió tener un significado y un valor central para los peregrinos.  

Aunque la vieira es bien conocida como atributo y símbolo del Camino, quizá es menos conocido el rito que rodeaba su adquisición, al menos en origen, y que nos pone en la pista de su profundo significado metafísico: los peregrinos se hacían con ella en el 'mar de Fóra', en el Finisterre, que es donde acababa su camino, y tras recogerla la intercambiaban con otro peregrino, compañero de camino. Era en realidad con esa vieira, la que le daba el compañero, con la que cada peregrino regresaba entonces a su casa. 

Este rito del 'cambio de vieiras', ya desde la perspectiva exotérica y sin entrar en mayores profundidades, es un precioso gesto de amistad, que destaca el valor del destino como fuerza que subyace al camino mismo y a sus vicisitudes, poniendo el énfasis del peregrinaje en el encuentro con los otros y en el acto de compartir. El Camino es ante todo un 'cruce de caminos', de todos los caminos en realidad -volveremos a encontrar este sentido más adelante-. El 'cambio de vieiras' entrelazaba así a cada peregrino con otro, al que con casi total seguridad nunca volvería a encontrar, al menos en esta vida. El cambio de la vieira suponía entonces una especie de lazo sutil que, aunque anudado[2] en Compostela, se extendería más allá de este mundo hasta la otra vida, y volvería a cruzar los caminos de los peregrinos después de la muerte como un vínculo indeleble. 

Aprovechando que hemos tocado tangencialmente el polémico asunto referente a si los peregrinos llegaban o no hasta la orilla del mar, creemos conveniente aclararlo. Aún se escuchan voces dentro de la iglesia católica que no solo niegan que el Camino llegara en tiempos medievales hasta el Finisterre, lo cual no se sostiene de ninguna manera, sino que llegan incluso a recomendar a los peregrinos actuales no ir hasta allí y se tacha esta costumbre de invención moderna o, lo que es peor, de costumbre pagana (¿?). Se impide con estos argumentos que otros puedan conocer y participar de los símbolos eternos que allí hay. Que la peregrinación acabara a orillas del mar -o más precisamente en el mar mismo-, y acompañada muy seguramente por ritos hoy ya olvidados, no tiene nada de moderno, como tampoco de precristiano y sí mucho de simbólico e iniciático sin embargo. 

Tales opiniones contrarias a la idea de que el Camino de peregrinación se extendiera hasta el Finisterre -una legendaria 'Tierra de los muertos'-, aparte de no sostenerse históricamente, dan pábulo a todas las peligrosas corrientes ocultistas, neo-paganas y new-age que tratan de 'descristianizar' -y en el fondo de desacralizar- el Camino, pretendiendo remontarlo hasta épocas remotas, celtas o anteriores, de lo cual no existe la menor constancia. Por tanto estas opiniones, salidas lamentablemente de la misma iglesia, en lugar de combatir la 'moda' ocultista y neo-pagana que se extiende por doquier, en realidad la alimentan al negar con obcecación algo tan evidente como que el camino acababa frente al mar. 

Este tipo de opiniones muestran además una ignorancia bastante preocupante de la historia propia y de los propios símbolos, y demuestran que no se ha comprendido en absoluto el sentido último del peregrinaje, que -entendido simbólicamente- no puede acabar en otro sitio que en el mar. El mar, como la muerte, se traga todas las formas y consume toda individualidad. Por esta razón todo peregrinaje hacia el occidente es una metáfora de la muerte -la muerte simbólica del sol representa el apagamiento y la ocultación del Intelecto que brilla en la manifestación. 

Estamos ante un ejemplo más de hasta qué punto muchos cristianos modernos -precisamente por eso, por modernos- son profundamente ignorantes de su milenaria tradición y no alcanzan a comprender los ritos y simbolismos que forman parte de la misma, que no tienen porqué ser en todos los casos explícitamente religiosos o litúrgicos por lo demás. Gracias al proceso modernizador en marcha, el cristianismo y sus ritos van quedando cada vez más confinados al interior de la iglesia, y más precisamente al rito de la misa, siendo cada vez menos entendidos por los fieles, y desde luego menos presentes en la vida cotidiana, aspecto central para el cristiano tradicional como podía serlo el hombre medieval. Todo ello supone una merma evidente de la milenaria riqueza de esta Tradición, riqueza que debería ser puesta al servicio del creyente para su beneficio y que hoy en día le es negada bajo las excusas del paganismo, el oscurantismo y la superstición. 

