domingo, 16 de octubre de 2022

Símbolos polares y solares: la realeza sagrada.

Hay muy pocos símbolos cuyo significado pueda ser ambivalente y alternar entre lo polar y lo solar. Uno de ellos, quizá el único por su propia naturaleza, es la corona real. No nos cansaremos de incidir en que siempre existe entre los simbolismos polar y solar una relación jerárquica: el símbolo del Polo es siempre superior al del Sol. Y esto no admite ninguna excepción como no la admite el propio orden metafísico. 

Veamos por qué es así y cómo ambos simbolismos se tocan sin confundirse en la figura del rey.

'Vos y vuestro reino sois uno.'
Perceval a Arturo en el film Excalibur de John Boorman (1981)


Si tomamos como punto de partida el modelo heliocéntrico, nuestro sistema solar
puede considerarse un microcosmos, un orden en cierto sentido 'cerrado' -no aislado- al modo de una circunferencia donde el Sol -luz y calor- ocupa el 'centro' de la misma y los planetas -que representan a su vez diferentes cualidades de la manifestación- orbitan a su alrededor.

El sol representa de este modo el centro de un nivel de manifestación particular. Sol y galaxia son realidades que se relacionan con las ideas de circunferencia, centro y periferia, todo ello contenido en un nivel de existencia o manifestación concreto, cerrado y limitado, por eso decimos que es un microcosmos. 
El sol -y sus símbolos asociados- representan el centro -el estado central- de ese nivel de manifestación concreto; mientras el Polo representa el origen, la fuente de la cual procede tal manifestación. 

La relación del simbolismo sol-centro con el del Polo-eje quedará más clara con ayuda de una representación visual, así se verá con facilidad que el sol pertenece al nivel horizontal mientras el Polo se refiere al nivel vertical. 

Esta sencilla imagen posee numerosas implicaciones y consecuencias en términos de simbolismo. La primera que podemos advertir es que, simbólicamente, dirigirse al sol no es ascender sino viajar hacia el centro, una anábasis, un viaje al interior literalmente, al modo de las peregrinaciones de todas las tradiciones, un viaje horizontal que equivale a centrarse, buscar, alcanzar y ubicarse en el centro de un mundo particular. 

La segunda idea que se desprende del esquema es que la idea de ascensión, sea el vuelo mágico de chamanes y místicos o sea sencillamente la ascensión a una montaña sagrada -otro tipo de peregrinación-,  siempre contiene una referencia al Polo. 

Otra reflexión que surge a partir de la imagen es que se da una analogía, para nada casual entre el esquema solar-Polar que hemos planteado y la doctrina clásica -nos ha llegado sobre todo de parte de los griegos- de la división del sendero iniciático en Misterios menores y Misterios Mayores. 

Los Misterios menores son horizontales, pues no suponen un cambio de nivel ni de estado del ser que los recorre sino que conducen al centro de ese ser particular, y por ello al centro de su modo de manifestación, lo que implica la actualización de sus potencias innatas. El centro del ser particular equivale por analogía al centro del nivel de manifestación que es propio de ese ser particular -en el caso humano simbolizado este centro por el Paraíso-. Es decir alcanzar o situarse en el centro supone la actualización de las potencias contenidas en el núcleo de ese ser. Y esto es decisivo respecto a lo que tratamos aquí: solo una vez alcanzado este centro -cuyo símbolo es el Sol- es posible la ascensión vertical (esto está muy presente en el simbolismo de la realeza sagrada como veremos más adelante).

Los Misterios Mayores pueden calificarse de 'verticales' ya que sí implican la superación del estado de manifestación particular del ser que los acomete, de hecho suponen la realización de estados superiores; en el caso humano realizar los Misterios Mayores implica 'superar' o trascender el estado humano y sus limitaciones. Es la diferencia señalada por Guénon entre 'salvarse' (literalmente ponerse a salvo) y 'liberarse'. 

Ahora podemos volver al tema del inicio del artículo, el significado de la monarquía o realeza sagrada y su relación con el simbolismo Polar, para entenderlo en toda su extensión e implicaciones. 

