viernes, 14 de noviembre de 2014

Algunas notas sobre el amor cortés: conclusiones (y II)



Hechas las anteriores aclaraciones acerca del papel a que ha sido postergado el amor en la sociedad actual, hay que destacar que en aquellas sociedades donde la comunidad posee mucha fuerza -convivencial y cohesionadora- el amor de pareja o conyugal ha tenido un desarrollo social mucho menor históricamente que en occidente. 

Esto puede ser debido a diferentes factores, pero en general parece confirmar nuestra hipótesis, ya planteada en otro lugar, de que el desarrollo del amor conyugal o de pareja -no solo como hecho vivido individualmente sino en tanto que fenómeno articulador de la sociedad- responde a un grado de deterioro social bastante avanzado en que los lazos comunitarios pierden fuerza y el individualismo aumenta, por lo que el amor puede funcionar como marco cohesionador y protector, de identidad y de referencia, cuando las otras referencias de la sociedad amenazan desaparecer. Los sujetos que sufren la descomposición de su sociedad, al verse cada vez más carentes del entorno integrador proporcionado por su comunidad, buscan la seguridad de manera radical en un vínculo afectivo único y poderoso, vivido como providencial, apoyados en el cual son capaces de 'enfrentarse' al mundo. 

En efecto, en el ideal del 'amor cortés' encontramos cómo el amor por la dama se convierte en la excusa perfecta para que el caballero se enfrente a gestas impensables y se supere a sí mismo, como si el amor le dotara de un valor y una audacia excepcionales. Así es presentado en toda la literatura caballeresca medieval. 

Semejante centralidad del hecho amoroso en la sociedad medieval así como el fenómeno de su expansión más allá del ámbito privado hasta ocupar y alterar toda la vida social y su significado no tiene equivalente en ninguna otra parte y supone de hecho una cierta alteración de la 'normalidad social'. No encontramos en la antigüedad clásica nada semejante a lo que el amor significó en la sociedad medieval, nada que lo acerque a su cualidad cuasi sagrada de devoción del caballero a su dama, ni tampoco nada de su carácter social un tanto revolucionario y subversivo. 



Si atendemos a la estructura interna podemos aventurar las siguientes conclusiones acerca del significado y el valor que le era otorgado al 'amor cortés'. En primer lugar el ideal cortés se movía entre dos límites claramente establecidos:
  • Por un lado el hecho de ser vivido el amor como una relación de fidelidad y confianza, que era un perfecto reflejo de la fidelidad que suponía el vasallaje feudal en el ámbito público. Una relación de fidelidad por la cual el caballero quedaba ligado de forma indeleble su dama. En ocasiones también la dama al caballero, pero esto al parecer no sucedía siempre, de modo que debía estar sujeto a una norma electiva [1].
Encontramos innumerables -y bellísimos- ejemplos de cómo la fidelidad era considerada la categoría central del compromiso amoroso en la poesía trovadoresca medieval. Esta ligazón entre caballero y dama constituía verdaderamente un vínculo sutil e inmaterial pero muy real que dotaba al amor de un valor ciertamente sobrenatural, tal y como era sentido por sus protagonistas. Este hecho, la creación de un nexo sutil -inmaterial y por ello mismo superior- y eterno con el otro, nexo que era imaginado como un vínculo casi espiritual que se extendía más allá de la muerte de los amantes, situaba el amor en una realidad superior a todas las otras,  en un orden de realidad radicalmente diferente de la realidad cotidiana, casi del orden de las realidades sagradas. Así, el amor de un caballero por su dama era un hecho metafísico que solo podía poseer para los amantes un sentido espiritual y divino, de religazón con lo Superior. Lo cual nos conduce inevitablemente a la segunda característica intrínseca al fenómeno del amor cortés:
  • El hecho de que tal relación amorosa era situada por encima de todo compromiso o escala social. Esta cualidad, consecuencia de la anterior -la naturaleza sobrenatural adjudicada al amor- es la que marca el carácter netamente subversivo y cuasi revolucionario, potencialmente peligroso para la marcha normal de la sociedad, del 'amor cortés'. 
La suma de ambos factores suponía que la relación amorosa constituía un absoluto para los amantes, se debía fidelidad antes al amante que a cualquier otra instancia de la sociedad -incluida la familia- por lo cual todo sacrificio que la relación amorosa implicara -incluso la eventual muerte por esa relación-, no era -no podía serlo- visto como una carga, sino como un hecho connatural a la misma naturaleza del hecho amoroso, que ya hemos dicho era considerado de naturaleza cuasi sagrada. 


