viernes, 13 de febrero de 2015

Castas y clases (y II): el orden de la modernidad como inversión del orden tradicional


Las anteriores reflexiones muestran hasta qué punto la tercera casta -o mejor dicho, un pequeño sector de la misma-, ha llegado a dominar y dirigir por completo la sociedad actual, por medio de lograr que la sociedad misma asuma como propios los valores particulares de dicho sector. Puede decirse que una pequeña parte de la sociedad se ha adueñado del todo social. 

Además se concluye que el dominio del punto de vista de la tercera casta ha conllevado que todo criterio de valor y de juicio en la sociedad actual se refiera a rasgos exteriores, es decir a accidenteslo cual resulta evidente en ciertos aspectos, como son la tecno-ciencia entendida como proyecto dominador de la naturaleza -recordemos que la tercera casta se ocupa del conocimiento y el uso de la materia y la naturaleza-, la riqueza como único objetivo en la vida del hombre así como único criterio de valor, el economicismo que reduce en la práctica toda la realidad a su 'valor económico', o la obsesión extrema por la acumulación, no solo de bienes materiales o riquezas sino incluso de datos de lo más variado, algo observable en la tendencia cada vez más acusada por dejar constancia de todo.  


El orden social tradicional en el contexto del descenso cíclico.

Todo lo anterior se entenderá mejor si hacemos referencia a las enseñanzas tradicionales que se refieren a la relación que existe entre las castas y las edades de la humanidad. Para el punto de vista tradicional, las castas no son una realidad fija e inmutable -como no lo es nada que pertenezca al plano de la manifestación- sino que están sujetas al devenir histórico, marcado ante todo por la idea de 'descenso cíclico', que entiende el final de un ciclo de manifestación, causado por el natural agotamiento de las posibilidades propias de dicho ciclo, como una degradación y una inversión especular de lo que era en el comienzo del mismo. Ni las castas en sí, ni el orden social basado en ellas, pueden estar al margen de este factor temporal de involución o degradación que forma parte inevitable de la condición manifestada. Por tanto la sociedad de castas está sujeta a devenir y bien podría escribirse su 'historia' desde una perspectiva tradicional. Esto sirve asimismo para desmentir la común idea del inmovilismo de las sociedades tradicionales.  

Así, y profundizando en la idea tradicional del 'descenso cíclico', éste conlleva en su avance una corrupción y una disolución progresivas de las formas primordiales -arquetípicas- que existían al comienzo del ciclo. 
El instante inicial de la creación es el de la irrupción de la Energía divina que entonces se encuentra en el máximo de su intensidad; y sabemos que luego, a medida que se desarrolla el ciclo, disminuye la energía cósmica; lo mismo ocurre en cualquier ciclo, grande o pequeño. (Hani, J. 'La realeza sagrada', cap. 2)

Aunque este proceso disolutivo afecte a todas las realidades del universo humano -y desde luego a las mismas castas que tienden a confundirse y desaparecer con el envejecimiento de la humanidad, así como también a la misma constitución psíquica del hombre cada vez más fragmentaria-, si nos atenemos exclusivamente al ámbito del orden social dicho proceso supone la progresiva subversión del orden 'normal' a través de sucesivas revoluciones o inversiones, algo que podríamos describir como sucesivos 'golpes de estado' por parte de las castas inferiores contra el legítimo orden tradicional.


jueves, 12 de febrero de 2015

Castas y clases (I)

Si hay un ámbito en que se muestra de forma evidente el carácter 'inverso' o 'especular' de la sociedad moderna respecto de la sociedad tradicional es sin duda aquel que se refiere al orden social'. En las siguientes líneas compararemos a grandes rasgos el orden social que representan idealmente ambos modelos de sociedad.  

