martes, 28 de junio de 2016

Umberto Eco: falsos intelectuales al servicio de la anti-Tradición (y II)


Sin duda para quien conozca la obra de Eco todo lo dicho hasta aquí no puede causarle ninguna sorpresa: su anti-clericalismo disfrazado de laicismo y racionalismo humanista -anti-clericalismo que, como ya hemos apuntado, posee una base anti-metafísica mucho más profunda-, o su extremado nihilismo disfrazado de escepticismo y 'sentido crítico', son rasgos evidentes a lo largo de toda su obra escrita. 

Pero para quien no esté familiarizado con la obra del piamontés queremos ilustrar con sus propias palabras todo lo que llevamos dicho, tanto el carácter nihilista y destructivo del pensamiento que se dice 'crítico' como su capacidad para la manipulación bajo una aparente nueva retórica. 

Para ello reproducimos a continuación unos breves apuntes tomados de una conferencia pronunciada por Eco en 1995 y titulada 'El fascismo eterno', incluida en su obra Cinco escritos morales [1]. Consideramos que en estas líneas están presentes todos los rasgos ideológicos tan demagógicos como perniciosos que hemos repasado con anterioridad y que son marca indeleble de la ideología postmoderna. No debe pasarse por alto que la conferencia iba dirigida a jóvenes estudiantes, dado que la juventud ha sufrido más que ningún otro sector de la sociedad la labor de re-educación impulsada por la 'intelectualidad' postmoderna. [2]

"A pesar de esta confusión, considero que es posible indicar una lista de características típicas de lo que me gustaría denominar «Ur-Fascismo», o «fascismo eterno». Tales características no pueden quedar encuadradas en un sistema; muchas se contradicen entre sí, y son típicas de otras formas de despotismo o fanatismo, pero basta con que una de ellas esté presente para hacer coagular una nebulosa fascista.
1. La primera característica de un Ur-fascismo es el culto de la tradición. El tradicionalismo es más antiguo que el fascismo. No fue típico sólo del pensamiento contrarrevolucionario católico posterior a la Revolución Francesa, sino que nació en la edad helenística tardía como reacción al racionalismo griego clásico. (...) Es suficiente mirar la cartilla de cualquier movimiento fascista para encontrar a los principales pensadores tradicionalistas. La gnosis nazi se alimentó de elementos tradicionalistas, sincretistas, ocultos. La fuente teórica más importante de la nueva derecha italiana, Julius Evola, mezclaba el Grial con los Protocolos de los Ancianos de Sión, la alquimia con el Sacro Imperio Romano. El hecho mismo de que, para demostrar su apertura mental, una parte de la derecha italiana ampliara recientemente su cartilla juntando a De Maistre, Guénon y Gramsci es una prueba fehaciente de sincretismo. Si curiosean en los estantes que en las librerías americanas llevan la indicación New Age, encontrarán incluso a San Agustín, el cual, por lo que me parece, no era fascista. Pero el hecho mismo de juntar a San Agustín con Stonhenge, es un síntoma de Ur-Fascismo.

2. El tradicionalismo implica el rechazo del modernismo. (...) La Ilustración, la edad de la Razón, se ven como el principio de la depravación moderna. En este sentido, el Ur-Fascismo puede definirse como «irracionalismo».

3. El irracionalismo depende también del culto de la acción por la acción. La acción es bella de por sí y, por lo tanto, debe actuarse antes de, y sin reflexión alguna. Pensar es una forma de castración. (...) El mayor empeño de los intelectuales fascistas oficiales consistía en acusar a la cultura moderna y a la intelligentsia liberal de haber abandonado los valores tradicionales.

4. Ninguna forma de sincretismo puede aceptar el pensamiento crítico. El espíritu crítico opera distinciones, y distinguir es señal de modernidad. En la cultura moderna, la comunidad científica entiende el desacuerdo como instrumento de progreso de los conocimientos. Para el Ur-Fascismo, el desacuerdo es traición.

5. El desacuerdo es, además, un signo de diversidad. El Ur-Fascismo crece y busca consenso explotando y exacerbando el natural miedo a la diferencia. El primer llamamiento de un movimiento fascista, o prematuramente fascista, es contra los intrusos. El Ur-Fascismo es, pues, racista por definición.

