sábado, 30 de agosto de 2008

Simbolismo del laberinto (II): Laberinto y comunidades iniciáticas



Para proseguir con los diferentes simbolismos del laberinto, compatibles todos ellos entre sí, pues no se excluyen, debemos remitirnos a la estructura funcional de una comunidad iniciática. Esto requiere de algunas explicaciones previas acerca de la morfología y constitución de las comunidades iniciáticas.

Una comunidad iniciática tradicional y regular es en sí misma un microcosmos, es decir, reproduce a su escala y nivel el orden universal. En una tal comunidad el maestro, en tanto que poseedor del conocimiento (gnosis) o la influencia espiritual (baraka) que hace al grupo ser lo que es, es la referencia indiscutible para el resto de miembros.

Puede perfectamente considerarse esta figura del maestro, en tanto que central, como un “centro inmóvil”, un “centro del universo” –universo que es la comunidad en sí misma –. El maestro es el “centro” de su comunidad exactamente como el sol es "centro" de su sistema solar. Podría decirse incluso que de modo del todo equivalente a como el sol mantiene unidos a sí los planetas del sistema solar, así el maestro -mediante su fuerza e influencia espirituales- mantiene a sus discípulos ligados a él, formando un “círculo” iniciático y protector.

En tanto que “centro inmóvil” el maestro es el “polo” de su comunidad al que deben tender (orientarse) sus discípulos; y en cierto sentido dicho maestro es inaccesible a los profanos. Esto es así no solo en la teoría sino incluso también en la práctica, pues dicho maestro está como rodeado y protegido, por sus alumnos, oficiales y adeptos de diversos niveles, de las influencias del “mundo profano”. Adeptos que por una parte le protegen como a una “tierra santa” y por otra establecen contactos con el mundo exterior, es decir mantienen comunicación con el “mundo profano”. En otras palabras, ellos, los adeptos, comunican el interior y el exterior de su comunidad[1] manteniendo a ésta en contacto con el mundo exterior. 

Los “oficiales” (y nótese las implicaciones militares de la palabra) son como el más cercano “cinturón de seguridad” del núcleo que representa el maestro, y pueden ser denominados por ello “guardianes de la Tierra Santa”. En virtud de semejantes equivalencias el maestro mismo constituye el auténtico “Grial” para su propia comunidad, pues él forma el vínculo que une a esa comunidad con el centro espiritual superior. Él representa en este nivel de manifestación ese hilo conductor ininterrumpido que pasa de maestro en maestro a lo largo del tiempo y las generaciones. 

Por último en el nivel más bajo si imaginamos una representación vertical -forma piramidal- o más alejado del centro si tomamos una representación horizontal -tal como puede ser el laberinto, la figura de la 'triple fortaleza' u otra de las muchas representaciones representaciones concéntricas que se refieren a esto-, estarían los aprendices, no considerados adeptos [2] por no haber actualizado aún la iniciación recibida. La iniciación la instruye exclusivamente el maestro que es el único que la puede dar regularmente.

Tal como hemos explicado la estructura constituida por núcleo, zona intermedia y periferia destaca la analogía que dicho esquema posee con la estructura del huevo de las aves -cáscara, clara y yema-, conocido símbolo del renacimiento espiritual, y en general con la estructura básica de la célula -membrana, citoplasma y núcleo-.



Enlosado de la catedral de Amiens que forma la figura del “triple recinto” o “triple fortaleza” celta, imagen de la configuración esencial de cualquier comunidad iniciática y por extensión de toda la sociedad tradicional en su conjunto.

El suelo original de la catedral fue sustituido en tiempos modernos por este otro que puede verse en la imagen, el cual, a pesar de su factura moderna, conserva varias formas tradicionales, incluyendo esvásticas y un curioso laberinto poligonal.



Pasando al análisis de los laberintos propiamente, diremos que los laberintos de camino único representan básicamente la misma estructura en tres capas de profundidad que ya hemos descrito: zona de límite y protección, zona intermedia y núcleo. 

