lunes, 9 de junio de 2014

Edad moderna vs. edad media (II): civilización y barbarie




Para acabar con el análisis de estos exempla históricos elaborados por la modernidad como modelos paradigmáticos de sociedad -la era clásica y la edad media- hay que señalar la función ordenadora del imaginario colectivo que dicho modelo de construcción histórica ha supuesto para occidente. Básicamente según este modelo el imaginario socio-político se ordena alrededor de los polos:

civilización vs. barbarie

Y apreciamos claramente cómo la idea de civilización queda asociada al 'Pilar del control' mientras la barbarie -la amenaza del caos que siempre se cierne sobre la civilización occidental- cae del lado del 'Pilar de la Emancipación'. 


De lo que se trata por tanto es de la elaboración de un verdadero arquetipo cultural, un nuevo mito, al modo de los antiguos mitos pero en esta ocasión disimulado bajo el barniz historicista que le dota de una retórica cientifista, de apariencia anti-mítica. Estamos ante un arquetipo que llega hasta el día de hoy y que la inmensa mayoría de nuestros contemporáneos aún asumen como una verdad incuestionable. 




En la práctica, mediante esta construcción histórica, los modelos de sociedad imaginables para el hombre occidental quedaron reducidos a estos dos: 

  • uno, el modelo romano, representa el 'polo civilizador' y encarna el 'pilar del control' , la centralización del poder, siendo sancionado positivamente por la sociedad y cumpliendo la función de ejemplo arquetípico y modelo inspirador.
  • el otro, el modelo medieval, representaba el anti-ejemplo por antonomasia, el 'polo de la barbarie' y el 'pilar de la emancipación', la descentralización del poder, con los peligros que ello implica desde el punto de vista de la modernidad de desorden, caos y desintegración de la sociedad. 

Ahora que se habla de reconstruir el tejido social 'desde abajo', desde lo local, para devolver a la sociedad las parcelas de poder y autonomía expoliadas durante los siglos de delirio moderno, y se habla de desarrollar modos de organización y convivencia locales, nos encontramos que todo tejido social horizontal ha sido devastado y que el hombre moderno es apenas capaz de convivir y compartir. Todo este discurso histórico que fue construido de modo ejemplarizante durante los últimos siglos debe ser de nuevo tomado en consideración, repensado y reelaborado, si es que queremos encontrar soluciones nuevas a los problemas que ha generado la peculiar mirada de la modernidad. Es cierto que la edad media implicó en muchos aspectos sociales y políticos una gran autonomía local respecto a los poderes centralizadores por lo que puede ofrecernos ciertas soluciones inspiradoras a este respecto.  


Vemos hasta qué punto la idea que occidente construyó de sí mismo -su identidad-, es deudora de esta dicotomía, de esta polaridad entre control y emancipación, entre centro y periferia, entre una civilización excluyente -porque no admite la diferencia- y una barbarie que amenaza en todo tiempo y en todo lugar con regresar al más mínimo descuido, a la más mínima debilidad en la marcha unívoca del progreso... Aquí encontramos otra característica decisiva del discurso típico a favor del pilar del control de la modernidad: el miedo. El innegable carácter paranoico presente en los mismos cimientos de la ideología y la cultura de la modernidad merece más atención de la que se le ha dado hasta ahora. Por lo demás estamos ante un discurso del miedo, construido alrededor de la idea de progreso, que en su formulación típica solo admite la huida hacia delante: más progreso como única solución a cualquier mal o desequilibrio que se detecte, sea ecológico, económico, social o de cualquier otro tipo. 


Y como ya apuntamos no debe ser pasado por alto que desde el renacimiento se eligiera como modelo de esa nueva sociedad -conformada por las revoluciones científica y política-, la sociedad pagana -aunque no hubiera en realidad relación de parentesco entre ambas- renegando de sus auténticas raíces y su pasado cristiano. Se trata de toda una declaración de intenciones 
por las implicaciones anti-tradicionales -entre ellas el desprecio a la propia historia y a los ancestros- que ello supone



Cooperación vs. competencia.


Entre los pares de opuestos que podemos emplear para articular el diálogo entre modernidad y edad media uno de los más esclarecedores es el de los conceptos de cooperación y competencia. 


El paradigma tradicional era en esencia mucho más participativo que el moderno, y lo era porque el concepto de cooperación era fundamental en toda sociedad tradicional, sin cooperación la sociedad no podía salir adelante, mientras ahora lo es su antítesis: la competencia. Gracias al darwinismo social y toda la ideología personalista y liberal que lleva consigo, la vida se interpreta como una lucha en la que cada cual debe superar a sus congéneres -siniestros competidores- en la consecución de unos recursos escasos: dinero, trabajo, pareja, etc.



Homogeneidad y diversidad.



Ya hemos dicho que el triunfo de la modernidad fue ante todo el triunfo de la homogeneidad, lo que implica inevitablemente una pérdida de diversidad, en todos los ámbitos, desde aquellos a primera vista más irrelevantes pero al fin y al cabo importantes por lo que tienen de signo, como el vestir hasta los más profundos como el pensar, pasando por todo el espectro de gustos y costumbres. Sin duda el más trascendente de todos es el ámbito cultural -o ideológico, entendiendo ideología en un sentido amplio, como la definiera entre otros Gramsci-, atendiendo al cual la modernidad -a través de lo que se ha denominado la globalización- puede ser calificada de verdadero etnocidio al haber proletarizado a la práctica totalidad de pueblos de la tierra. 