En primer lugar hay que señalar que si la vía iniciática es un camino de retorno, primero un camino horizontal al Centro del Ser y posteriormente un ascenso desde ese centro hasta las fuentes de la manifestación, esto quiere decir que primero ha habido un alejamiento del origen, al menos en dos fases bien diferenciadas [1]. 

En consecuencia el mundo de los hombres debe ordenarse teniendo en cuenta estos 'saltos' o caídas, peldaños descendidos desde los niveles primordiales hasta la realidad humana concreta actual, y esta organización en base a los principios metafísicos contenidos en Origen implica tanto el nivel individual de un ser humano particular como a la sociedad misma en su conjunto.  

Sabemos que la política -en un sentido tradicional, no moderno y profano, entendida como la ciencia del buen gobierno de los pueblos- es función propia de la casta Chatria mientras la educación y la conservación del saber son funciones propias de la casta sacerdotal -y esto es así en todas las sociedades tradicionales-. No es una elección arbitraria, es debida a que el Guna dominante de la casta sacerdotal es Sattwa, mientras el dominante en la casta chatria es Rajas. Rajo-Guna es la fuerza o el impulso acción, tendencia expansiva y horizontal y está presente en todos los fenómenos de la naturaleza que implican tales cambios. 



Esta explicación encaja sin dificultad en el esquema anterior: la función de la casta chatria se expande y abarca el nivel horizontal, el mundo exterior, el orden social; mientras la función de la casta sacerdotal se mueve en la verticalidad y en el interior de los sujetos, lo cual hace que a menudo resulte invisible o pase desapercibida, pues constantemente se mueve en otro eje de ordenadas respecto de los hechos de la historia corriente y profana que son los únicos observables para los académicos -y que corresponden como hemos dicho al ámbito de la casta chatria-. 
Por tanto el esquema quedaría como sigue: en vertical opera la casta sacerdotal y su influencia espiritual -también sobre las otras castas- y en horizontal actúa la casta chatria. Podría decirse que la función de la casta chatria es llevar a la sociedad de forma concreta y efectiva los principios e influencias recibidos de la casta sacerdotal.   

Hay un detalle más que se puede colegir de lo anterior y que resulta crucial, sobre todo por sus implicaciones respecto de las sociedades 'iniciáticas' en tiempos como los actuales en que se ha perdido el vínculo efectivo con el Polo de nuestro 'mundo': las castas chatria y vaishya solo tienen acceso en tanto tales a los Misterios menores y por tanto no pueden aspirar a la realización de los estados superiores del ser, o dicho de otro modo a la trascendencia y consecución de estados más allá de lo humano.

Los Misterios Mayores son exclusividad -una mentalidad envidiosa y moderna diría 'privilegio'- de la casta sacerdotal. Un matiz: esto no quiere decir que los chatrias y vayshias no puedan ser iniciados en ellos y realizarlos, no, lo que decimos es que no pueden gestionarlos, guardarlos e iniciar a otros en ellos sin grave perjuicio de todas las partes. Lo vertical de nuestro esquema les está vedado; no como individuos particulares sino a sus sociedades iniciáticas, que corresponden a otro nivel y que en una sociedad normal están siempre dirigidos por la casta sacerdotal. 



Volviendo al símbolo del monarca, el rey se sitúa en este esquema simbólico en el centro de su 'mundo', allí donde se unen las dos dimensiones horizontal y vertical. Al situarse debajo de la vertical se sitúa en el Axis Mundi, y desde ese centro el monarca sagrado difunde su acción en el 'mundo', representado por el plano horizontal. Es una 'expansión' como corresponde al Guna Rajas y a la casta chatria. 

El monarca por tanto ocupa por su naturaleza el lugar del sol, es el sol de su 'mundo', alrededor del cual gira y se ordena toda la sociedad. Y su función es resumidamente transmitir al plano horizontal -su sociedad, su pueblo- la influencia vertical que desciende de lo alto, del Polo y que le ha sido transmitida, comunicada mediante un rito por la casta sacerdotal, cosa no carente de importancia. 