Por último, decir que este tipo de cristianos críticos con símbolos y ritos cuyo sentido metafísico último se les escapa, demuestran una estrechez de miras mucho mayor y una capacidad de síntesis más deficiente de las que mostraron los cristianos medievales mismos, que supieron aunar en armonía las diferentes tradiciones, anteriores a ellos, que se iban encontrando por dondequiera que fuesen. Hay que decir que si aquellos cristianos asumían algo de dichas tradiciones no era en razón de atraer o contentar a esos fieles, sino a causa de que encontraban en las mismas enseñanzas metafísicas incuestionables y plenamente válidas que podían ser incorporadas con provecho al cristianismo. El hecho es que el cristianismo medieval era mucho más poliédrico y plural de lo que hoy podemos imaginar. 

Dicho sea de paso y para responder a ciertas ideas infundadas que circulan sin encontrar oposición, como suele suceder con las hipótesis más descabelladas, no negamos que muchos símbolos del celtismo fueran integrados dentro del cristianismo medieval, lo cual es obvio y no tiene nada de extraño.  Lo que negamos es que los celtas peregrinaran a este o a cualquier otro lugar. Nadie ha aportado nunca una sola prueba de ello. Y, ya puestos, ¿por qué camino lo hacían? ¿por el camino francés? ¿o quizá fueron tan previsores que acomodaron su peregrinar al camino primitivo que siglos después nacería en Oviedo, intuyendo que esta ciudad sería la futura capital del reino Astur-leonés? Es evidente que estos infundios no tienen pies ni cabeza. Que los celtas tenían lugares sagrados es algo evidente, como los tiene todo pueblo tradicional, así como que muchos de estos lugares eran considerados plutonías o 'Tierras de los muertos', es decir lugares de contacto con el más allá y los antepasados, pero que peregrinaran a ciertos lugares distantes cientos o miles de kilómetros de su hogar, como sucediera en la edad media cristiana es una idea que no tiene la más mínima prueba a su favor. El Camino de Santiago fue construido, en todos los sentidos del término, en la edad media cristiana sin precedente de ningún tipo. 

Añadiremos solamente que este tipo de infundios, dirigidos a falsear la historia y crear la nueva pseudo-mitología de la new-age, proceden siempre de sectores anti-cristianos y anti-tradicionales, y de hecho se acompañan de una crítica visceral e irracional hacia el cristianismo [3], lo cual debería poner en guardia hacia ellos en tanto muestra que son de una acedia y una acritud de lo más sospechosas. Es curioso cómo para la new-age cualquier tradición malconocida, lejana o muerta e imposible de restituir en la actualidad tiene más valor que cualquiera de las tradiciones regulares que hoy existen, lo cual dice mucho de sus intenciones... Recordemos de paso que frecuentemente se acusa -por parte de esos mismos sectores -las archipoderosas fuerzas anti-tradicionales que nutren la ceremonia de confusión- al cristianismo de haber acabado con la cultura celta, lo cual es materialmente imposible, pues se olvidan los no menos de 500 años de etnocidio y opresión continuados por parte de Roma que el pueblo celta llevaba a sus espaldas. Poco o nada de su cultura podía quedar en estas regiones -exceptuando la no invadida Irlanda lógicamente-, pero si algo del celtismo ha llegado a nosotros ha sido precisamente gracias a la cristianización de esas regiones. Negar esto es simple y llanamente una muestra de ignorancia.  


Último hito o mojón del Camino de Santiago, 
en la costa de Fisterra.


Como decimos es difícil reconstruir toda la secuencia de ritos que formaba parte del 'fin del camino', pero sí sabemos por ejemplo que existía la costumbre de quemar las ropas al llegar al mar -quizá en las inmediaciones de la ermita de san Guillermo-, lo cual equivalía a una renovación o actualización del bautismo cristiano, símbolo de un nuevo nacimiento. De hecho muchas pilas bautismales presentan forma de concha de bivalvo gigante y la concha misma es tradicionalmente empleada en el bautismo de los niños para verter el agua bautismal sobre su cabeza. Por tanto la relación entre la concha y el bautismo es bastante obvia.



Detalle de un Bautismo de Cristo de El Greco. 
Se aprecia perfectamente cómo Juan bautiza a Cristo con una concha de vieira. 



