Pero a pesar de todo lo dicho, en cierto sentido, no hay una sola puerta sino dos: el templo de Jano, dios de las dos caras, al que se consagraba el mes de Enero (Januarius, de Jano; January en inglés) poseía dos puertas enfrentadas, cada una frente a una de las dos caras del dios. También el templo cristiano por antonomasia, la catedral, posee dos puertas y dos caminos. Y éstas simbolizan entonces los dos misterios, las dos iniciaciones: los ‘misterios menores’ y los ‘misterios mayores’.
Dos puertas y dos llaves. El escudo pontifical nos muestra una mitra papal (compuesto de tres coronas) y dos llaves entrelazadas. Las tres plantas de la mitra papal representan los tres mundos: inferior, medio -o terrestre- y superior -o celeste-. Las dos llaves (una de plata, la otra de oro) por su parte son un claro ejemplo de sinécdoque, la parte por el todo, pues la misión de toda llave es abrir una puerta. San Pedro, con las dos llaves en su poder, se muestra como custodio de las ‘puertas del cielo’, vale decir también de las puertas iniciáticas de acceso a la Iglesia entendida como comunidad de fieles (Ecclesia) y 'cuerpo místico' de Cristo. San Pedro es reconocido como el portero del cielo y vigila el acceso al interior de la Iglesia como Templo místico y espiritual formado por todos los cristianos. Recordemos que Pedro, del latín Petrus, significa piedra y que en palabras de Jesús:
“sobre esta piedra edificaré mi iglesia”. [1]
Así esta piedra que Pedro representa no es tanto la iglesia misma como el soporte que la sostiene y defiende en sentido espiritual, manifestado en sentido material en la piedra de fundación de los templos cristianos regulares edificados según el simbolismo tradicional.
Como es fácilmente comprensible la ‘piedra’ no es la ‘iglesia’ sino su material constructivo básico, en tanto que la iglesia está hecha de piedras. El destino de Pedro, en un sentido esotérico, es ser custodio de esa puerta, guardar las llaves -es decir, cuidar a los dos 'san Juan'- y ser vicario de Cristo como dice la Tradición. Si Cristo solo pudo manifestar históricamente su papel por un tiempo limitado, el papel de Pedro y sus sucesores será sustituirle, representarle durante el tiempo que media hasta la segunda venida.
Hemos dicho que, en tanto que 'guardianes del umbral' que abren y cierran el paso, los dos 'san juan' pudieran ser identificados con las llaves que porta san Pedro. Así san Pedro se habría 'apropiado' de un simbolismo -controlar el acceso a las puertas- que no le corresponde a él, o al menos no en exclusiva. Podemos relacionar las dos llaves de san Pedro como representando a los dos juanes:
- la de plata a san Juan Bautista, y
- la llave de oro a san Juan Evangelista.
La propia tradición iconográfica muestra a san Juan evangelista con cabello rubio (o pelirrojo) y vestido de rojo o carmín, en claro parentesco con los símbolos solares. San Juan Bautista es mostrado como anciano, de cabellos grises, blancos o plateados. No hace falta decir más para ver en ellos las dos llaves de san Pedro: una de oro y otra de plata.
Comprendiendo de este modo su simbología, la misión de Pedro no es otra que proteger a Juan; dicho en otras palabras la ‘piedra’ sobre la que se edifica la Iglesia defiende y protege el acceso a la ‘puerta celestial’, ¿debemos entender que la piedra no es más que el 'marco' exterior -exotérico- en que se da la iniciación?
La correlación entre Pedro-exoterismo y Juan-esoterismo es bien conocida. En este sentido Pedro -como símbolo de la iglesia exotérica- sería el responsable de guardar los ritos y la letra -que constituyen la forma visible de la Tradición cristiana- y Juan -la iglesia esotérica- el espíritu vivo que habita en los unos y la otra [3]. Recordemos aquí la tradición que nos dice que los evangelios sinópticos tienen por misión la catequesis de los nuevos fieles (neófitos) antes del bautismo, en tanto el evangelio de san Juan se dirige exclusivamente a los ya iniciados, es decir bautizados.
Este esoterismo representado por Juan evangelista tiene como dos caras: una de oro y otra de plata, o dicho de otro modo, una joven y otra vieja. Si las llaves corresponden a las dos direcciones -puertas- de la catedral [4] y están en relación con los Misterios mayores y menores, y los juanes guardan relación con las dos llaves de Pedro, ¿significa esto que los dos juanes representan ellos mismos los Misterios Mayores y los Misterios Menores?
