jueves, 16 de julio de 2020

Los 7 pecados espirituales (y VII): la pereza espiritual.

Con este artículo concluye la serie dedicada a los 7 Pecados Capitales Espirituales.
Agradecer una vez más a la autora Lasamaritana que nos haya permitido compartirlos y ponerlos al alcance de todos nuestros lectores. 


Según San Juan de La Cruz,  la pereza espiritual en los principiantes se debe a un desorden, porque  la persona que la padece no pone a Dios primero.  El perezoso espiritual es siempre tibio. No ve  la necesidad  de santidad sino que se conforma con no ser malo. Es  condescendiente con sus faltas veniales, no viendo el peligro de  no atajar éstas. Cómo no entiende que la santidad es asunto de vida (eterna), o muerte (pérdida de  la gracia  santificante),  no entiende la lucha espiritual. Le parece de fanáticos o místicos escogidos.


No obstante quiere ir al cielo,  por lo que irá a misa, y se   confesará alguna que  otra vez. Pero no se verá atraído ni por retiros, ni por seminarios, ni por charlas de profundización en la fe. Esto le lleva a quedar a expensas de las mentiras del demonio, porque su fe es la fe de un niño. Por eso éste puede seducirle con doctrinas extrañas, que exigen poco y  que le son fáciles de practicar. Dejar la mente  en blanco para   "respirar        amor" en vez de meditar en los misterios del Rosario,  por ejemplo.

 Difícilmente un perezoso espiritual pueda tener  un  encuentro personal con el            Señor, porque realmente no tiene   interés en conocerlo. Hace sus ejercicios de piedad de forma rutinaria, por eso es presa de distracciones constantes.

El santo también se distrae, pero lucha  contra la distracción y retoma la oración. El perezoso decide que como  está distraído no es  el momento adecuado para rezar y lo deja para más adelante (y así una y otra  vez). Si le entregan un libro   que puede enriquecer su espíritu leerá  primero el final para decidir si merece la pena   leerlo, y si no le convence   lo dejará. Si decide leerlo lo tomará  con ganas, hasta que se le "atasque"            algún  párrafo  (quizás por estar   cansado) y pondrá   una señal  que se quedará allí hasta  que sus nietos hereden el libro. No digo que todos  los libros sean buenos y  adecuados, naturalmente hay que hacer un discernimiento, pero si ocurre  con todos o casi todos, cuidado. 

El perezoso tiende  a dejar todo  para la "noche" cuando todo esté tranquilo. Y naturalmente, al llegar cansado a la  noche, no cumplirá lo que se había   propuesto. La noche es ideal   para meditar, rezar, etc. Pero no puedes dedicarle  a Dios sólo un "ratito" al día, no si Dios es tu prioridad.


El perezoso espiritual no quiere compromisos, y si debe tomar alguna responsabilidad       en la parroquia, la llevará como una carga. Para el perezoso espiritual cansarse es        síntoma de que  ha hecho "demasiado" y la próxima vez procurará no excederse. A la hora de hacer examen de conciencia se conformará  con un repaso rápido de los mandamientos,       sin profundizar  en las causas.

"a ver... He mentido, chillado  a los críos,  me he metido tres   kilos de costillas entre  pecho y espalda, he puesto verdes a los de la tele, y poco más",  

pero no profundizará en porque cae en esas  cosas una y otra vez y los medios que va a tomar para evitarlo.

A la hora  de rezar por otros, el perezoso toma el camino fácil de las generalizaciones:

"por la paz del mundo", "por los pobres, por los enfermos y por los difuntos".

Y en    unos   segundos termina porque no se  le ocurre nada más. Es imposible acordarse de todas las intenciones  y necesidades que nos llegan al cabo del día (si estamos pendientes de ellas, claro) por eso el santo  reza en el  instante que  le llegan y si puede las anota  para    seguir rezando después   pide ayuda al   ángel  de la guarda para  que le recuerde   las más  urgentes o que  necesitan más oración.