Las sociedades tradicionales se basan idealmente, tal y como es reconocido incluso a nivel del imaginario popular, en un modo de reparto de las funciones sociales ordenado según unas 'castas' o estamentos cerrados mientras la sociedad moderna, que es la 'inversión' más o menos exacta del modelo tradicional como veremos en lo que sigue, se ordena en función de las llamadas 'clases' sociales. 

Ahora bien, sobre el sistema de castas existen multitud de ideas preconcebidas y falsas, provenientes tanto del desconocimiento acerca de su verdadera naturaleza, origen y función, como de los poderosos prejuicios anti-tradicionales que ha logrado imponer al cabo de los siglos la ubicua propaganda de la modernidad disfrazada siempre de humanismo, progresismo e igualitarismo. Por esta razón sería necesario llevar a cabo una exposición detallada y en profundidad acerca de la sociedad de castas y todo lo que ella implica pero por el momento no abordaremos dicha exposición y nos limitaremos, en esta ocasión, a la comparación general de ambos modelos de sociedad: la tradicional basada en 'castas' y la moderna basada en 'clases'. 

martes, 13 de enero de 2015

Simbolismo de la nieve y el hielo



Ya que nos hemos referido brevemente al significado que poseen la nieve y el hielo al tratar del sentido esotérico del Árbol de Navidad (ver aquí), creemos que puede ser útil extendernos un poco más sobre ello a fin de precisar el valor simbólico que poseen estos elementos de la naturaleza desde un punto de vista tradicional.

En primer lugar, debemos advertir que los significados simbólicos que vamos a abordar a continuación adquieren su plena significación solamente cuando son contemplados desde el punto de vista de la Geografía Sagrada, es decir, desde la asunción de que la naturaleza en tanto que fenómeno no es sino una Epifanía en sentido estricto (del griego επιφάνεια), es decir un 'manifestarse', un 'darse a conocer' de lo numinoso bajo la forma del mundo. Es sobre esta certeza sobre la que se asienta cualquier analogía tradicional que tome como punto de partida un fenómeno, ya se trate de un acontecimiento o de un elemento natural cualquiera.

Por otra parte hay que precisar que el significado simbólico de nieve y hielo resulta inseparable de otros dos simbolismos, con los que se asocia de manera inevitable y a los que nos referiremos muy brevemente como introducción: el de la montaña y el del agua, y dentro de este último se asocia, más concretamente, al simbolismo de los ríos.

jueves, 25 de diciembre de 2014

Símbolos de la Natividad: el árbol de Navidad (I)



"A los que vivían en tierra de sombras una luz brillante los cubrió. 
Acrecentaste el regocijo, multiplicaste la alegría: 
alegría por tu presencia, como la alegría en la siega."
(Is. 9:2)


Al enfrentarnos al significado del conocido árbol navideño, presente en tantos hogares cuando se celebra el nacimiento de Jesús cada 25 de diciembre, nos encontramos ante otro caso de ataque premeditado contra un símbolo tradicional con la intención de desacreditarlo y borrar por completo el sentido profundo que tal símbolo contiene. Un caso bastante similar en su fondo e intención al que viene sucediendo en las últimas décadas con los tradicionales animales del Pesebre, el buey y la mula, y que ya hemos tratado (ver aquí)

Si la presencia del buey y la mula en el Portal de Belén ha sido en los últimos tiempos cuestionada por no encontrarse referencia explícita a dichos animales en el Evangelio -olvidando de paso que también lo que la iglesia practica forma parte de la Tradición-, el árbol navideño es acusado cada año con mayor beligerancia de ser un símbolo pagano y extranjero y, en definitiva, de ser una tradición dudosamente compatible con la fe cristiana. 


Resulta llamativo que todas estas campañas acostumbren a aparentar un exceso de celo y de rigor por la pureza de la tradición, a la cual supuestamente quieren librar de elementos espurios, a pesar de lo cual no es difícil advertir que lo que realmente persiguen tales campañas es destruir la tradición en su esencia más profunda, pues nunca ninguna de ellas atiende jamás al verdadero significado esotérico -es decir espiritual y metafísico- de los símbolos contra los que carga, sino que atienden exclusivamente a los factores más superficiales y anecdóticos del asunto, demostrando con ello lo lejos que están de comprender los símbolos en su justa medida, así como de cualquier enseñanza tradicional del tipo que sea. 

