"Se cierne ahora sobre el mundo una época implacable.
Nosotros la forjamos, nosotros que ya somos su víctima."
J.L. Borges, 'Deutsches requiem' (1932).
Debido al olvido generalizado del sentido simbólico el hombre moderno vive apegado a interpretaciones generalmente muy prosaicas y simplistas del mundo que le rodea. Estas interpretaciones, además de no proporcionar al hombre un sentido trascendental de su existencia que le sea útil para su vida cotidiana -lo que sí hacían los antiguos mitos-, proporcionan un marco idóneo para la difusión del discurso falaz y manipulador del poder. Así por ejemplo los pseudo-mitos del progreso, la democracia o la igualdad; o tantos otros que sería largo citar.
Consideramos que a estas alturas toda persona bien informada -que busca críticamente sus fuentes de información- posee un conocimiento básico de la problemática ecológica -y por ende social, pues en rigor estos ámbitos no pueden separarse- a que nos enfrentamos en la actualidad como consecuencia de haber edificado toda una civilización sobre la explotación central de un único recurso, del que esta sociedad es por completo dependiente: el petróleo.
En las próximas líneas queremos dejar a un lado los habituales análisis materialistas acerca del tema, plagados de cifras, estadísticas y estimaciones, para plantear la cuestión del significado simbólico del petróleo y asimismo analizar qué consecuencias sutiles conlleva el hecho de convertir este extraño producto de la naturaleza en la fuente de energía principal de toda una sociedad industrial, un recurso sin el cual es simplemente imposible que esta siga en marcha y siendo lo que hoy es.