martes, 5 de enero de 2016

Simbolismo del petróleo (I)

"Se cierne ahora sobre el mundo una época implacable. 
Nosotros la forjamos, nosotros que ya somos su víctima."

J.L. Borges, 'Deutsches requiem' (1932).

Debido al olvido generalizado del sentido simbólico el hombre moderno vive apegado a interpretaciones generalmente muy prosaicas y simplistas del mundo que le rodea. Estas interpretaciones, además de no proporcionar al hombre un sentido trascendental de su existencia que le sea útil para su vida cotidiana -lo que sí hacían los antiguos mitos-, proporcionan un marco idóneo para la difusión del discurso falaz y manipulador del poder. Así por ejemplo los pseudo-mitos del progreso, la democracia o la igualdad; o tantos otros que sería largo citar. 

Consideramos que a estas alturas toda persona bien informada -que busca críticamente sus fuentes de información- posee un conocimiento básico de la problemática ecológica -y por ende social, pues en rigor estos ámbitos no pueden separarse- a que nos enfrentamos en la actualidad como consecuencia de haber edificado toda una civilización sobre la explotación central de un único recurso, del que esta sociedad es por completo dependiente: el petróleo. 


En las próximas líneas queremos dejar a un lado los habituales análisis materialistas acerca del tema, plagados de cifras, estadísticas y estimaciones, para plantear la cuestión del significado simbólico del petróleo y asimismo analizar qué consecuencias sutiles conlleva el hecho de convertir este extraño producto de la naturaleza en la fuente de energía principal de toda una sociedad industrial, un recurso sin el cual es simplemente imposible que esta siga en marcha y siendo lo que hoy es. 

Antes de dar comienzo a estas reflexiones precisemos claramente nuestro punto de partida: todas las consecuencias materiales -ya sean ecológicas, económicas, políticas o del tipo que sean- que una tras otra vienen apareciendo como siniestros y amenazadores efectos secundarios, imprevistos e indeseables, pero que son inseparables del funcionamiento y desarrollo habitual de esta civilización, todas ellas son tan solo la cara más exterior del verdadero mal, el cual permanece oculto en los planos más interiores del ser humano. Su valor es por ello e
l de un signo, y su importancia, a pesar del dolor que puedan eventualmente causar, siempre relativa. 

Por tanto todos los fenómenos y sucesos críticos que ya tienen y previsiblemente tendrán lugar, poseen en definitiva la naturaleza de un síntoma que -como en el caso de una enfermedad que empieza a afectar a diversos sistemas- apuntan si se saben leer hacia el origen del mal, que no es otro que la desviación moderna. 

Mientras dure la desviación y la ilusión colectiva que implica la modernidad y su visión profana del mundo las consecuencias de este desorden irán desgraciadamente mucho más allá de la previsible serie de catástrofes derivadas de la sobreutilización del petróleo que habitualmente se nos describen. En tanto síntomas, cualquiera de los muy probables desastres hacia los que esta sociedad se encamina son solo la imagen más visible de un desastre mucho mayor, de índole espiritual y de dimensiones cósmicas, que está teniendo lugar en el interior mismo del hombre.   



Parte Primera: El 'oro negro'.

Para comenzar nuestro análisis debemos recordar la curiosa denominación que el petróleo ha recibido desde el siglo XIX, cuando se convirtió en una pieza clave para el desarrollo de la civilización tecno-industrial, nos referimos a la denominación de oro negro. Esta expresión es particularmente significativa pues pone de manifiesto todo el significado simbólico del petróleo, significado que, pese a su obviedad, parece pasar inadvertido para la mayoría, debido como hemos dicho a la ceguera simbólica que padece el hombre occidental. 

Por esta razón creemos que es un buen punto de partida y vamos a intentar ir desgranando y poniendo de manifiesto el contenido simbólico que el petróleo posee a partir de esta  conocida expresión de 'oro negro' 


Simbolismo solar del oro. 

Comenzaremos diciendo que el oro es el metal solar por excelencia [1], y como tal lo tratan las mitologías de todos los pueblos. En base a este simbolismo solar el oro se ha asociado siempre a la deidad, al orden social perfecto, a virtudes como la Justicia -la Edad de Oro- y, en un dominio más político, a la realeza. 

Los ejemplos son numerosos. Citaremos como caso ejemplar el papel que jugaba el oro en el Antiguo Egipto. Allí el oro estaba fuertemente unido a la función regia. Sin caer en la simplificación pueril que supone sostener que los egipcios adoraban al astro solar, diremos que el faraón era considerado -en cuanto a su función social- una personificación de lo que el sol era en el orden cósmico. Así el faraón debía encarnar y cumplir en el mundo de los hombres la función propia de la deidad solar: Horus. 


Esta asociación entre el oro, las deidades solares y la función regia se pone de manifiesto mejor que en ninguna otra parte en la titulatura real egipcia del 'Horus de Oro' o Nombre de Hor-Nub. En ella quedan asociados todos los términos que hemos citado. 





        
El jeroglífico del Hor-Nub está compuesto por el divino halcón Horus posado sobre un collar dorado que simbolizaba el sol, cuyos rayos son representados como gotas. 




Asimismo en el conocido simbolismo alquímico el oro es el metal más puro y perfecto, que representa la perfección alcanzada por la naturaleza, imagen de lo eterno e incorruptible y al cual debe tender toda la creación. Su opuesto alquímico es el plomo, el metal de Saturno, el dios caído y expulsado por los dioses olímpicos al mundo subterráneo. 

El oro por tanto, ha sido siempre y en todas partes un indiscutible símbolo solar. La misma palabra oro, que proviene del latín aurum, está relacionada con la palabra aurora y con la salida del sol, concretamente la aurora se refiere al brillo del amanecer que precede y anuncia la salida del astro rey. 