6. El Ur-Fascismo surge de la frustración individual o social. Esto explica por qué una de las características típicas de los fascismos históricos ha sido el llamamiento a las clases medias frustradas, desazonadas por alguna crisis económica o humillación política, asustadas por la presión de grupos sociales subalternos. En nuestra época, en la que los antiguos «proletarios» se convierten en pequeña burguesía (y los lumpen se autoexcluyen de la escena política), el fascismo ha de encontrar su público en esta nueva mayoría.

7. A los que carecen de una identidad social cualquiera, el Ur-fascismo les dice que su único privilegio es el más vulgar de todos, haber nacido en el mismo país. Este es el origen del «nacionalismo». Además, los únicos que pueden ofrecer una identidad a la nación son los enemigos. (...) Los judíos suelen ser el objetivo mejor, puesto que presentan la ventaja de estar al mismo tiempo dentro y fuera. (...) 
10. El elitismo es un aspecto típico de toda ideología reaccionaria, en tanto fundamentalmente aristocrático. 

11. En esta perspectiva, cada uno está educado para convertirse en héroe. En todas las mitologías, el «héroe» es un ser excepcional, pero en la ideología Ur-Fascista el heroísmo es la norma. Este culto al heroísmo se vincula estrechamente con el culto a la muerte. (...) 

12. Puesto que tanto la guerra permanente como el heroísmo son juegos difíciles de jugar, el Ur-Fascista transfiere su voluntad de poder a cuestiones sexuales. Éste es el origen del machismo (que implica desdén hacia las mujeres y una condena intolerante de costumbres sexuales no conformistas, desde la castidad hasta la homosexualidad). Y dado que el sexo es también un juego difícil de jugar, el héroe Ur-Fascista jugará con las armas, que son su Erzatz fálico: sus juegos de guerra se deben a una invidia penis permanente.

13. El Ur-Fascismo se basa en un «populismo cualitativo». 

14. El Ur-Fascismo habla «neohabla». La «neohabla» fue inventada por Orwell en 1984, como lengua oficial del Ingsoc, el socialismo inglés. (...) Todos los textos escolares nazis o fascistas se basaban en un léxico pobre y una sintaxis elemental, con la finalidad de limitar los instrumentos para el razonamiento complejo y crítico


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Ciertamente el texto habla por sí solo y casi resulta innecesario el comentario. Estamos ante una retahíla de tópicos, eslóganes y manipulación de los significados de las palabras que consideramos un ejemplo consumado de cómo funciona la actual neo-lengua, como vamos a ir analizando a continuación. A lo largo del texto se aplican a la perfección todas las técnicas habituales en la retórica neo-liberal actual, aparte de mostrarse en toda su crudeza el odio a la tradición que destilaba semejante personaje.

Como decíamos en la primera parte de este artículo (ver aquí), Eco trata de mostrar la superioridad de la modernidad sobre la tradición por el clásico método de vincular -a menudo empleando argumentos falaces- lo que él denomina tradicionalismo con sinrazón, superstición, autoritarismo, intolerancia, etc. 

Es interesante advertir como Eco se cuida mucho de definir o delimitar conceptos como fascismo o tradicionalismo, por el contrario intenta darles un límite ambiguo, precisamente para no caer en flagrantes mentiras y a fin de que ambos términos puedan servir como soporte a todo el conjunto de eslóganes que presenta a continuación, tal y como pretende. Por otra parte tampoco expone en ningún momento las supuestas bondades de la modernidad sino que las deja implícitas de forma meramente alusiva. Para hacerlas explícitas tan solo hay que dar la vuelta a los argumentos que en el texto se asocian con tradicionalismo y pre-modernidad.

Hasta aquí encontramos los argumentos manidos de siempre girando en torno al falso núcleo:


modernidad  =   tolerancia            vs.           pre-modernidad  =   intolerancia

La modernidad como siempre se construye por oposición a la sociedad tradicional sin esconder su odio a la misma (ver aquí) y no repara en medios a la hora de desacreditar la sociedad tradicional y premoderna, incluso si es preciso para ello mentir y manipular la historia, adjudicando a la pre-modernidad toda suerte de cosas indeseables y desgracias, aunque propiamente no sean en absoluto patrimonio de la pre-modernidad sino más bien de la mediocre condición humana, que es universal. 

Pero, por si lo anterior no fuera ya suficientemente falso y demagógico, el escolástico piamontés aborda un giro más, propio de la neo-lengua actual, como es reunir toda la retahíla de eslóganes enumerados bajo la etiqueta de 'fascismo', la cual, como evidentemente no puede servir en rigor para ello a riesgo de mentir descaradamente y quedar en evidencia, Eco reinventa y manipula sin empacho alguno creando un artificioso engendro lingüistico: el Ur-fascismo [3]. 