El sendero del laberinto simboliza el camino que debe recorrer el hombre profano desde la exterioridad hasta el centro de sí. Tal viaje hacia el interior de sí mismo tiene su correlato con la posición que ocupa ese individuo particular en su comunidad o sociedad, posición que puede ser más interior o más exterior: en tanto que hombre profano solo participa de la vida social normal de la comunidad y acaso de sus ritos exotéricos, está por tanto en la exterioridad, pertenece a la periferia de la comunidad; pero en tanto que iniciado y adepto ocupa un lugar central, sosteniendo invisiblemente a su comunidad mediante su participación en el núcleo de la misma. 

Desde este punto de vista el propio laberinto semeja la comunidad iniciática, el grupo sagrado. Si el centro es el maestro de su comunidad, las baldosas que conforman el enlosado representan ellas mismas -siguiendo el conocido simbolismo de las piedras de la iglesia en representación de sus fieles- a todos los iniciados que han trabajado activamente en la obra (exterior e interior) y que están ejecutando por y en sí mismos el camino que designa el laberinto.

Toda la comunidad iniciática tomada como conjunto, así como el camino iniciático individual de cada miembro están representados –debido a la ley de analogía- en el mismo símbolo del laberinto. Penetrar en el laberinto equivale por tanto a acceder al ámbito sagrado que supone la comunidad regular e iniciática. Poco a poco el iniciado deberá recorrer progresivamente –y en un largo transcurso de años- el camino que lleva desde la periferia (el grado de aprendiz) hasta el centro (el grado de maestría). El adepto que alcanza el centro de su comunidad (o de su laberinto) se convierte a todos los efectos en un nuevo maestro, al modo de un sol que ilumina y guía a sus discípulos. Esta es la razón por la que los nombres de los maestros constructores de las catedrales góticas estaban inscritos o grabados precisamente en el centro de sus mismos laberintos.

Este es el camino reproducido y representado simbólicamente en las circunvalaciones de todos los laberintos y por esta razón es perfectamente correcto decir que el laberinto es un camino esotérico, pues a través de él se pasa de lo exterior -el mundo profano- a lo interior.



Laberinto en el suelo de la catedral de Chartres.



Aún podría hacerse una última lectura: el laberinto está dentro de la iglesia o catedral. La iglesia (como comunidad cristiana) sostiene y protege -mejor sería decir debe sostener y proteger- las comunidades esotéricas en su interior. El esoterismo tiene lugar y sentido entonces sólo dentro de la iglesia cristiana que es su marco debido.

Todo lo que se ha indicado a nivel de la comunidad es también válido a un nivel individual (en virtud de la ley de analogía): el hombre que alcanza su propio centro -pasando por las mismas o equivalentes pruebas por las que habría de pasar caso de pertenecer a una comunidad iniciática y tras el mismo arduo y tortuoso camino-, alcanza también el grado de maestro, pasa a encontrar desde entonces su maestro interior que no está sino en su propio centro, en el centro de su individualidad, el centro de su laberinto, laberinto que no es otro que su personalidad retorcida y profana, esquiva de lo más esencial y fundamental, es decir, su ego, que da una vuelta tras otra para no enfrentar lo fundamental: que está pronto a desaparecer. 

Dicho camino laberíntico hacia en interior de sí en ninguna parte está mejor representados que en el mito medieval de la búsqueda y el encuentro del Santo Grial.







[1] Al modo de la membrana celular, que protege el interior de la célula pero también lo “une” en cierto sentido al exterior pues por ella pasa la comunicación con el “mundo exterior”: separa y a la vez comunica ambos lados, ambos mundos.

[2] Como explicara Guénon, el lenguaje vulgar y profano usa la palabra 'adepto' como  equivalente de seguidor o iniciado y la emplean para los que están en sus inicios, cuando en realidad se refiere a los miembros que están más alto en la realización espiritual.


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