Y curiosamente aún queda otra relación que llama nuestra atención, ya que la Virgen es llamada en las letanías Ianua Coeli -Puerta del Cielo- y, como hemos dicho en otro lugar, es asociada a lo lunar -y la plata es un conocido símbolo lunar- en oposición al discípulo amado, asociado siempre a lo solar, ¿figuraría entonces la Virgen los misterios menores?
Todas estas consideraciones no tienen una respuesta única, ni tampoco segura, al menos de momento. Una posible relación simbólica entre María y el Precursor no es descartable a priori, como tampoco que el simbolismo de los dos juanes se refiera más propiamente no a los misterios mayores y menores sino a diferentes etapas o fases del trabajo espiritual. No podemos dar una respuesta definitiva a todo esto, pero es evidente que el simbolismo está ahí y no puede ser negado.
Sea como sea, si nos atenemos a la hipótesis que planteamos en estas líneas, no deja de ser significativa la excesiva primacía simbólica que parece haber adquirido Pedro -y su heredero en la tierra, el obispo de Roma, en tanto que símbolos-, frente al simbolismo del discípulo amado, y eso pese a que el mismo Cristo cierra el evangelio (su ‘buena nueva’) diciendo de él que:
- la de plata a san Juan Bautista, y
- la llave de oro a san Juan Evangelista.
La propia tradición iconográfica muestra a san Juan evangelista con cabello rubio (o pelirrojo) y vestido de rojo o carmín, en claro parentesco con los símbolos solares. San Juan Bautista es mostrado como anciano, de cabellos grises, blancos o plateados. No hace falta decir más para ver en ellos las dos llaves de san Pedro: una de oro y otra de plata.
Comprendiendo de este modo su simbología, la misión de Pedro no es otra que proteger a Juan; dicho en otras palabras la ‘piedra’ sobre la que se edifica la Iglesia defiende y protege el acceso a la ‘puerta celestial’, ¿debemos entender que la piedra no es más que el 'marco' exterior -exotérico- en que se da la iniciación?
La correlación entre Pedro-exoterismo y Juan-esoterismo es bien conocida. En este sentido Pedro -como símbolo de la iglesia exotérica- sería el responsable de guardar los ritos y la letra -que constituyen la forma visible de la Tradición cristiana- y Juan -la iglesia esotérica- el espíritu vivo que habita en los unos y la otra [3]. Recordemos aquí la tradición que nos dice que los evangelios sinópticos tienen por misión la catequesis de los nuevos fieles (neófitos) antes del bautismo, en tanto el evangelio de san Juan se dirige exclusivamente a los ya iniciados, es decir bautizados.
Este esoterismo representado por Juan evangelista tiene como dos caras: una de oro y otra de plata, o dicho de otro modo, una joven y otra vieja. Si las llaves corresponden a las dos direcciones -puertas- de la catedral [4] y están en relación con los Misterios mayores y menores, y los juanes guardan relación con las dos llaves de Pedro, ¿significa esto que los dos juanes representan ellos mismos los Misterios Mayores y los Misterios Menores?
Y curiosamente aún queda otra relación que llama nuestra atención, ya que la Virgen es llamada en las letanías Ianua Coeli -Puerta del Cielo- y, como hemos dicho en otro lugar, es asociada a lo lunar -y la plata es un conocido símbolo lunar- en oposición al discípulo amado, asociado siempre a lo solar, ¿figuraría entonces la Virgen los misterios menores?
Todas estas consideraciones no tienen una respuesta única, ni tampoco segura, al menos de momento. Una posible relación simbólica entre María y el Precursor no es descartable a priori, como tampoco que el simbolismo de los dos juanes se refiera más propiamente no a los misterios mayores y menores sino a diferentes etapas o fases del trabajo espiritual. No podemos dar una respuesta definitiva a todo esto, pero es evidente que el simbolismo está ahí y no puede ser negado.
Sea como sea, si nos atenemos a la hipótesis que planteamos en estas líneas, no deja de ser significativa la excesiva primacía simbólica que parece haber adquirido Pedro -y su heredero en la tierra, el obispo de Roma, en tanto que símbolos-, frente al simbolismo del discípulo amado, y eso pese a que el mismo Cristo cierra el evangelio (su ‘buena nueva’) diciendo de él que:
“quiero que se quede hasta que yo venga”.[2]
Motivo por el que puede entenderse que Pedro, que es mayor, debía cuidar de él.
[1] Mt 16:18.
[2] Jn 21:23.
[3] 2 Co. 3:6.
[4] El cardus y el decumanus, uno señala los solsticios y el otro los equinoccios.
[3] 2 Co. 3:6.
[4] El cardus y el decumanus, uno señala los solsticios y el otro los equinoccios.
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