Pero no se deben olvidar otros campos de la realidad donde la diversidad se ve igualmente comprometida: desde el campo lingüístico hasta el ecológico, que curiosamente es el que más atención recibe por parte de los científicos... Todos ellos son como distintas caras de una misma realidad: la destrucción de la diferencia y la diversidad por parte de la modernidad para dar lugar a un orden plano, universal y monolítico. La pérdida de biodiversidad de los sistemas ecológicos no es por lo tanto más que un caso análogo al que representa la pérdida de diversidad de pensamiento y cultura -saberes tradicionales y ancestrales por ejemplo- en otro orden de realidad. 

Lo que debería ser motivo de reflexión es que, incluso desde el punto de vista profano que impone en todas partes el darwinismo -en tanto que ideología del poder- la pérdida de diversidad solo puede redundar en la menor adaptabilidad de un ecosistema, lo que traspuesto al ámbito social significa que una pérdida de diversidad cultural como la que está aconteciendo tendrá como consecuencia inexorable la pérdida en la capacidad de adaptación de esa sociedad por falta de recursos intelectuales y de estrategias  convivenciales alternativas. 

Por tanto, resulta sorprendente que, incluso desde la misma perspectiva moderna, sería muy fácil advertir el peligro que entraña un exceso de homogeneidad como el que está teniendo lugar tanto en lo que respecta a conocimientos y saberes -completamente centralizados y controlados por el ente tecno-estatal- como respecto a algo tan simple como gustos, 'puntos de vista' y opiniones que son admitidos por la sociedad -completamente dominada y dirigida por los mass-media y la dictadura de lo 'políticamente correcto'. La tecnología de la información ha permitido un adoctrinamiento masivo que ningún imperio de la antigüedad pudo nunca permitirse. Así, ya no se trata de una censura que prohíba pensar sino de una incapacidad intelectual inducida en el espectador, incapacidad sobrevenida debido a un sentido imaginal profundamente mermado -gracias sobre todo a la 'cultura visual'- que impide pensar algo diferente de aquello en lo que se está inmerso. La imaginación es realmente dirigida por las diferentes formas de la industria del espectáculo, televisión, cine, etc. Debido a esta merma de diversidad en el pensar y en el imaginar será, llegado el momento, excepcionalmente difícil buscar y encontrar alternativas lúcidas y reales a la situación de crisis paradigmática que está en camino. Esta es una de las consecuencias de la destrucción de los mitos tradicionales. 

Otro factor se añade a esta des-adaptación cultural que implica la modernidad, una auténtica 'cultura del palimpsesto': la pérdida de autonomía y libertad tanto individual como social -a nivel local- en un continente, Europa, donde, de la mano de los grandilocuentes proyectos unificadores y uniformadores destinados a formar 'mano de obra' eficiente y barata, la gente ha sido educada en la sumisión acrítica, la obediencia total, la delegación de responsabilidad y en una preocupante carencia absoluta de criterio propio.  

Paradójicamente -pero no por casualidad sino precisamente para ocultar y enmascarar esta lamentable realidad-, ante esta realidad el progresismo se ufana cada vez más en anunciar a los cuatro vientos el pretendido carácter plural y diverso de la post-modernidad occidental en la Europa apática e inane de hoy, que se arrastra por la historia carente por completo de identidad como un cuerpo sin alma. Así, el proyecto moderno se disfraza de paladín de la libertad, la diversidad y la multiculturalidad... ¿El mismo proyecto que ha aniquilado a la identidad europea? ¿La misma (pseudo-)cultura que en menos de dos generaciones ha arrasado la herencia cultural de nuestros ancestros acumulada durante siglos, convirtiéndola en un objeto de museo, e intentando de paso que nos avergoncemos de ella? ¿El mismo punto de vista mercantilista para el que el único criterio válido -no importa si se trata de una fábrica, un bosque o un edificio milenario- es el económico? Anuncian por enésima vez que vienen para arreglar un destrozo del que ellos mismos son los máximos responsables. 

Este tipo de campañas, en efecto no son por casualidad. Se habla de diversidad y de multiculturalidad precisamente ahora, cuando todos los ciudadanos europeos viven exactamente igual, piensan exactamente igual, ideologizados bajo la misma propaganda doctrinal, que destruye el librepensamiento desde todos los frentes -prensa, radio, televisión, cine, música pop y literatura barata-. Precisamente ahora, cuando los hombres y mujeres de Europa han perdido toda su identidad local, colapsada por la globalización imperialista, y consumen los mismos productos fabricados en serie para gente igualmente educada en serie en años de escolarización sin fin. Ahora, cuando la diversidad cultural de los rimbombantes 'pueblos de Europa' ha sido por completo aniquilada por el rasero embrutecedor del mercado único y la 'aldea -más bien habría que decir suburbio- global'... todo esto solo puede responder a una ignorancia absoluta de la historia de quién se es o a una hipocresía que roza la infamia. O a una mezcla de ambas cosas. 




1 comentario:

Anónimo dijo...

Hablando del suburbio global como nuestra patria futura o Globalistán me permito añadir un enlace a http://europasoberana.blogspot.com.es/ donde se trata del tema en extenso, Gracias por su blog, realmente excepcional. Uno se pregunta si todavía quedan escuelas arraigadas en lo tradicional en occidente y lo que más tira para atrás a la hora de interesarse en la iniciacióon es la marcada impresión de que es todo nada más que marketing y sectas de lavado de cerebro cuando no de organizaciones infiltradas o con una oscura agenda detrás...