El perezoso dirá  que va a rezar,  pero no lo hará, pensando en hacerlo a la         noche, momento en que ya no recordará ni la mitad de lo que había  dicho  que iba a hacer. Entonces recurrirá a la generalización: "por los que  sabes" y se sentirá  satisfecho.

Claro  que hay que encomendar a los que no recordamos  por cansancio o debilidad humana, pero el problema está en no poner más interés en recordar la próxima vez y seguir conformándose en  un: "por todos, por todos, Amén".  

Una tentación muy común es pensar que como Dios ya conoce nuestras necesidades antes de que se las pidamos no es necesario  particularizar nada. ¿No será que es muy cómodo            rezar por las intenciones  de la Virgen, y ya? En un minuto terminamos y nos  sentimos fenomenal. Si Dios sabe quién tiene necesidad por qué necesitamos interceder? Porque rezar   específicamente por  cada uno es una vía para que aumente nuestra caridad. Cuanto más rezamos por alguien más lo queremos y cuanto más   queremos a alguien más rezamos por él. Pero si "generalizamos"  nuestra caridad se enfría, se vuelve impersonal y no compromete el corazón.

El santo no   puede ser perezoso, porque para él la oración no es una obligación, sino una necesidad. Necesita contarle todo a Dios, descansar sus agobios  y entregarle a los que quiere y que le pesan  en el corazón. Cómo constantemente hace    esto, constantemente aumenta la necesidad de hacerlo. Y  junto con esto su        corazón se ensancha, y cada vez le  caben más nombres, porque cada  vez tiene más amor. 

El santo quiere conocer a Dios más y más, porque cuanto más le trata más se conmueve. Ninguna responsabilidad le repugna, sino que la toma  como  una oportunidad de servir a los que ama. No deja la oración para después  porque su vida es oración. 

No quiere distraerse ni alejarse, porque su prioridad es Dios y sólo Dios. Cualquier esfuerzo le parece poco con tal de acercarse  más a su meta,  que cada vez ansía con más fuerza. Para  él el cansancio es bueno si ha sido por dar amor, por  eso no se entristece y sabe descansar para recuperar fuerzas para  seguir amando. De esta forma el descanso,  se transforma también  en amor  y estímulo para seguir amando. El   santo pone   a Dios el         primero porque Dios hace lo mismo con él. Todo lo que hace tiene   sentido porque Dios es el sentido de su vida. No puede dejar a Dios para  después, después de que Dios lo  ha dejado todo por él. Para el santo todos los mandamientos se reducen a uno: "Amar como  él nos ama", con la entrega total y absoluta, con la sed  del que necesita amar, y que le impulsa  a servir más  allá de todo cálculo.




3 comentarios:

Unknown dijo...

Muchísismas gracias por los artículos. Son una verdadera delicia.

De hecho hace poco he realizado un curso de Luiz Felipe Pondé (Pecados: uma anatomia da alma) y me he alegrado un montón al ver que este blog ha vuelto a la actividad precisamente con este contenido. Me he quedado anonadado cuando he visto la ristra de publicaciones, vaya "timing". Muchísimas gracias por compartirlo.

Si es posible, me gustaría intercambiar algún email con la autora o el autor del blog sobre esta temática. Agradecería si me pueden hacer llegar algún correo para estar en contacto, pues debo de ser la única persona que tiene interés en conocer los pecados del alma humana en 50 km a la redonda.

En cualquiera de los casos, muchas gracias y a seguir resistiendo las embestidas del tigre.

Dr. Ramsés dijo...

Saludos, agradezco su interés por esta serie de artículos dedicados a los pecados espirituales y celebro que le hayan resultado de interés. Puede encontrar a la autora de los mismos en Twitter bajo el nick Lasamaritana (@Damihibibere), como indiqué también en la primera entrada de la serie.

Un cordial saludo y agradecido por su comentario.

Unknown dijo...

Muchas gracias por la respuesta!