viernes, 7 de julio de 2017

Cultura del palimpsesto





"Talar bosques sagrados es borrar huellas divinas"
N. Gómez Dávila

"Quien controla el presente controla el pasado, quien controla el pasado 
controla el futuro."
G. Orwell, 1984, cap. III.


Palimpsesto. 1. m. Manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura 
anterior borrada artificialmente. (DRAE)



En ocasiones a lo largo de nuestro análisis de la modernidad -que supone la materialización del punto de vista profano a nivel social- hemos hecho referencia a lo que denominamos 'cultura del palimpsesto'. Se trata de una de las formas más explícitas que toma el nihilismo moderno, con su odio hacia el pasado y la tradición, y es inseparable además de otros tantos falsos mitos de la modernidad como el mito del progreso -que es el evolucionismo aplicado al devenir histórico-, o el del individualismo y la auto-construcción, más bien autodestrucción, del sujeto. 

Cuando hablamos de 'cultura del palimpsesto' nos referimos a una estrategia de largo alcance dirigida a la destrucción sistemática de toda 'herencia' cultural -individual y colectiva- a fin de eliminar aquellos obstáculos que pudieran oponerse a la instauración de un 'nuevo orden' cultural, orden cultural acorde al 'nuevo orden' social propio de las utopías modernas y revolucionarias que se pretende imponer. 

Entre los obstáculos que se oponen a la instauración de tal orden uno destaca particularmente: la identidad. Por esta razón la estrategia del palimpsesto se dirigirá muy especialmente a destruir las viejas identidades así como a crear otras nuevas, siempre fragmentarias a fin de que no puedan servir nunca como herramienta de unión de los sujetos sino que sean siempre motivo de conflicto y desunión. 


Estrategia del palimpsesto e ingeniería social.

Esta estrategia del palimpsesto no opera en el vacío sino que forma parte de un contexto mucho más amplio, el de la ingeniería social, un plan ordenado a diferentes niveles en consonancia con el magno proyecto que hoy día está en marcha en las sociedades occidentales. 

Así puede incluirse la estrategia del palimpsesto en lo que se ha llamado en ocasiones la 'batalla de las ideas' o la batalla por la cultura, una lucha por la hegemonía cultural que viene desarrollándose en Europa desde la Ilustración pero que ha devenido central en el último siglo y es ahora mismo un asunto estratégico al servicio del cual están las ciencias sociales profanas y la 'intelligentsia' académica. 

Es cierto que la batalla de la propaganda y la lucha por la hegemonía cultural han existido siempre, siendo un ejemplo claro de ello la Leyenda Negra anti-española elaborada durante siglos por ingleses y holandeses y que todavía se mantiene en el imaginario popular. Pero esta batalla por la cultura ha alcanzado un nuevo nivel de refinamiento a partir de la sistematización metódica que imprimieron a la misma la escuela de Frankfurt (Theodor Adorno [1], Horkheimer, Habermas) y diversas escuelas de psicología social, en particular la escuela de Chicago, sin olvidar la contribución fundamental de K. Popper. 

El objetivo último de todo este frente de lucha representado por la ingeniería social y por las ciencias sociales es imposibilitar el surgimiento de cualquier tipo de oposición o disidencia a la ideología (cultura) hegemónica, siquiera en el plano de las ideas. 

Es precisamente este dominio absoluto, y la consiguiente conciencia de carencia de enemigo exterior lo que ha supuesto uno de los factores clave en el paso de la modernidad a la postmodernidad -que algunos llaman hípermodernidad-: eliminada toda alteridad la modernidad se vuelve contra sí misma en un movimiento a la vez auto-destructivo e inevitable. 

Volviendo a los mecanismos de control de la ingeniería social, esta opera en varios frentes de forma simultánea que podríamos resumir en cuatro escenarios estratégicos que operan al unísono en una única dirección común: 
  • la historia y la cultura,
  • el lenguaje,
  • la información,
  • las emociones.

Lo que denominamos 'cultura del palimpsesto' es una estrategia que se aplica de manera exhaustiva al primero de estos ámbitos, el que concierne a la historia y la cultura. La cultura se desprestigia y pervierte, la historia se reescribe tal y como profetizara Orwell en su distopía 1984.

Sea como sea, se busca ante todo imprimir en la ciudadanía un desprecio -que en ocasiones acaba en odio- por su pasado y sus raíces, es decir potenciar la pérdida de identidad del sujeto. 

Decimos que la cultura se pervierte pues se aleja de su función primordial y su razón de ser convirtiéndose en "industria cultural", eufemismo que expresa claramente el triunfo de este proyecto a la hora de poner el arte y la creatividad al servicio ante todo del mercado. En cuanto a la alteración de la historia, generaciones enteras de occidentales son ya víctimas de esta Damnatio Memoriae implantada desde el aparato estatal, a través de la educación obligatoria. 

A través de esta demolición sistemática de la cultura y la historia lo que se pretende es imponer la doctrina individualista de la auto-construcción del sujeto. En efecto el mito individualista propio de la modernidad se basa en que el sujeto se rebela contra toda herencia de su pasado para construirse a sí mismo según su voluntad en un proceso de supuesta individuación. Un mito que ha sido calificado a menudo de fáustico y prometeico pero en el que también son bien reconocibles rasgos luciferinos: rebeldía, ambición, soberbia. Y aún otro rasgo luciferino: la fe en la luz de la razón. Es muy llamativo que esta nueva antropología adquiriera su influencia social precisamente en el llamado Siglo de las Luces, que supuso el triunfo del racionalismo y el progresismo. Y hay que decir que esta doctrina progresista, individualista y luciferina está en la base misma de toda la mentalidad revolucionaria pues como ya dijimos al inicio, este fenómeno de borrado y alteración sistemático del pasado es inseparable de los mitos ilustrados y revolucionarios que pretenden instaurar un 'tiempo nuevo' o 'nueva era', un mundo nuevo para una nueva humanidad. 