Si alcanzar el océano atlántico y hacerse con una concha de bivalvo en sus orillas era para el peregrino un modo de revivir y actualizar el propio bautismo, es también muy probable que se efectuaran ritos específicos en este sentido -asociados al renacimiento- al llegar a la catedral de Compostela, particularmente en el camino de vuelta del Finisterre. Estos ritos serían seguramente distintos a los del primer paso por la misma catedral en el viaje de 'ida', pues estos últimos serían más bien ritos relativos a la muerte y el Juicio del alma. En efecto, si el Camino mismo es una metáfora del viaje del alma tras la muerte, no puede ser lo mismo -ni simbólica ni tampoco ritualmente- la parada en Compostela en la 'ida' hacia el mar, ese absoluto de donde todas las vidas salen y a donde todas regresan, que en la 'vuelta'; si la ida es la muerte, la vuelta es más bien un renacimiento o una resurrección. 

En todo caso creemos que una vez comprendido el simbolismo del mar y de la vieira no quedará duda de que el Camino debía acabar frente al mar. 



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Siguiendo nuestro proceder habitual no haremos un repaso historiográfico de lo que se ha dicho o publicado sobre la vieira compostelana sino que iremos al significado mismo que muestra el símbolo, huyendo una vez más del mero conocimiento acumulativo y buscando penetrar el contenido esotérico del símbolo. 

Cuando nos referimos al simbolismo de la vieira debemos distinguir entre el significado que porta el molusco en sí, del cual ya hemos adelantado algunas cosas, y los significados que se asocian al signo o dibujo por el que la vieira se representa habitualmente, repleto de alusiones de lo más diverso como iremos viendo. 

Y dado que la vieira es un molusco bivalvo que vive en el fondo del mar, de donde sus conchas son arrastradas hasta la orilla, que es donde las recogían antaño -y aún hoy- los peregrinos, debemos atender en primer lugar al simbolismo del mar o del océano en sí, que no es sino una forma particular del simbolismo universal de las aguas primordiales y eternas, simbolismo dentro del cual se halla como escondido el significado de la concha de vieira


Simbolismo de las aguas. Si nos referimos a las 'aguas primordiales', hay que señalar en primer lugar que el agua no solo carece de forma propia sino que además absorbe dentro de sí -o disuelve- toda forma que entra en ella. Precisamente y acorde con esto, el agua es considerada el disolvente universal. Por tanto el agua asume todo lo que entra en ella, lo que esotéricamente quiere decir que re-absorbe la manifestación y la devuelve a su origen inmanifestado pero pleno de potencias y posibilidades. Espacio inconmensurable lleno de posibilidades de existencia -algunas de ellas inimaginables- que es el mar por lo demás. He aquí la sorpresa de los antiguos frente a los extraños seres que poblaban el océano, sorpresa que seguimos sintiendo hoy al ver las extrañas criaturas que aún nos deparan las profundidades oceánicas. Lo cual posee una lección metafísica evidente referente a que otros estados de manifestación -otras posibilidades en definitiva- se hallan contenidas en él, un poco al modo de esa conocida frase de Paul Eluard:


"Hay otros mundos pero están en este"
Es decir, el mar u océano contiene en sí toda la posibilidad, es la imagen aprehensible de la inmanifestación. Es un buen ejemplo de la infinitud metafísica y por ello el océano es símbolo del infinito, o mejor dicho de la inconmensurabilidad de la manifestación, cuya variedad es en modo indefinido y nunca se agota -nunca hay dos seres iguales-. 

Por otra parte debido a esta capacidad que señalamos de que todo aquello que se sumerge en él resulta engullido y pierde su forma -lo que equivale a decir que pierde su individualidad-, para la experiencia humana el mar es un abismo en que todo cabe y que nunca se llena, y si se pretende vaciarlo, tampoco nunca se vacía, a semejanza de la imagen del monstruo de grandes fauces, símbolo del caos y la inmanifestación que también ha sido asociado frecuentemente al mar -como el monstruo Tifón o la serpiente Apofis- y que ha sido empleado para representar este retorno de todo lo que existe a una indiferenciación previa a toda "forma".  

Aquí nos encontramos ante la aparente paradoja de cómo todas las tradiciones ancestrales pusieron el origen de la existencia en las aguas y el mar, y cómo tras todo un camino de re-construcción y re-mitificación de la realidad humana, la ciencia moderna, si bien haciendo uso de un discurso muy distinto -según sus defensores no mítico sino científico...- ha llegado a la misma conclusión: que la vida proviene de las aguas, y se originó en el mar, o mejor dicho en el llamado caldo primitivo, una zona intermareal, según se hipotetiza, donde tenía una gran importancia el ciclo de las mareas... y por tanto la luna. Otra paradoja más, pues es bien sabida la importancia otorgada a este astro por parte de todas las tradiciones en lo que respecta a la aparición de la vida y la fecundidad así como en el desarrollo y crecimiento de los seres vivos. Después de todo, la ciencia, a pesar de haber re-creado por completo el mundo y su mitología -y alterado en el proceso su valor- no puede sino decir lo que ya había sido dicho y descubrir lo que ya había sido descubierto. En verdad, se ha dicho ya pero nunca será lo suficientemente repetido: el punto de vista cientifista, reduccionista y profano solo puede imponerse en una sociedad cuando el punto de vista tradicional ha llegado a ser completamente incomprendido por parte de sus miembros.