Ahora bien, la denominación de 'oro negro' implica una inversión simbólica en tanto que opone a la cualidad esencial del oro mineral, su color dorado que es la imagen natural privilegiada del sol y su luz, el color negro, cuyo significado simbólico es exactamente opuesto. 

En efecto, el negro es tradicionalmente el color de la oscuridad, las tinieblas, la ignorancia y la muerte. Por ello es el color que el hinduismo asigna al Tamas, el Guna descendente que rige la manifestación de los seres inferiores -infernales- y denota la involución espiritual. Así, si el color del oro se asocia inevitablemente con la luz solar y por tanto con el calor, el día, la vida y el desarrollo de la manifestación, el color negro solo puede asociarse con sus naturales opuestos: la noche, el frío, la muerte y la involución. 


Desde otro punto de vista, siguiendo el simbolismo hermético, el color negro se opone a los colores blanco -que designa la pureza- y dorado -que designa la realeza, la maestría y la más alto nivel en cualquier jerarquía dada-. El blanco es el color del estado del ser previo a la manifestación, y puede por extensión referirse al comienzo mismo de esta en tanto expresión de la 'posibilidad pura'. Por su parte el dorado -el color del sol- simboliza el punto más elevado de la manifestación misma y su estado más perfecto. El color negro por su parte simbolizaría según esta secuencia ternaria el fin de la manifestación, su extinción, y con ello la muerte [2].      


La conclusión tras este breve análisis es que la expresión de 'oro negro' que se da al petróleo dice mucho más de lo que parece a simple vista. Hay aquí algo más que una metáfora más o menos simple y original, algo que supone una auténtica declaración de principios. Veamos en detalle las implicaciones simbólicas de esta denominación.  





El 'sol negro'. 

Ilustración del tratado Philosophia reformata (1622) en que se ilustra la fase alquímica de la Putrefactio
Sus símbolos clásicos son el cuervo, la osamenta -o en su defecto la calavera- y el 'sol negro'. 

El empleo de este oxímoron que es la expresión 'oro negro' nos recuerda el conocido sol negro (Sol Niger) de los alquimistas, un símbolo de extraordinaria complejidad que requeriría un estudio específico aparte pero que habitualmente se relaciona con la fase de la Putrefactio o Nigredo, fase, dicho sea de paso, regida por el dios Saturno, que ya hemos citado anteriormente.

Por otra parte esta denominación de 'oro negro' pone de manifiesto de qué forma el petróleo ha sustituido al oro como marcador social de riqueza. El oro siempre fue el valor que medía la riqueza de las civilizaciones tradicionales. Su primacía como valor material más elevado fue completamente anulada tras la segunda guerra mundial. Pero no menos significativo resulta cómo el gasto de petróleo es un gran indicador -el mejor en realidad- de eso que se denomina 'nivel de desarrollo' de una sociedad: por ejemplo al tenerse en cuenta el gasto de 'energía extra-somática' de una población indirectamente se está evaluando el consumo de petróleo. En resumen puede decirse que cuanto mayor es este consumo energético más 'avanzada' y 'desarrollada' se considera dicha sociedad. 


Hay además un detalle relevante: el valor del oro y las piedras preciosas no se medía por su utilidad práctica pues carecía de tal, todo su valor residía en su significado simbólico y ritual. Sin embargo el petróleo es considerado valioso precisamente en función exclusivamente de sus aplicaciones prácticas, tal y como corresponde a una civilización materialista y rotundamente pragmática como la actual. Por esto, además de ser la fuente de energía central de la civilización moderna el petróleo puede considerarse su símbolo más acabado, pues simboliza todos los deseos y obsesiones de la misma: la obsesión por el crecimiento, la fiebre del consumo, etc.

El petróleo, como el oro y las piedras preciosas, es extraído del interior de la tierra lo cual lo emparenta con el mito de Plutón, dios de las riquezas que custodiaba el inframundo, pero por su naturaleza el petróleo no puede ser equiparado a los minerales y joyas de naturaleza olímpica, es decir luminosa y celeste. El petróleo al fin y al cabo procede de la destilación durante millones de años de una 'naturaleza muerta', dicho de otro modo, tiene su origen en los cadáveres de otro mundo, anterior a la era humana. Es por tanto de naturaleza ctónica e infernal. Más adelante veremos las implicaciones que este detalle posee.


Por todo lo dicho el petróleo se constituye en el contra-símbolo exacto del oro y vemos hasta qué punto la denominación de 'oro negro' describe a la perfección su siniestra naturaleza espiritual.  

La técnica asociada al petróleo pone este producto en relación directa con uno de los temas que antes apuntamos y que trataremos en profundidad en la segunda parte: el maquinismo que se sirve del petróleo como su fuerza bruta apunta directamente a los viejos Titanes vencidos por los dioses olímpicos y encerrados, precisamente, en el interior de la tierra. 






[1] Hemos tratado el simbolismo del oro en profundidad aquí
[2] Para un análisis en profundidad sobre el simbolismo del color negro véase Hani, J. 'La Virgen negra y el misterio de María', ed. Olañeta (2010).   

2 comentarios:

Jose A.B dijo...

¿Que hay de las teorías que postulan el origen abiótico del petroleo?

Existen evidencias de que se ha encontrado petroleo y carbón en rocas profundisimas, donde es teóricamente imposible que se sedimentaran restos orgánicos.

Rodolfo Montalvo dijo...

Yo pienso que es Verdad. José Alfonso Hernando de Valdeande Mágico lo expone así; otro alternativo que asegura esto es Mark Passio de What on earth is happening (en inglés).