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Pero el presente análisis estaría incompleto si no atendemos igualmente a un punto de vista diferente al que ya hemos hecho alusión: el hecho de que socialmente tal relación hombre-mujer -a menudo polémica e inconformista con el orden social en que se daba- fuera como poco consentida socialmente y frecuentemente celebrada, cantada y puesta en valor por artistas de toda índole y sobre todo poetas, lo cual no deja de resultar sorprendente. 

Hay que señalar a este respecto que semejante ideal de relación amorosa se legitimó ante todo en por el arte, donde alcanzó una relevancia inaudita que sobrevivió en varios siglos al mundo medieval que lo vio nacer y donde su importancia como tema central del arte europeo puede rastrearse en toda la modernidad al menos hasta el romanticismo. Algo bastante inédito en la historia del arte y la creación humanas, por más que al hombre moderno le parezca algo natural

Atendiendo a este carácter subversivo y revolucionario que presentaba sobre todo en su origen, resulta cuanto menos chocante que una determinada sociedad promoviese un modelo de relación que claramente ponía en peligro el statu quo y la cohesión comunitaria -siquiera psicológicamente- al situar a los amantes fuera de la esfera social y al ser amado por encima en importancia de todo vínculo familiar o comunitario. 

Por otra parte, cuando nos referimos al carácter profundamente controvertido que supuso el ideal amoroso cortés debe repararse por ejemplo que algunas fases de la relación amorosa como el cortejo dejaron de ser exclusivamente privadas y pasaron a ser aceptadas públicamente, lo cual debió ser motivo de escándalo y tuvo por efecto cambiar para siempre las costumbres de la sociedad occidental al respecto. Es evidente que en lo que se refiere a muchas conductas de afecto la sociedad occidental ha sido históricamente mucho más permisiva que otras. [2]

Otro fenómeno indudablemente controvertido del amor medieval que cabe citar es el poco conocido tema del 'rapto'. Este fenómeno, por llamarlo de alguna manera, se sabe que debía contar con el consentimiento por parte de la dama -sin el cual el 'rapto' carecía de valor jurídico y pasaba a ser un secuestro constitutivo de delito- y que era frecuentemente aceptado y aprobado por la autoridad eclesiástica, lo cual no deja de sorprender. Dado que es fácilmente imaginable que en más de una ocasión los 'raptos' se cometieran para evitar un enlace pactado por la familia o simplemente para normalizar socialmente la situación de los amantes, resulta llamativo que la sociedad no lo persiguiera sino que incluso lo elevara a derecho. 



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Por último hemos de referirnos a su aspecto inversor, el hecho de que el hombre se sitúe consciente y voluntariamente por debajo de su dama en derechos y deberes, lo que nos recuerda una vez más la idea de 'pareja infernal'. Este hecho supone a todas luces una 'inversión del orden normal', pero tal inversión de la relación 'normal' es difícil de explicar. Sin duda tuvo que causar escándalo en muchos sectores de la sociedad -aun aceptando que aquella sociedad no era tan conservadora, machista ni puritana como se nos ha querido hacer creer- y por ello es todavía más sorprendente la aprobación social que muy pronto gozó el amor cortés no solo como nuevo modo de relación entre los sexos sino incluso como modo de ser y de presentarse en sociedad, pues muchos caballeros hacían público el nombre de su dama

En cierto sentido tal inversión de las relaciones hombre-mujer consideradas 'normales' podría resultar inseparable del carácter y la idiosincrasia de los 'pueblos del norte' y se hace difícil pensar que pudiera originarse fuera de los mismos. Esta hipótesis de una influencia de los modos de relación hombre-mujer propios del norte en el ideal del amor cortés y caballeresco parece encajar con la idea general de la mayor libertad, valoración e igualdad de que disfrutaban las mujeres en el modelo social nórdico y germánico frente a las sociedades mediterráneas, generalmente consideradas como mucho más desiguales. Dicha hipótesis también es acorde con el hecho de que el 'amor cortés' aparece precisamente cuando mayor es la influencia de los pueblos del norte en el arte y la literatura europeos, en plena época de síntesis entre las dos tradiciones, así por ejemplo cabe citar el desarrollo de los mitos griálicos y artúricos, contemporáneos del fenómeno que venimos analizando. 