Símbolos de la Natividad: el árbol de Navidad (y II)

Simbolismo cósmico del árbol de Navidad.


Ya hemos apuntado que el simbolismo polar del árbol navideño no parte únicamente de las regiones que habita por naturaleza sino también de su misma forma. Si a continuación analizamos sus características formales descubriremos que el árbol navideño contiene en sí un diagrama cósmico completo, pues su figura representa un esquema sintético del universo


Sin duda el simbolismo cósmico que desgranamos a continuación es aplicable en general a cualquier árbol, en virtud del evidente simbolismo axial del tronco, pero sin duda los árboles a los que este simbolismo le es más propio y natural es a las coníferas del tipo del abeto por la rectitud y verticalidad de su tronco y por la forma piramidal de su copa que recuerda a la montaña primordial, el Ben-ben de la tradición egipcia o el monte Meru del hinduísmo, lo cual nos aproxima una vez más a la idea de Tradición Primordial. Maticemos que la montaña primordial posee un doble significado, por una parte tiene un sentido de fundamento y estabilidad, por otra su cima dirigida al cielo remite al Axis Mundi

viernes, 5 de diciembre de 2014

Reflexiones sobre dos paradigmas musicales (y IV)




Volviendo a nuestro argumento musical, comparemos el discurso musical moderno que hemos analizado hasta aquí, y cuya esencia es presentar la vida como conflicto entre el yo y los otros con el modelo ideal de la armonía, la cooperación y el equilibrio entre las partes propio del viejo paradigma polifónico. 

El paradigma polifónico característico del medievo no se basaba en la lucha entre las partes musicales sino en la cooperación entre las mismas. Podría pensarse que la relación entre las diferentes voces polifónicas se basa en ocasiones en una independencia mutua, como si cada voz fuera ‘a su bola’, lo cual no es un ejemplo de colaboración, pero si fuera así no habría realmente música: la dimensión armónica -vertical- asegura que exista en cada momento relación de parentesco entre las distintas voces, y esto asegura que la obra permanezca ensamblada como si de una arquitectura se tratara y no se ‘desintegre’. 

jueves, 4 de diciembre de 2014

Reflexiones sobre dos paradigmas musicales (III)


El paradigma musical moderno. 

Dicho todo esto a modo de largo pero necesario preámbulo, entremos ya de lleno en nuestro tema abordando el valor psicológico de la forma musical moderna. Recordemos ante todo que la música es un lenguaje que busca comunicar algo y que tal lenguaje o discurso hace uso de una retórica particular y específica para poder transmitirse más eficazmente. Forma y contenido, medio y mensaje son inseparables aquí, como en cualquier arte por lo demás. La elección del medio en el arte tiene un significado de por sí e implica parte del sentido propio de la obra [1].

En cuanto al nuevo canon musical moderno establecido en el siglo XVIII, es en el concierto, definido a menudo como un ‘diálogo’ entre el solista y la orquesta, donde el nuevo paradigma musical de la modernidad encontró su forma más acabada. Pero más que un ‘diálogo’ galante, en realidad se trataba casi siempre de un enfrentamiento, de una lucha. En efecto el concierto expresa como ninguna otra forma del arte occidental esa idea de la vida como lucha y de las relaciones humanas entendidas como conflicto. La música moderna, al establecer como arquetipo artístico la oposición solista vs. orquesta se convirtió en herramienta óptima para la toma de conciencia por parte del espectador del muy moderno conflicto entre individuo y sociedad, conflicto que articula toda la modernidad occidental y que ya fuera denominado por Jung ‘proceso de individuación’.