El monarca tradicional ocupa así el lugar y la función del Chakravarti, el que hace girar la rueda. Es por este simbolismo que en la Alta edad media pudo decirse que el rey era 'vicario de Cristo', representante de Cristo Rey en la tierra (como explica Jean Hani), aunque esta calificación haya quedado con el tiempo circunscrita, sin duda por motivos políticos muy oscuros, al Papado.   

Numerosos aspectos simbólicos y rituales vienen a confirmar lo que decimos. Primero debe señalarse el hecho de que el rey ha de ser ungido y coronado por la autoridad espiritual, es decir la casta sacerdotal siempre prevalece y es más principial -más cerca del Principio, empleando el término de Guénon- que la casta guerrera, tal y como lo fue el rey David y, a imitación de este, Clodoveo rey de los francos, primer rey bárbaro en convertirse al cristianismo.

Como símbolo de su función el rey recibe la corona (séfira Keter), que está por encima de su cabeza -de hecho en muchas ceremonias de coronación aún se sostiene la corona real sobre la cabeza del futuro rey sin que se toquen- en clara referencia a los estados superiores del ser que están por encima de su persona y a los cuáles debe fidelidad. 

Otro aspecto de este simbolismo real es que el rey es por su función ativarna, esto es, está más allá de las castas y esto es así aunque humanamente la persona del rey deba proceder de la casta chatria -la casta guerrera y política-. La función real trasciende a la persona que la encarna en un tiempo histórico concreto; esta función real está fuera de las castas y es excepcional por dos razones:
  • primero porque reúne cualidades guerreras y sacerdotales en la misma persona del rey que cumple esa función, algo por completo excepcional -siendo la única excepción semejante las órdenes militares de monjes-guerreros -sin duda es una de las razones profundas por las que no debían obediencia a ningún rey sino solo al Papa-. 
  • y en segundo lugar porque la función real se sitúa simbólicamente en el Paraíso, dicho de otro modo, en el estado central humano, y es desde allí que influye y ordena el mundo a su alrededor. Y en el Paraíso así como en la Edad de Oro no existían castas, era un estado previo a las mismas.
El rey por tanto está más allá de las castas, su función es realmente ser un servidor y un transmisor a su pueblo de unas influencias espirituales superiores que están más allá de su persona y por supuesto más allá de su capacidad humana. De hecho cuando la monarquía sagrada funciona correctamente estas fuerzas teúrgicas conceden a esa persona facultades especiales que podríamos denominar milagrosas, tanto para la batalla como para la curación de enfermedades como ocurrió con algunos reyes de Francia. Asumir la función real en su sacralidad implica en cierto sentido salirse de la sociedad, convertirse en una excepción.  



Podemos citar más aspectos que corroboran lo que decimos. 

Para ser coronado, el rey se ha de situar simbólicamente en el centro del mundo, allí por donde pasa el Axis Mundi y se produce la comunicación o contacto con los estados superiores del Ser que citábamos y a través de ellos con el Polo mismo. Esto está representado tanto por el lugar de la coronación -un espacio sagrado, como una catedral por ejemplo [2]- como por el trono real y en algunas tradiciones este simbolismo es aún más explícito. 

Nos referimos concretamente a la Piedra de Coronación o Piedra del Destino que aún se emplea en los ritos de coronación de la monarquía británica. Esta piedra sagrada es un omphalos, un ombligo o centro del mundo y ya era considerada como tal en la prehistoria. Hasta tal punto se la considera un objeto sagrado y teofánico que es la propia piedra el lugar sobre el que reposa el Eje del Mundo y no la ubicación geográfica en que esta se encuentre, es indiferente si se encuentra en Escocia, en Inglaterra o cualquier otro lugar, allí donde ella está se encuentra el Axis Mundi. La piedra es en sí misma el lugar sagrado que comunica con el Polo.

Para mostrar hasta qué punto la piedra se relaciona con la idea de Axis Mundi la leyenda la relaciona con la piedra Betel en la que apoyó su cabeza Jacob y tuvo la visión de la escala al Cielo por la que bajaban los ángeles. [3]

Otro ejemplo de cómo en la figura del monarca se "tocan" sin mezclarse ambos simbolismos, el polar que viene de lo alto y el solar que el propio rey encarna a partir de su coronación son algunos ritos asociados a la ceremonia de la coronación como el de las dos varas reales. 