Volviendo al tema que nos ocupa, la pérdida de la forma al ser engullido por el mar es una analogía de la pérdida de la individualidad por la muerte, que engulle y disuelve la forma particular, individual, de un ser. Y no solo la forma física de ese ser, que se descompone y disgrega sino que también amenaza con disolver su forma sutil, psíquica, la identidad de ese ser. Es ésta identidad la que todas las tradiciones apuntan a conservar. La muerte supone el regreso a la inmanifestación del ser particular, perdiendo con ello el estado de existencia manifestado, estado que puede ser calificado de verdaderamente excepcional pues como enseñan todas las metafísicas el No-Ser es más grande que el Ser y la no-manifestación incomparablemente mayor que la manifestación, a la cual contiene. 

Es este retorno a la inmanifestación primigenia lo que muestra el conocido mito de la inundación por el agua -el diluvio universal-, que representa el fin y el repliegue de un ciclo de manifestación cuando sus posibilidades ya están agotadas: todas las formas contenidas en ese determinado ciclo son reabsorbidas en el núcleo primordial e indiferenciado de donde procedían, vuelven al punto de origen, punto desde el que volverán a manifestarse bajo nuevas condiciones de existencia dando lugar a un nuevo ciclo. Pues bien, para que tales potencialidades -contenidas en tanto que posibilidades del mismo modo en que el árbol está contenido en la semilla- vuelvan a manifestarse, es decir vuelvan a la existencia, será necesario que se coagulen, revertiendo el proceso disolutivo simbolizado por la inmersión en las aguas; acción, la citada coagulación, que se realiza por efecto de la influencia desecante y solar del Espíritu -el Yang extremo-oriental-, que actualiza y ordena las potencias húmedas y lunares de la substancia -el Yin-, tal y como se relata en el mito del Génesis [4]. Nos encontramos una vez más ante el tema ya tratado en estas páginas de la mutua necesidad para dar origen a la manifestación entre materia y forma. 

Cabe citar aquí el conocido principio hermético 'Solve et coagula' -"Disuelve y coagula"-. Así podemos definir la existencia de un ser particular como un estado de coagulación y actualización de sus posibilidades, contenidas en su germen primordial de modo análogo a como el molusco está contenido en su concha; y el estado de muerte y desaparición de dicho ser como un estado de disolución y retorno a la indiferenciación primordial. 

Por tanto, es en el fondo de las aguas donde se conservan o almacenan de algún modo, las posibilidades de cada ciclo de manifestación en general así como de cada ser en particular; y es a estas posibilidades a las que se refiere el simbolismo del molusco bivalvo que las contiene en sí bajo la forma de potencias irreductibles protegidas por su caparazón. El molusco representa para la manifestación universal lo mismo que el punto para la geometría: un lugar de extensión infinitesimal, que no es nada en sí mismo, pero que contiene todas las posibilidades y sin el cual nada sería imposible -ni la figura de la geometría ni la existencia en la manifestación-. 

Siguiendo con nuestro análisis, tanto el simbolismo de las aguas primordiales como el del molusco bivalvo nos recuerdan al signo de Cáncer, del que ya hemos hablado, y a este respecto no debe pasar desapercibido la similitud del glifo por el que se representa el signo zodiacal con la idea del molusco bivalvo mismo, como también señalamos en aquella ocasión. Semejante relación nos introduce de lleno en el sentido esotérico de la vieira. La forma del molusco con sus dos conchas -una superior y otra inferior- se refiere aquí a la protección de lo embrionario de los peligros exteriores, las influencias disolventes del entorno; a la manera del Arca de Noé que protegió en su interior a una pareja de cada animal -el principio dual necesario para la creación, el Yin-Yang- de ser disueltos en el cataclismo cósmico del diluvio universal. 