Y quizá tampoco sea erróneo poner en relación el mito del amor caballeresco medieval con los mitos griálicos, que, como acabamos de decir, eran contemporáneos. Sin duda guardan relación entre sí, no solo por su coincidencia en el tiempo y en el espacio, sino que incluso sería posible vincularlos si se interpreta el ideal amoroso en un sentido esotérico, que sin duda era atribuido en la época: la dama medieval podría prefigurar la Shakti del tantrismo hindú y la 'Bella Durmiente' de los cuentos populares europeos, personaje este último cuyo sentido esotérico es manifiesto. Se sabe de ciertas escuelas tántricascontemporáneas al fenómeno europeo del 'amor cortés', donde se dotó de una cierta sacralidad a la relación caballero-dama, y donde además se desarrollaron complejos rituales que giraban en torno a esta cuestión

En tal caso, cabría la posibilidad de que tal inversión de las jerarquías -masculino vs. femenino y pareja vs. sociedad-, no fuera en sí algo tan anti-tradicional como a simple vista parece -aunque la feminización moderna de la sociedad ha sido entendida en este sentido por diversos autores, p.e. Evola-, sino un modo un tanto subversivo de disponer una vía, quizá en algo paralela a la del tantrismo pero en todo caso perdida.  



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En todo caso y volviendo al aspecto más social, no deja de ser cierto que la idea del 'amor cortés' implicaba en sí una rebelión contra el orden. Que el ideal del amor medieval era vivido como una transgresión de las normas familiares y comunitarias -y a veces incluso religiosas- es algo evidente que se aprecia perfectamente cuando dirigimos la mirada a la literatura amorosa occidental -no solo medieval-. Si, en sentido psicológico, el amor siempre supone un inconformismo, una forma de protesta ante la realidad, en sentido político el 'amor cortés' suponía un acto verdaderamente revolucionario por su cuestionamiento explícito al orden establecido. Por ello resulta todavía más sorprendente que tales actitudes no fueran socialmente condenadas y perseguidas sino, por el contrario, consentidas e incluso jaleadas y promovidas por poetas y artistas.

Estas últimas características que hemos señalado del ideal amoroso occidental no resultan para nada fáciles de interpretar ni de comprender. En el hecho de tener un cierto carácter revolucionario así como en la inversión que suponen de los roles tradicionales podrían ser entendidas como un paso más hacia la desintegración del orden social tradicional. El hecho de sustituir la comunidad o la familia en tanto redes afectivas amplias por una relación inter pares -lo que constituye una relación reducida a la mínima expresión viable-, puede ser interpretado en el mismo sentido: como una separación explícita y voluntaria del orden tradicional comunitario y como un paso más hacia el individualismo moderno, egoísta, atomizador y disgregador. Sin duda la sociedad ha articulado de muy diversos modos esta dialéctica entre pareja y comunidad pero el hecho de que la pareja, -al menos idealmente si no en la práctica- simbolizara la relación humana ideal y arquetípica por encima del compromiso con la comunidad de iguales o la obediencia a los poderosos -el señor feudal, etc...-, nos habla sin lugar a dudas de un debilitamiento de las redes comunitarias. Pero, dado que cabe la posibilidad de tomar como causa lo que bien pudiera ser un efecto, habría que analizar cuidadosamente si no sería tal debilitamiento de las redes sociales lo que empujó a ciertos sectores de la sociedad a buscar refugio en la nueva figura del amor cortés. No tenemos respuesta para ello.  



Para leer la primera parte: Algunas notas sobre el amor cortés: conclusiones (I) 



[1] Quizá esta correspondencia solo sucedía cuando la situación social de la dama lo permitía, es decir cuando no contando con otros compromisos la dama tenía libertad para involucrarse o vincularse. En todo caso este aspecto, como tantos otros en lo que se refiere al amor medieval, está lleno de incógnitas.  

[2] Acerca de este tema, habría que entender el puritanismo burgués, que comenzó a extenderse a partir del siglo XVIII por toda Europa, precisamente como la excepción que confirma la regla. El puritanismo constituyó un potente movimiento político de cambio social al cual se ha prestado una nula atención desde las ciencias sociales. Un movimiento de naturaleza claramente liberticida, dirigido a restringir la libertad de los sujetos en muchos aspectos de su vida cotidiana y no solo en los afectivos, eróticos o sexuales como se suele pensar. Todo ello dirigido, como es fácil advertir, a limitar la capacidad de acción y de respuesta contra la estructura de poder unilateral de esa sociedad. Gracias a la ayuda que presta la perspectiva histórica puede afirmarse que lo que trajo consigo el 'nuevo régimen', paradójicamente burgués y revolucionario a la par, fue una aniquilación programada de todas las libertades, sobre todo en el plano afectivo y emocional, que conllevó un deterioro psicológico evidente en la población. Repetimos que este es un tema habitualmente ignorado pro las ciencias sociales. 



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