lunes, 10 de noviembre de 2014

Ideologías de la modernidad (II): freudismo



Psicoanálisis y 'ciencia de la psicología'.

Hablamos del freudismo y no de la 'pseudo-ciencia' conocida como Psicología. Queremos matizar que ello no se debe a razones epistemológicas que otorguen algún tipo de superioridad o legitimidad a la moderna 'ciencia psicológica' sobre el psicoanálisis sino a motivos exclusivamente sociales. Nadie puede negar que la influencia social y cultural del psicoanálisis ha sido históricamente mucho mayor que la de la psicología conductista impuesta unilateralmente desde el ámbito académico, que nunca ha superado el nivel de ciencia aplicada y cuya misión social ha sido básicamente ser empleada como herramienta de dominación por parte de las élites del poder: era en definitiva un conocimiento útil para aplicar al orden social. 

Una 'ciencia psicológica' que, dicho sea de paso, adolece del reduccionismo, el materialismo, el simplismo epistemológico y la 'fijación por la cantidad' comunes a todos los otros modos de conocimiento propios del paradigma moderno. 

Además, y por lo que se refiere a su influencia social, los fundamentos epistemológicos de la psicología moderna han permanecido prácticamente desconocidos para el gran público. 

domingo, 9 de noviembre de 2014

La medicina de Hildegarda de Bingen (I)


(*) La salud como estado de diálogo entre el hombre y el cosmos. 



 Siguiendo la profundamente arraigada tradición de magisterio medieval –de corte platónico- Hildegarda de Bingen establece una íntima relación entre el universo (macrocosmos) y el hombre (microcosmos), entre ambos existe una correspondencia profunda que pone ambas realidades en mutua interacción, esta interacción posibilitaría el estado de salud –cuando la relación es correcta, armónica- o de enfermedad –cuando la interacción entre macrocosmos y microcosmos es imperfecta e inadecuada-.


Hildegarda sostiene una concepción del hombre multidimensional y holística, no lo reduce (ni tampoco sus dolencias) a un nivel exclusivamente mecánico o biológico, sino que todo lo refiere a un entramado de interacciones entre cuerpo, alma y espíritu, y de éstas partes a su vez con el mundo exterior. 

Ideologías de la modernidad (I): darwinismo, marxismo y freudismo.


Como toda civilización, el occidente moderno ha requerido de discursos que validaran y justificaran su particular modelo de sociedad. En el caso de la modernidad occidental esta necesidad es especialmente acuciante, dado que su modelo de sociedad era anormal y proponía un cambio de orden muy acusado, un proyecto de revolución tecnológica y material de la sociedad que podía predisponer a muchas capas de la misma en su contra. Un objetivo que hubo de ser puesto en marcha pasando por encima tanto de dificultades prácticas como de oposiciones y desconfianzas de buena parte de la población. Era prioritario entonces dotar a la colectividad de un nuevo sistema de ideas, imágenes y valores que les hiciera desear el 'nuevo orden' o al menos no oponerse activamente al mismo. En definitiva el 'nuevo orden' requería, ya desde la revolución francesa, de legitimación política y teórica de cara a los hombres y mujeres sobre los que se iba a imponer, y esta necesidad era urgente a mediados del siglo XIX.

En las sociedades tradicionales tal discurso explicativo, legitimador y cohesionador de la sociedad, lo constituían los 'mitos' pero, en la sociedad moderna tales discursos debían tomar un nuevo aspecto, revolucionario y anti-tradicional, que denominaremos 'anti-mítico'Así, si en la sociedad tradicional los mitos eran elaborados por poetas, chamanes y profetas, en el modelo de sociedad desacralizada que es la modernidad, en el cual todo discurso para ser aceptado y tenido en cuenta debe tomar un aspecto pretendidamente analítico y racionalista, los nuevos 'anti-mitos' debían provenir de la ciencia y la filosofía moderna, principales valedores del nuevo paradigma en que se sostiene el (des)orden moderno. 

Darwin, Marx y Freud fueron sin lugar a dudas los grandes definidores del discurso anti-mítico que ha sostenido durante más de cien años el armazón ideológico de la modernidad, y sostiene asimismo el de la postmodernidad. Sus discursos han sido capaces de concretar en palabras los deseos y fantasías de los que es víctima el hombre moderno. La obra de estos autores además posee el dudoso mérito de haber dotado al paradigma moderno de su propio y exclusivo discurso pues han aportado las categorías conceptuales imprescindibles para ello, olvidando definitivamente la retórica y las lógicas del antiguo régimen y permitiendo al paradigma moderno referirse a sí mismo como realidad objetiva dotada de una retórica propia. 

lunes, 3 de noviembre de 2014

Karma y destino (y III): el 'sentimiento trágico' de occidente



Capítulo aparte merecería el estudio de por qué diferentes tradiciones -la hindú y la greco-latina- pusieron el énfasis en diferentes aspectos de esta realidad. 

El diferente énfasis que ponen ambas doctrinas acerca de los condicionamientos y los límites que conlleva toda manifestación ha de dar lugar forzosamente a desarrollos  y conocimientos diferentes en uno y otro caso. Desarrollos que pueden implicar disciplinas como la teología, la filosofía, el arte y cualquiera otras, pues todas son expresión del alma humana. 