La cadena que el ilustre 'pensador' piamontés pretende establecer de forma ineluctable es:


Ur-Fascismo     =       Tradición      =      Irracionalismo


La palabra fascismo resulta entonces vaciada de su significado histórico para servir así de soporte a los eslóganes y 'sutiles' argumentos del pensador italiano. Como hemos dicho Eco se cuida mucho de definir el fascismo y parece no importarle en absoluto que el fascismo, como el socialismo y el liberalismo sean ideologías de carácter esencialmente moderno -de hecho son las tres ideologías de la modernidad-, caracterizadas las tres por compartir los mitos del progreso, el mesianismo -bajo la forma del utopismo- y el desarrollismo -manifestado ante todo en el maquinismo-. Puede decirse que las diferencias entre las tres son más de método que de objetivo y, en todo caso -y a pesar de que el fascismo tuvo influencias tradicionales en su parte teórica-, ninguna es una doctrina tradicional. 

Dando la vuelta a sus argumentos descubrimos más claramente su intención: al atribuir todas las desgracias actuales y pasadas al 'fascismo' o mejor dicho, según él, a un fascismo avant la lettre, se pretende obviamente defender y proteger a las otras dos ideologías de la modernidad: el liberalismo y el socialismo marxista. 

Por otra parte la palabra 'fascismo' -y su eufemismo actual: 'extrema derecha'- queda así pues preparada como arma dialéctica, lista para ser lanzada contra cualquiera que levante la voz contra el liberalismo social, político o -y sobre todo- cultural-. De hecho es así como es empleada actualmente por políticos, agentes sociales, mass-media y 'activistas'. 

Estamos ante un ejemplo perfecto de las operaciones de deconstrucción-reconstrucción del lenguaje que ya hemos comentado con anterioridad (ver aquí) y que son la norma en el discurso de la actual neo-lengua post-moderna. 

Además el empleo de la lógica aristotélica en la elaboración de estas manipulaciones semánticas y lingüísticas nos sitúa de pleno ante el "escolástico ateo" y nos descubre en qué consiste realmente su trabajo de re-educación: el intelectual manipulador queda fácilmente al descubierto.


*

Como dijimos en la primera parte, el razonamiento de aquella plétora de intelectuales es tan superficial e infantil que cuesta creer que se haya podido tomar nunca en serio: 
Todos los rasgos execrables que puedan encontrarse en la sociedad actual provienen sin excepción de las herencias que aún nos quedan de los oscuros e indeseables tiempos de la intolerante pre-modernidad, al modo de atavismos darwinistas. Odiosas herencias que hay que purgar para alcanzar ese futuro utópico lleno de 'igualdad' y 'libertad' que el progresismo siempre prometió y que nunca termina de alcanzarse a pesar del triunfo del pensamiento único y de la ausencia completa de disidencia. 
Y qué mejor forma de purgar estas odiosas herencias de un oscuro pasado que re-programando a la juventud mediante la re-educación.   

Pero este razonamiento esconde también zonas oscuras y poco alentadoras. Como vemos, una vez definido el 'fascismo' por parte de la intelectualidad progresista como algo vago y nebuloso, se convierte en una amenaza fantasmagórica, y al ser casi indetectable es también por tanto potencialmente omnipresente: 
La inquietante amenaza fascista puede acechar agazapada en casi cualquier parte, quizá incluso dentro de nosotros mismos, pues cualquiera puede esconder un peligroso fascista en su interior, aún sin saberlo...  
Se trata de una estrategia sutil e insidiosa, el sueño de todo proyecto de manipulación de masas y control mental: 
La imposición del auto-odio, la auto-censura en lo que respecta a sentimientos y pensamientos y la auto-mutilación mental para lograr las tan deseadas tolerancia y normalidad
Del mismo modo que la mejor censura es la auto-censura -una censura completamente interiorizada por el sujeto que ya no la percibe como impuesta desde el exterior- la mejor purga es la auto-purga, una purga auto-impuesta: la dictadura de lo políticamente correcto.

Esto es precisamente lo que se pretende con las campañas de auto-odio con que los occidentales se flagelan sin pausa desde hace ya seis décadas. Es una operación de lavado de cerebro masivo de una sutileza y un alcance como jamás imaginaron los viejos inquisidores o los oscuros torturadores soviéticos. 