La cultura hegemónica gusta de presentar la modernidad -a través de estos falsos mitos que hemos enunciado- como un deseable proceso de individuación y auto-construcción que teóricamente ha de conducir a una mayor autonomía e incluso a un progreso moral -así lo interpreta en general la filosofía occidental-, desde nuestro punto de vista se trata de un proceso de incoación y despojamiento, a través del cual el sujeto se vuelve más frágil y dependiente y queda paulatinamente más solo e indefenso. Lo cual puede interpretarse sin duda en un sentido material pero también en un sentido psíquico, es decir concerniente al alma, interior al sujeto mismo. En el fondo esto no puede considerarse una casualidad pues, en virtud de las correspondencias que unen todos los niveles y modos de la manifestación, ambas realidades son tan solo dos caras de un mismo fenómeno -situado en una realidad más profunda- y estos procesos no pueden dejar de manifestarse de un modo cada vez más explícito e innegable. 


Estas son las consecuencias finales del nihilismo y la acedia anti-tradicional que, aunque larvadas durante siglos, eclosionaron definitivamente en el llamado Siglo de las Luces -denominación tan paradójica como perturbadora-. 

Pero aquí conviene matizar algo. Antaño, los proyectos utópicos imaginaban la instauración de ese tiempo nuevo como una ruptura brusca y traumática con las herencias del pasado, lo que supondría un año cero desde el cual la historia recomenzaría; es el ideal revolucionario clásico. 

Sin embargo en la actualidad las ciencias sociales han modificado este sueño revolucionario y han inculcado la idea de que el cambio ha de ser gradual, "progresivo" -palabra clave en neolengua-. Son las luchas por los derechos y las conquistas sociales del último medio siglo, todas ellas dirigidas desde instancias superiores que supervisan la dirección y velocidad de ese cambio social. La revolución toma así una apariencia inocua de modo que genera muchas menos resistencias en la sociedad. E incluso aquellas resistencias que genera son consideradas como intolerables y perseguidas: el progreso social no se puede detener, escuchamos a menudo. Se ofrece además este cambio como algo deseable, una liberación -libertad es otra de las palabras clave en neolengua-. 

Como vemos, sea por el método traumático de la revolución violenta, sea por el método más gradual que ofrece actualmente el progresismo, el resultado es uno y el mismo: la instauración del Nuevo Orden Mundial (NOM, o NWO por sus siglas en inglés).  




[1] Destacar especialmente la labor crítica de Adorno dirigida a socavar la tradición artística occidental.



2 comentarios:

JL dijo...

Buen articulo.

Una vez que deducimos que existe un “conclave” que pretende llevar a la humanidad hacia el NOM y que actúa desde hace siglos, debemos obligatoriamente preguntarnos quienes son, que pretenden, como son capaces de persistir planes que superan en mucho la duración de la vida humana, etc.

Sin duda deben ser seres que odian profundamente a la humanidad, que quieren destruir su pasado, su presente y esclavizarla en el futuro, ya que sin estas premisas la existencia de una dirección o plan no parece factible.

Además deben poseer prácticamente medios infinitos o al menos tan tremendamente superiores a los del resto de humanos que hacen imposible la resistencia de estos y así sucesivamente.

Es muy claro que un poder que domina absolutamente todo en el mundo (medios de comunicación, financieros, industria, energía, educación, política…¡absolutamente todo sin oposición!) debe estar formado por individuos muy poco similares al ser humano normal, incapaz por sí solo de prácticamente nada, ya que sin esto no se explica.

¿Cómo han podido conseguir ese poder? ¿El dominio de unos pocos ha existido siempre pero ahora se hace patente gracias a los medios y tecnología actuales? Es muy claro que no podemos partir de una consideración de la persona humana normal como pretendidamente inteligente, sana moralmente y poseedora de valores espirituales intrínsecos, ya que jamás a seres así se les podría haber burlado, vejado y esclavizado, a las claras y sin careta ninguna, de la manera que se ha hecho.

Por lo anterior pienso que bastan muy pocas personas decididas, con las ideas e intenciones claras sean estas buenas o perversas, para apoderarse de todo el rebaño humano y hacer con este lo que quieran y en muy poco tiempo. Hay que reconocer la realidad del ser humano de la calle, nadie quiere ninguna responsabilidad, ningún “problema” y le importa muy poco el futuro, la verdad, la humanidad y ni siquiera sus hijos realmente.

Es en esta verdad, esa bazofia que es el ser humano “normal”, donde se puede apoyar cualquier poder incluso mínimo en principio y hacer todo lo que le plazca; los demás miraran para otro lado y asunto arreglado.

Estos supuestos “grandes poderes” y “centros de adoctrinamiento” no durarían ni un solo día si solo el 5% de los seres humanos fueran realmente personas dignas; de esta realidad hay que partir y en adelante pensar porqués y soluciones teniéndola en cuenta, como estos “poderes” la han tenido y utilizado; lo demás está condenado al fracaso.

Saludos,

JLGS

Ágata dijo...

Hola,
En una de las etiquetas sale Jung.
¿Cómo se conjuga él en la cultura del palimpsesto?