Como hemos visto hasta ahora el destino es, por definición, invariable. Ahora bien, el especial énfasis puesto en la inamovibilidad del destino por parte de la tradición greco-latina ha generado un 'sentimiento trágico' muy propio de la cultura y tradición occidental, una percepción de fatalidad intrínseca a la experiencia vital [1]. Este sentimiento trágico puede rastrearse en los pueblos germánicos, eslavos, por supuesto entre los griegos y quizá algo menos en los romanos. En todo caso de nuevo resulta abrumador en ciertos períodos la cristiandad medieval. Este carácter trágico, este modo doliente de enfrentarse a la vida se aleja muy claramente de la actitud de desapego y distanciamiento con que suelen enfrentar la existencia las tradiciones orientales y consideramos que es una  suerte de 'marca racial' de los pueblos de occidente. 


domingo, 2 de noviembre de 2014

Karma y destino (II): 'cuerpo causal' y liberación espiritual


Una vez entendido que el destino está constituido por aquellos condicionamientos inscritos de manera informal pero indeleble en el 'cuerpo causal' (karana-sharira) de un ser, resulta evidente que el desarrollo de ese ser no puede ir hacia cualquier parte pues, aun poseyendo diversas posibilidades o potencias, éstas no son de ningún modo infinitas para un ser dado en la manifestación, definido y caracterizado como no puede ser de otro modo por la concreción y la limitación. [1]

Las diversas tradiciones espirituales de la humanidad han tratado de dotar a los hombres de estrategias con las que superar dichas limitaciones a fin de alcanzar el espíritu. Se trata por tanto de trascender la barrera que suponen los condicionamientos del alma en sentido general y del 'cuerpo causal', en tanto que núcleo del alma, en particular. El principal obstáculo para alcanzar dicha unión no es el alma en sí -pues el alma es un órgano de conocimiento-, sino las impurezas -impresiones y condicionamientos, que la ensucian y enturbian su 'mirada'. Es así por tanto que toda disciplina espiritual auténtica es una terapia de descondicionamiento -de 'liberación'- dirigida a 'limpiar' y purificar el alma para que pueda unirse con el Espíritu, es decir, en último término a liberar al 'observador'. Todas las tradiciones coinciden en señalar que el hombre que ha logrado tal 'unión' o 'identificación' es el único 'hombre libre' o 'liberado' -jivanmukta en terminología hindú-. Por su parte la consecución de dicha limpieza o purificación destruye la 'cadena kármica' que ha producido a ese ser particular por la 'ley de la necesidad' (la Ananké platónica) y le ha conducido a la manifestación. Puede describirse esta 'limpieza' interior como un camino 'hacia atrás', 'hacia el interior' o 'hacia las profundidades' de ese ser, cualquiera de estas imágenes sirve, pues todas ellas son metáforas tradicionales empleadas para referirse al trabajo espiritual. 


viernes, 31 de octubre de 2014

Karma y Destino (I)


Una de las nociones metafísicas que ha sido más pervertida y desnaturalizada por la new-age es la de karmaLlama la atención en particular que este término de karma se haya extendido a lo largo y ancho de occidente a la vez que se niega de la manera más ferviente toda concepción metafísica propia de la tradición occidental, y muy particularmente se niega aquella que viene siendo la contraparte occidental de la idea de karma: el destino. 

Esto demuestra la profunda confusión en que está inmerso el hombre moderno, que reniega de todo aquello que le es más propio y cercano -con el consabido argumento del oscurantismo y la superstición- solo para acabar abrazando exotismos y modas ajenas que no comprende, y que a menudo resultan ser aún más oscurantistas y falsas, cuando no obedecen a intereses sospechosos [1]

Si se niega en occidente la existencia del destino no es en base a razones filosóficas o metafísicas sino en virtud de una supuesta 'libertad individual' de que disponemos para regir nuestras vidas y con la cual sería incompatible la idea de destino. Es decir, se razona y se decide en base a criterios meramente sentimentales, relativos al gusto y al deseo; no importa la verdad. Hasta aquí ha llegado a debilidad mental de occidente. 

jueves, 30 de octubre de 2014

Comunidad y ciudadanía: dos modelos de sociedad antagónicos.


Retomamos la comparativa entre la sociedad tradicional y la sociedad moderna abordando uno de los conceptos fundamentales de la moderna sociedad liberal y de su retórica: el concepto de ciudadanía.

Creemos convenientes estas aclaraciones dado que la post-modernidad nos presenta con frecuencia creciente la consideración de 'ciudadano' como la conquista de una condición privilegiada, que nunca antes ningún hombre disfrutó. Un discurso muy propio del progresismo -y las izquierdas-, donde se nos trata de convencer de que los hombres hemos dejado de ser súbditos y vasallos para llegar a ser ciudadanos que deciden libremente y que ahora, una vez conquistada esta privilegiada posición somos agentes activos de la sociedad. Un verdadero progreso. Pero tras toda esta bella retórica se esconde una realidad que pocas veces es puesta de manifiesto.