En definitiva, el razonamiento es el siguiente. Para acabar definitivamente con los restos de la pre-modernidad presentes bajo la forma de autoritarismo e intolerancia, se insta a dos estrategias:
  • la aculturación de la juventud en el 'pensamiento único' y
  • la caza de brujas del disidente.  

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Estas reflexiones sobre la dictadura interior y la caza de brujas sin duda habrán recordado a más de uno el modo en que se presenta en la actualidad el discurso de la monstruosa 'ideología de género', última doctrina creada -por el momento- para el sometimiento mental e interior de las masas que se ha puesto en marcha a nivel mundial. 

Sin demasiado esfuerzo se descubre que 'fascismo' y 'machismo' -o sus formas eufemísticas: 'extrema derecha' y 'patriarcado'- no solo aparecen como términos análogos en la neo-lengua de la postmodernidad y el progresismo sino que son incluso en parte sinónimos -de hecho Eco cita el machismo, no por casualidad, como rasgo inseparable del Ur-fascismo- pues ambos llevan tras de sí la misma carga de mitemas, eslóganes y emociones negativas. 

Y puesto que ambos términos malditos son armas de propaganda que pueden ser empleadas para justificar cualquier tipo de medida, este tipo de palabras, privadas de su contenido semántico y portadoras únicamente de una carga emocional inoculada artificialmente, vienen a sustituir aquel 'minuto del odio' que imaginara Orwell en su distopía 1984. Para comprobarlo basta analizar cómo, cuándo y sobre todo para qué aparecen en el discurso corriente estas palabras: siempre se dirigen a desacreditar moralmente al adversario y dejarle sin argumentos. Estas palabras al estilo de los dogmas religiosos o los axiomas científicos se han erigido en argumentos irrebatibles en sí mismos.  

Así, cuando se dice que el 'machismo' proviene de la prehistoria y que siempre ha estado ahí, emponzoñando de modo invisible la historia, influyendo transversalmente a todas las culturas, se está empleando el ya comentado argumento del atavismo, argumento que no podría nunca prosperar si no hubieran calado en la sociedad el evolucionismo y la superstición del 'progreso'. Según este razonamiento el machismo es tan solo una herencia odiosa del pasado pre-moderno que debe ser extirpado, un bonito modo de librar a la modernidad de toda responsabilidad en aquello que no nos gusta. 

Asimismo los argumentos son análogos cuando los ideólogos del género se refieren a los micro-machismos, indetectables y en apariencia inofensivos pero peligrosos machismos al fin y al cabo, o cuando se insinúa que todo hombre tiene en potencia un peligroso machista en su interior -incluso un peligroso agresor, violador o asesino-, intolerante y autoritario, ¿no son acaso los mismos razonamientos espurios que emplea Eco al hablar del fascismo? ¿Y no proviene la ideología de género casualmente también del mismo aparato intelectual-académico-mediático mimado por el mismo sistema?


Advertir estas filiaciones ideológicas nos sitúa ante cuestiones de profundo alcance que requerirían un análisis detallado y reposado. 

Es evidente que dos de las características más notorias del poder en la postmodernidad son su invisibilidad y su carácter cada vez más interior al sujeto, que se convierte así en 'comisario del pensamiento' de sí mismo. El sujeto postmoderno es al mismo tiempo el sujeto sometido y su propio dictador. 

Pretendemos poner de manifiesto cómo el poder postmoderno penetra en el sujeto coaccionando su libertad de pensamiento en un nivel cada vez más profundo e íntimo y metamorfoseando el conflicto social en una guerra sobre todo interior, en que las armas que se emplean son las palabras y el objetivo estratégico de la lucha son los pensamientos y las emociones del propio sujeto.  

Una guerra que se asemeja en todos los aspectos a una operación de re-definición del sujeto: de su identidad, su personalidad, sus capacidades y sus límites. Una guerra, por tanto, auto-destructiva por definición, donde se trata de que los sujetos se hagan violencia y se sometan a sí mismos mediante una lucha en apariencia invisible pero que deja una profunda huella en el alma, pues deja mermadas para siempre las capacidades cognitivas del sujeto, en particular su auto-confianza y su capacidad de análisis y de reacción ante la realidad. Si Jung hablaba del proceso de individuación no es exagerado hablar aquí de un proceso de des-individuación. 