En algunas tradiciones monárquicas como la francesa existían dos varas, 

  • una que representaba el Axis Mundi, coronada en su simbolismo más puro por una flor de Lis; y
  • otra terminada en una 'mano de bendición' cuyo simbolismo es análogo al rayo del Sol, aunque en la Tradición cristiana representaba concretamente el Fiat, es decir el 'Hágase tu Voluntad', la acción divina operando en el mundo. 
La analogía de este Fiat con el rayo solar que además de dar luz y calor, ilumina y destruye las tinieblas -y recordemos que el monarca toma simbólicamente el lugar del Sol- es bastante obvia pero baste como ejemplo citar los bajorrelieves de Akenatón en que los rayos solares terminan en manos que bendicen, origen seguramente de las representaciones medievales del Espíritu Santo como una mano. 

Durante la ceremonia de coronación era típico que el rey señalara los puntos cardinales con la vara o bastón real -el acabado en la mano de bendición y que representa el rayo solar-. En su defecto el gesto podía hacerse con la espada real -un símbolo análogo al rayo solar por lo demás- o bien, en el caso más curioso que es el del Faraón egipcio, lanzar una flecha a cada punto cardinal. 

El sentido de estos rituales es en todos los casos el mismo -aunque cambien las formas-: el rey se coloca en el Centro del Mundo, por donde pasa el Axis Mundi, allí recibe la unción del Polo y de los mundos -estados del ser- superiores y desde ese lugar extiende esa influencia espiritual en toda la extensión del plano horizontal -puntos cardinales- que abarca su dominio. El rey, como corresponde a su origen chatria, es ante todo un agente que ordena y purifica el mundo, combatiendo el mal. 

Podemos imaginar la influencia del Espíritu Santo descendiendo en vertical, y cuando llega al monarca expandiéndose en horizontal por los dominios de su nación. 



Por último aclaremos una confusión muy divulgada por los académicos y la ciencia profana. La divinidad que se atribuye a menudo a la realeza antigua, por ejemplo el caso más conocido es el faraón egipcio, es completamente falsa, fruto tanto de la incomprensión y el literalismo de la mentalidad moderna como de los prejuicios modernos de los académicos y de su afán de superioridad que siempre tienden a ver al hombre antiguo como subdotado respecto de ellos mismos -la realidad aunque no quieran aceptarlo es más bien la contraria-. 

La divinidad del faraón -y de cualquier monarquía por extensión, como puede ser la de los zares rusos, que fue la última monarquía sagrada que ha existido en el mundo occidental- sería análogo a lo que en teología es el conocido Ex cathedra: estamos ante una función y un rito sagrados que son por su mismo origen divinos, dicho de otro modo no-humanos, y es bajo esas concretas circunstancias rituales -algo que ocurre solo excepcionalmente y bajo ciertas circunstancias o necesidades- que el rey actúa como un agente divino en el mundo. Cuando esto sucede es de esperar que incluso la propia naturaleza obedezca el mandato real, tal y como decían los egipcios. Por tanto no se adoraba al faraón como un dios o una deidad, esto es completamente falso, sino que se asumía que su función y su operatividad eran divinas: Dios operaba a través del faraón o rey, lo que es muy distinto, de hecho es lo contrario a la idea profana.




[1] Es evidente que aquí tocamos dos simbolismos adyacentes: el de la fuente y el del salmón -o trucha- como ser que 'remonta' la manifestación y asciende hasta su mismo origen.   

[2] En la monarquía francesa era la catedral de Reims. 

[3] De la Piedra de Coronación se ha dicho en ocasiones que fuese un betilo, es decir una piedra caída del cielo, un meteoro, algo que parece improbable pero que obedece seguramente a una confusión etimológica con la palabra Betel que dio Jacob al lugar de su sueño-visión. En todo caso, y al margen de su origen geológico, lo es por su significado, y lo que sería realmente relevante al respecto es saber por qué los pictos eligieron esa piedra como su omphalos

3 comentarios:

Gnosis dijo...

genial

Anónimo dijo...

Magnífica explicación

Anónimo dijo...

Interesantisimo.