Esta figura del molusco replegado sobre sí mismo protegiendo su delicado interior, ese pequeño ser que sin su caparazón desaparecería inmediatamente en la infinitud del océano, también nos recuerda ese pasaje coránico en que una palmera se inclina sobre la Virgen María para protegerla: la naturaleza se pliega sobre sí misma para proteger lo más valioso que contiene en sí, que no es otra cosa que la presencia espiritual. Así entendido la naturaleza misma, y toda la manifestación con ella, puede ser entendida como esa concha protectora, esa máscara que a la vez muestra y oculta, vela y des-vela, la presencia del Espíritu. La naturaleza es de algún modo como esa concha que lleva oculta en sí una perla, la fuerza espiritual, a la que envuelve y protege. 

Hemos citado la perla. Todo este simbolismo del molusco que sobrevive en el fondo de las aguas en un estado preformal y que guarda en sí un tesoro que será mostrado a  la luz, des-velado, en el momento de salir a la manifestación, no es para nada casual. El símbolo del 'tesoro oculto' es simbolizado en numerosas tradiciones bajo la imagen de la perla, la piedra preciosa que algunos moluscos de este tipo producen, no en las entrañas de la tierra como las otras, sino en las entrañas del mar [5]. Y este significado del 'tesoro oculto' está contenido también de alguna manera en el signo de Cáncer mismo, en tanto que como repliegue -el cangrejo camina hacia atrás- de la manifestación es también como un intento de salvar las últimas posibilidades, conservándolas para el futuro, como un entrar en el Arca de la salvación.   




[1] Este detalle demuestra que el peregrinaje se extendía habitualmente hasta el océano atlántico.
[2] El 'nudo' es un proverbial símbolo esotérico, que por cierto esconde un simbolismo relacionado con el viaje de ultratumba, cosa no sin importancia cuando se habla del Camino de Santiago, que es una especie de anticipo 'aquí y ahora' del viaje del alma hacia el más allá. 
[3] Sobre todo es típica la crítica dirigida a poner en duda la historicidad de personajes o sucesos bíblicos, como si tal crítica -que no es causada más que por la ignorancia y la cortedad de miras de quien la hace- invalidara en algo la Verdad contenida en la Escritura. Curiosamente, esta beligerancia radical que la new-age muestra a la hora de criticar el cristianismo como una pretendida suplantación de otra religión anterior se torna amigable benevolencia hacia todo lo que tenga que ver con religiones lejanas y exóticas, a ser posible incomprendidas, como es el caso del budismo y sobre todo del paganismo, un detalle que no debería pasarse por alto.  
[4] 'El espíritu de Dios aleteaba por encima de las aguas'. (Gn. 1, 2)
[5] Recuérdese el Himno de la Perla, conservado en el Evangelio Apócrifo de Tomás, apócrifo de los primeros tiempos del cristianismo. 

3 comentarios:

Anónimo dijo...


INICIACIÓN O REALIZACIÓN ESPIRITUAL

Tradición Cristiana
Vía de Pedro Vía de Juan E. Vía de Santiago

Exoterismo Esoterismo Vía “Marial”
Comunidad interior No habitual
Literalidad Iniciación Camino “ Solitario(a)s”
Historicismo Maestro(a)-discípulo(a) “Próximo(a)s”
Dogma Simbolismo Maestro“interior”
Cadena Transmisión

Anónimo dijo...



MARGA , VIA O CAMINO

CRISTIANISMO
“Vía de la Acción Constructores
o de las obras “ (oficios –artesanos)
“Vía de la Devoción” Orden religioso-
o I. Real “ militar ( TEMPLE)
MISTERIOS MENORES
“Vía Conocimiento Maestro espiritual
o Gnosis “ o I. Sacerdotal
MISTERIOS MAYORES

Anónimo dijo...


LA ERMITA de EUNATE
Eunate : 100 puertas : 1 Uno.
Onate: “ Buena puerta” . Eunato ( latín) : “Bien nacido” .
En el valle de Valdizarbe ( de las estrellas).
Planta octogonal : nº 8 : Re-nacimiento y Esperanza .
“Puerta “ entre el Mundo Celeste –Terrestre ( “Bodas Cielo-Tierra “)
Cuadrado (tierra) Octógono ( puente o pasaje ) Esfera ( Cielo).
Octógono : 8 + 1 ( eje o axis central ) : 9
Estrella 8 puntas: Madre Virgen ,Venus, Stella Matutina ,Isis , Afrodita.
Orientada hacia Virgo: Estrella Blanca o Alfa Virginis.
Dedicada a la Virgen : Iniciación “ Marial “ .
Galería porticada de 33 arcos : 3 x 3 : 9 .
Ábside pentacular nº 5 “el peregrino” : Andrógino o
Ser Humano Verdadero , Primordial , Adam -Eva .
Reúne la Iniciación Real ( nº 5) y la Iniciación Sacerdotal ( nº 9) .