Un sujeto que desconfía de sí mismo será un sujeto dócil y fácilmente manipulable ya que previsiblemente se entregará por propia voluntad al dominio de alguna fuerza o entelequia exterior buscando guía y protección. El sujeto incoado buscará refugio en el falso paternalismo del Estado moderno, que como ya dijimos en otro lugar reemplaza de un modo aberrante e invertido a Dios.  




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Un detalle nos llama asimismo la atención y no queremos dejarlo pasar por alto: la referencia que hace Eco al 'pensamiento crítico', otro tópico bastante transitado por los intelectuales que se dicen librepensadores. Nos encontramos ante otro concepto fetiche de la más dura neo-lengua postmoderna donde es omnipresente el calificativo 'crítico' sobre todo para enmascarar nihilismos destructivos. 


El término se encuentra típicamente asociado a las ciencias sociales: filosófica crítica, sociología crítica, teoría crítica... En realidad se trata de un eufemismo bastante burdo, y manoseado hasta la náusea en el ámbito académico-universitario, que en realidad debe traducirse por 'progre' o 'de izquierdas', porque sinceramente, ¿alguien ha visto alguna vez en estas disciplinas 'críticas' opiniones que se alejen en lo esencial del paradigma marxista-freudiano o que dichas 'críticas' no se dirijan sistemáticamente contra la sociedad pre-moderna o el legado cultural europeo?

En definitiva, bajo la etiqueta de "pensamiento crítico" lo que en realidad se propone es la aceptación del consabido 'pensamiento único' que hoy impera sin oposición en la postmodernidad. 


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Para acabar queremos concluir poniendo de manifiesto una vez más la estrecha relación entre las falsas élites intelectuales de la actualidad y el poder, concretamente el tipo de poder postmoderno dirigido a un sometimiento interior del sujeto, en que el sujeto debe ser su propio guardián y regularse a sí mismo, para lo cual ayuda en buena medida el triste estado psíquico el hombre moderno. 

Es evidente que Eco era perfectamente consciente de su papel en tanto intelectual del sistema. Si se presta atención al texto se puede advertir que los mitemas y eslóganes empleados por el pensador piamontés -populismo, racismo, machismo, el peligro de la 'extrema derecha' proveniente del descontento de las clases medias, etc.- son exactamente los mismos 'argumentos' que emplean los políticos en la actualidad, prácticamente sin un solo cambio: toda la moderna jerga demoliberal y globalista, protagonista indiscutible de la neo-lengua del poder, está aquí presente, lo cual llegados a este punto de nuestro análisis, ya no debe sorprender a nadie

Si tenemos en cuenta la fecha de la conferencia (1995) veremos el carácter precursor del discurso al señalar exactamente el camino que ha seguido el discurso dominante empleado por el poder

Tanto Eco como el resto de aquella generación de intelectuales que se definían como progresistas son precisamente los creadores de la neo-lengua actual y la consiguiente guerra de palabras con que el poder trata de aplastar la libertad de conciencia del sujeto y dividir, en realidad atomizar, la sociedad, reduciéndola a una mera suma de individualidades enfrentadas por el principio de competencia y unidas por la mutua desconfianza. 

La referencia a Orwell al final del texto transcrito es harto significativa en este sentido. Sin entrar en detalles tan solo diremos que hemos denunciado en repetidas ocasiones hasta qué punto Orwell ha sido manipulado e instrumentalizado por toda aquella generación de intelectuales que pretendieron hacer de él uno de los suyos y en realidad se convirtieron precisamente en aquellos manipuladores contra los que Orwell en sus últimos años nos puso sobre aviso. 





[1] Cinco escritos morales. Ed. Lumen, 1997.
[2] En las citas del texto la negrita es nuestra. 
[3] La versión española traduce el neo-concepto Ur-fascism por 'fascismo eterno', aunque sería más acertado traducirlo como 'fascismo primordial'. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante la entrada, como siempre.
Al hablar de las ideologías de la modernidad (liberalismo, socialismo, fascismo), ¿incluiríamos el fascismo como guardia pretoriana del liberalismo, de la misma manera que se incluye el socialismo (la izquierda) en la entrada titulada "Guardia pretoriana y perros de presa"? Y si es así, en tanto que guardia pretoriana del liberalismo, qué lo diferenciaría del socialismo, desde el punto de vista de la Doctrina Tradicional?
Gracias y enhorabuena por el magnífico blog.